Coeducación y mundo real

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El Departamento de Educación de EE.UU. ha dado nuevas instrucciones que facilitarían establecer escuelas públicas (o determinadas clases) separadas para chicos y chicas, si los profesores y padres lo consideran beneficioso para los alumnos (ver servicio 67/02). Meghan Cox Gurdon comenta en National Post (Toronto, 18 mayo 2002) las reacciones de los que identifican cualquier separación con discriminación.

Los alarmistas de la igualdad rozan ya el absurdo cuando afirman que la escuela es el sitio donde los niños aprenden lo que es la vida, y que, por lo tanto, una clase de un único sexo es peligrosamente artificial. En último término, dicen, el mundo de la escuela es un espejo del mundo real. Pienso que están equivocados. En una escuela, tomas gente de todo tipo -niños bien, deportistas, drogatas, gamberros- de la misma edad, los empaquetas todos juntos, y los mueves de clase en clase a golpe de reloj y les das vacaciones durante todo el verano. En la vida real, puedes asociarte con quien quieras, acostarte cuando quieras, escoger tu trabajo, gastar tu dinero como quieras, y quizá tomar dos semanas de vacaciones en agosto. No es lo mismo en absoluto. (…)

Permitir que los distritos escolares públicos creen clases -y escuelas completas, si quieren- de enseñanza diferenciada por sexos para promover una mejor educación es algo tan de sentido común que ha encontrado apoyos tanto en la derecha como en la izquierda, incluido el de la senadora Hillary Clinton, que en la universidad estudió en Wellesley College, institución solo para chicas. (…)

Si los chicos aprenden mejor sin la distracción de las chicas, y las chicas sin los chicos, ¿cuál es el problema? ¿No van los niños a la escuela para ser educados? Permitir que las escuelas públicas ofrezcan clases para chicos o chicas con el fin de que los alumnos aprendan mejor no es apartheid. Es el triunfo del sentido común sobre una cansina ideología.

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