Un artículo y un editorial del diario canadiense National Post (3 y 4 marzo 2003, respectivamente) explican que el modelo educativo actual de los colegios mixtos, en los primeros tramos de enseñanza, no estimula a los chicos.
El editorial expone uno de los principales problemas de la coeducación: tratar de la misma manera a chicos y chicas. La enseñanza se ha feminizado mucho en los últimos años. Las profesoras premian los «comportamientos femeninos» -cooperación, trabajo en equipo y no autoafirmación personal en clase- y dejan de estimular o incluso castigan las conductas «masculinas», como la competitividad. Muchos chicos se debaten entre reproducir un comportamiento que les parece ridículo a esas edades o evadirse y perder interés por las clases.
A finales de febrero, se celebró en Nueva York una convención de profesores de colegios privados, en la que participaron más de 5.000 profesores norteamericanos. El editorial destaca las conclusiones del encuentro: no hay que tener miedo a gritar en clase a los chicos (no a todos, ni siempre: son chicos, no soldados); ni a regañarles cuando su rendimiento es bajo; ni a exigir a los alumnos que sigan unas estrictas normas de disciplina; ni a desafiarles a ser los primeros de la clase; ni a ser duro en las calificaciones o en la evaluación de sus trabajos y aptitudes. Es lo que llaman estilo educativo de confrontación, que estimula a los chicos -porque entienden fácilmente que es por su bien-, pero atemoriza a las chicas. Lo contaba el mismo diario, el día anterior, haciéndose eco del encuentro de profesores.
Uno de los asistentes a la convención fue el psicólogo Leonard Sax, fundador de la National Association for the Advancement of Single Sex Public Schools. Dice que los chicos se están quedando atrás porque se ha abandonado el estilo educativo de confrontación en la escuela primaria, en la que la mayoría de los profesores son mujeres que han optado por tratar a los alumnos de la forma que a ellas les gustaría ser tratadas, olvidando que los chicos están «programados» para desarrollarse bajo un clima de confrontación.
El psicólogo explica que los chicos y las chicas responden de manera diferente a los métodos de enseñanza. La mayoría de los chicos disfrutan con la confrontación; en cambio, las chicas sienten náuseas: no están cómodas «bajo el fuego». Esto explica por qué los chicos prefieren las clases en las que el profesor habla con autoridad y hay ambiente de competitividad. Además, los chicos responden bien si el clima es formal, por ejemplo, cuando el profesor se dirige a ellos por su apellido. Sin embargo, las chicas no están cómodas en ese ambiente. Funcionan mejor cuando alumnas y profesoras son aliadas, más que adversarias, y se llaman por su nombre.
Sus comentarios están en sintonía con los de Stephen Clement, director del colegio masculino Browning School de Nueva York. Clement describe al tipo de profesor que consigue poner en marcha a los chicos: «Uno de mis profesores gritaba en clase. Tenía la voz muy grave y recuerdo que le tenía miedo. Fue, con mucha diferencia, el mejor profesor que he tenido en mi vida».
Sax también contó la historia de una profesora que se sentía muy mal porque había perdido la compostura y le habló muy duro a un alumno inteligente, pero que nunca hacía las tareas. Le dijo a gritos que estaba convencida de que podía hacer mucho más, y que esperaba que lo hiciera. Después de aquello, el chico hizo sus tareas diariamente. Dos semanas después, los padres del alumno acudieron al colegio para agradecer a la profesora el cambio de actitud que había conseguido en su hijo.