El Banco Mundial ha publicado un informe sobre estrategias y políticas eficaces en el terreno educativo. El documento recomienda que los Estados refuercen la libertad efectiva para que cada centro de enseñanza adapte sus programas a las ne-cesidades del lugar; alienta la competencia entre el sector público y privado, y la mayor participación de la familia en la escuela.
El precedente policy paper sobre enseñanza data de 1980, a pesar de que el Banco Mundial dedica a este sector cerca de 1.500 millones de dólares anuales (el 62% de los recursos internacionales invertidos en escuelas, universidades y formación en general de los países en vías de desarrollo). El análisis de hace quince años recalcaba la necesidad de hacer más eficiente y equitativo el sistema de educación básica en los países en vías de desarrollo para llegar al mayor número posible de jóvenes.
El informe actual, manteniendo los criterios del anterior, aporta algunas investigaciones sobre la influencia del capital humano en el desarrollo económico y añade, particularmente, las experiencias de rápido crecimiento económico de los países de Asia oriental. En esta región, el sector educativo -especialmente la escuela privada- ha recibido bastante atención por parte de los gobiernos y se ha observado que las escuelas tienden a inculcar a los alumnos un fuerte espíritu ético-religioso. De ahí que el Banco Mundial anote que la formación moral es una de las claves del éxito de esos sistemas de enseñanza.
El Banco Mundial no propone una receta liberal; más bien ilustra los riesgos de la privatización, y señala que la enseñanza es un bien social en que «la intervención del sector público es necesaria para corregir imperfecciones del mercado que dificultan a las personas menos pudientes financiar su propia formación». No obstante, cuando se refiere a la financiación, el Banco Mundial sugiere dar préstamos a los estudiantes y subvenciones a las escuelas y universidades privadas que desarrollen funciones de utilidad pública.