Los maestros de educación primaria y secundaria van camino de convertirse en “especie protegida”. No “los maestros” en cuanto colectivo genérico, sino específicamente ellos, los hombres que se dedican a la noble profesión de instruir y educar a niños y adolescentes.
Lo dicen los números. Un repaso a los informes del Ministerio de Educación español sobre los cursos escolares desde 2009 hasta 2017 revela que la presencia masculina está disminuyendo de manera sostenida en esos segmentos de la enseñanza: si en el período 2009-2010 los que trabajaban como profesores de primaria eran un ya exiguo 22,2%, en el curso 2015-2016 habían bajado más de tres puntos porcentuales. En secundaria, entretanto, la proporción en el último curso mencionado fue de un 39,7% de varones.
De quienes llegan a la Universidad, solo el 40% son hombres, mientras que por cada niña que repite un curso, hay dos niños en el mismo caso
¿Qué tenemos entonces: una “predisposición alérgica” de los varones a la docencia? No parece. Existe, en efecto, un desequilibrio entre maestras y maestros en esos niveles, pero el panorama cambia radicalmente en la enseñanza terciaria: el 58% de los educadores en la universidad española son hombres.
La situación es bastante similar en el grueso de los países de la OCDE, con algunas excepciones. En Hungría, por ejemplo, el claustro que imparte el nivel primario es femenino en un 97%, mientras que en Italia lo es en un 96%, y en Austria algo menos: un 92%. Ahora bien, cuando se mira a los centros de estudios superiores, se observa que las mujeres no llegan a ser, en ninguno de los tres casos, ni el 43% de la plantilla docente.
El desequilibrio es palpable y, para corregirlo, se formulan propuestas a veces algo “intangibles”. Un informe de CC.OO. de 2014, citado por El País, invitaba a las autoridades españolas a “incentivar la incorporación de varones en educación infantil y primaria, de manera que no se ofrezca al alumnado una imagen casi exclusivamente femenina en las primeras edades”.
Como intención, lo de “incentivar” va bien. Pero los tiempos –o mejor, ciertas corrientes ideológicas de estos tiempos– conspiran bastante contra ella.
Cuestiones culturales, económicas, biológicas…
Un artículo en The Conversation, firmado por el profesor Vaughan Cruickshank, de la Universidad de Tasmania, pone el acento en algunas contrariedades con las que pueden topar los hombres que optan por el magisterio, cuya proporción ha ido cayendo en Australia desde el 30,2% que eran en 1983 hasta el 18,26% de 2016.
Según la investigación de Cruickshanck para su tesis de doctorado, los maestros varones pueden experimentar cierto aislamiento social en el trabajo, dado que la mayoría de sus colegas son mujeres. Además, suelen tener incertidumbres acerca de los límites del contacto físico con los alumnos. “Se dan cuenta –dice– de que los medios de prensa buscan el sensacionalismo en los casos de comportamientos inapropiados de profesores hombres, pero les prestan mucha menos atención si, más tarde, las acusaciones se demuestran falsas”.
Otras razones para pensárselo antes de acceder a la carrera son de índole económica. Según la OCDE, en todos los países examinados los maestros varones perciben ingresos inferiores a los de otros hombres que han estudiado especialidades distintas del magisterio. Por el contrario, las maestras de primaria y secundaria tienen salarios no muy diferentes a los de las graduadas de otras profesiones, algo que puede hacerles considerar la docencia como una buena opción.
“Muchos jóvenes están creciendo con ausencia de modelos de masculinidad, ya en parte debido a la ausencia, tanto física como psíquica, del padre” (María Calvo)
De igual manera, hay factores culturales que tradicionalmente relacionan la enseñanza primaria y secundaria con las mujeres. “La percepción social de vínculos entre vocaciones y género puede influir en la elección de carrera por parte de hombres y mujeres”, señala la OCDE, algo que subraya igualmente la doctora María Calvo Charro, profesora titular en la Universidad Carlos III de Madrid y autora de varios libros sobre educación.
Según comenta a Aceprensa la especialista, existen barreras que están ancladas a estereotipos: “Parece que los chicos tienen que ir más a carreras técnicas, menos relacionadas con lo social, como las matemáticas, las ingenierías… Cuando un hijo dice que quiere magisterio, a lo mejor el padre opina que es mejor Derecho, o una ingeniería”. Otra condicionante, en su opinión, es que las mujeres muestran una tendencia mayor a carreras más sociales, como la enfermería, la docencia; o sea, a especialidades más ‘de relación’, dada la mayor inclinación femenina a la comunicación y la relación humana. “Eso tiene que verse reflejado luego en las vocaciones”.
Un modelo necesario
Un rastreo por varios medios de prensa sobre la escasez de maestros varones revela que el asunto preocupa en muchos países. Aunque a primera vista, dado que algunas corrientes actuales tienden a soslayar las diferencias entre el hombre y la mujer, eso no debería alarmar. ¿Es realmente tan relevante que haya o no maestros en las aulas de primaria?
“Es fundamental –nos cuenta la Dra. Calvo–, porque hay una falta de modelos masculinos equilibrados. Existe ahora mismo una tendencia a exaltar los modelos femeninos; una confabulación social con lo femenino-maternal, y parece que la masculinidad está eclipsada o en crisis. Luego hay muchos jóvenes que están creciendo con esa ausencia de modelos de masculinidad, ya en parte debido a la ausencia, tanto física como psíquica, del padre”.
“Es un problema que en España no está cuantificado. Cuando hay una crisis de mujeres (en lo profesional, en lo educativo, en cualquier área) se le presta la máxima atención, pues estamos en un momento en que las reivindicaciones femeninas se tienen en cuenta, pero ante una crisis masculina no se hace nada, y los datos nos hablan de una ausencia paterna muy aguda, de un papel de padre eclipsado. Muchos hombres están jugando a ser mamás bis, a imitar los modelos femeninos de conducta, pero los varones necesitan modelos masculinos”.
Y no solo ellos. Según refiere la docente, cualquier niño o niña precisa, para conseguir una personalidad equilibrada, de modelos masculinos y femeninos. “No nos vale uno solo. Ambos son parte de una alteridad que ahora mismo se quiere negar. Solo que si partimos de que hombres y mujeres son idénticos e intercambiables, no hacen falta hombres en la docencia. ¿Qué más da que haya solo mujeres? No, no: la alteridad, el dimorfismo, es lo que consigue el equilibrio. Y las niñas también demandan modelos masculinos. Si no los tienen en casa por la ausencia del padre, los necesitan en la escuela”.
Una “crisis de los varones”
¿Que tengamos un maestro garantiza, por sí solo, que el rendimiento escolar se dispare? Algunos estudios –como el desarrollado por la London School of Economics– encuentra correlación entre la presencia masculina en el cuerpo docente y el esfuerzo de los alumnos en sus tareas escolares, lo que puede redundar positivamente en sus notas. Otras investigaciones, en cambio, no aprecian grandes diferencias en este aspecto, pero sí advierten una ganancia en los aspectos sociales.
Los profesores Mark Sinclair y Kevin McGrath, de la Macquarie University y la University of Technology, ambas en Sydney (Australia), publicaron en 2013 una investigación sobre la aportación de maestros varones para niños y niñas. A diferencia de los resultados obtenidos por el equipo británico, no percibieron un particular signo de avance en lo académico. Ahora bien, la presencia de estos docentes y su consecuente desempeño en roles masculinos, dicen, les posibilitó a las chicas una mayor comprensión acerca de cómo son los hombres y del modo en que se interactúa con ellos. A los chicos, entretanto, les motivó una mayor apertura y mayor confianza en sus educadores, en especial al abordar temas relacionados con la pubertad.
A lo que parece, no da entonces lo mismo que haya o no maestros, “siempre que haya quien enseñe”. Habría que diseñar estrategias para atraer más hombres a la profesión, pero no a última hora. Las iniciativas “hay que adoptarlas desde la escuela, mediante una educación respetuosa de las diferencias entre los niños y las niñas”, explica la Dra. Calvo, quien subraya que, tanto en el contexto español como en buena parte del mundo desarrollado, existe una “crisis de los varones” no solamente en la profesión educativa, sino en otros terrenos.
En Hungría e Italia, las mujeres constituyen el 97% y el 96% de los educadores en la enseñanza primaria
“Es una situación que se refleja en la Universidad, a donde llega solo un 40% de hombres, pero que empieza antes, con unos porcentajes horrorosos de abandono escolar –por cada niña que repite un curso hay dos niños repetidores, y por cada cuatro expedientes disciplinarios, tres son de varones–; mientras que los diagnósticos de déficit de atención e hiperactividad son principalmente de chicos, en más de un 80%”.
“Hay que atender esa crisis de masculinidad en las escuelas. En países como EE.UU. ya se está asumiendo, y se les está dando a los varones un tratamiento prioritario, por ejemplo, al favorecer las clases solamente masculinas, una cosa que en España no se puede ni mencionar, porque parece que estamos volviendo al pasado, pero es el futuro. Se trata sencillamente de atender esas diferencias sexuales en el aprendizaje que necesitan los chicos, porque al no considerarlas, se les castiga más, o se piensa que son torpes o vagos, por compararlos con las niñas, que tienen unos ritmos cognitivos completamente diferentes. Se están cometiendo injusticias”.