En 1955, Milton Friedman –premio Nobel de Economía– escribió un artículo titulado «The Role of Government in Education», en el que lanzaba la idea del cheque escolar para que los padres eligieran con libertad el colegio de sus hijos (cfr. Aceprensa 73/05). Cincuenta años después explica en una entrevista publicada en «Reason» (diciembre 2005) el camino recorrido por esta fórmula.
– ¿En qué se inspiró para proponer la idea del cheque escolar?
– En nada. Creo que no había nada en el mundo de entonces que me hiciera pensar en los cheques. Estaba escribiendo un artículo sobre la responsabilidad del Estado en la educación, y empecé a pensar que no funcionaba del todo bien. No lo puse de este modo entonces, pero si el Estado quiere subvencionar algo puede subvencionar al productor o al consumidor. Subvencionar al productor es el camino equivocado porque crea una organización vertical muy ineficiente. Lo mejor es subvencionar al consumidor, y eso es lo que hace el cheque escolar.
– ¿Cuáles serían los principales beneficios si el cheque escolar se implantara de la manera que Vd. proponía en 1955?
– Hay muchas formas posibles de cheque pero existen dos variedades básicas, que yo llamo «cheque asistencial» (charity voucher) y «cheque escolar» (educational voucher). El cheque asistencial es el que está más extendido, por desgracia. Está pensado para personas con bajos ingresos, que sin duda son las primeras víctimas de nuestro deficiente sistema educativo. Este cheque ayuda a los pobres, pero no introduce ninguna mejora en el sistema. Y lo que necesitamos es una auténtica reforma.
Yo quisiera que los cheques fueran para todos, y con pocas o ninguna restricción para utilizarlos. Necesitamos un sistema que diga a los padres: «Ustedes pueden usar este trozo de papel para la educación de sus hijos. Cubre el coste total de un estudiante en una escuela pública. Pero también equivale a X dólares que usted puede gastar en servicios educativos en una escuela confesional, en colegios privados con o sin ánimo de lucro, o en otros proveedores de servicios educativos. Y puede añadir de su bolsillo lo que falte, si quiere llevar a su hijo a uno de esos colegios y se lo puede permitir».
Uno de los beneficios del cheque escolar es que al dar poder a los padres generaría competitividad en el mercado educativo, y esto daría lugar a innovaciones y mejoras, como ha ocurrido en muchas otras áreas.
– ¿Cómo se explica la eficiencia de la economía estadounidense a pesar de tener graduados que han recibido una educación de mala calidad?
– En parte gracias a la inmigración, sobre todo a la de talentos. Además, aunque el Estado sigue siendo demasiado grande, no ha crecido tanto como en otros países. Pero quizás la explicación más importante sea que una pequeña proporción de ciudadanos con una excelente preparación pueden tener una influencia enorme en la productividad nacional. Las víctimas de nuestro defectuoso sistema educativo no son estos sino los que reciben mala preparación.
– De los 45 millones de alumnos menores de 12 años, hay menos de un millón en charter schools y solo unos 200.000 se benefician de alguna forma de cheque escolar. En proporción, ahora hay menos estudiantes en centros privados que hace 20 años. ¿En qué se basa su optimismo acerca de que el cheque escolar o cualquier otra reforma pueda sacudir el statu quo?
– Soy optimista por varias razones. Una es que cada vez hay más padres insatisfechos con la enseñanza. La segunda, que se extiende el interés por tener más posibilidades de elección. Y, la tercera, que en EE.UU. hay unos 20 Estados estudiando propuestas sobre diversas fórmulas de cheque escolar.
El partido demócrata debería apoyar de forma natural el cheque. En palabras de Ted Kennedy, se supone que los demócratas son «la voz de los que no tienen voz». Los que no tienen voz serían los primeros beneficiados en un sistema de cheque universal. Si Vd. pregunta, comprobará que los que no tienen voz están a favor del cheque. Con todo, creo que tarde o temprano la dogmática oposición al cheque acabará cediendo.