En teoría, la educación cívica debería servir para inculcar a los jóvenes valores comunes a todos, empezando por el respeto a quienes piensan y viven de forma diferente a la nuestra. Pero la experiencia reciente en Estados Unidos y España muestra que se ha convertido en un frente decisivo de la batalla cultural.
Planteada en abstracto, sin contenidos concretos, la educación cívica es vista por la mayoría de estadounidenses –el 56% de demócratas y el 56% de republicanos de una muestra representativa de 1.000 adultos– como la mejor herramienta frente a la polarización. El problema es que, tal y como la conciben muchos hoy día, una materia pensada para unir ya es una de las más divisivas.
Lo cuenta George Packer en un artículo publicado en The…
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