Para la escritora Diana Senechal, autora del libro Mind Over Memes, la cultura estadounidense, y de hecho la global, “se han obsesionado con fabricar niños creativos, que a su vez se convertirán en trabajadores con gran inventiva, y después en los líderes innovadores que necesitan estos tiempos tan rápidamente cambiantes”. Pero esa obsesión tiene algunos problemas.
La tesis de Senechal –afirma la periodista Ephrat Livni en un artículo en Quartz– es que hay poco interés en dejar que la creatividad se desarrolle como habilidad de modo independiente, y que por el contrario, está siendo examinada, cuantificada, enseñada y medida. Los profesores y las escuelas, “a fuerza de pretender inculcarla –dice–, acaban matándola”.
Medir la creatividad con tests, o puntuar la habilidad del estudiante para formar tormentas de ideas, no revelan realmente la capacidad de innovación de este. Para ello, asegura, se necesita paciencia, y además, saber que nadie puede ser creativo sin antes haber aprendido sobre lo que le precedió, lo cual implica mucho estudio, ejercicio del pensamiento y práctica; en resumen, hay que dominar “los rudimentos de algo antes de pasar a las innovaciones deslumbrantes”.
Según Senechal, un inventor crea nuevas cosas no por ‘ser creativo’, sino por encontrar nuevas soluciones a los problemas. Ello requiere trabajar durante mucho tiempo con empeño, con disposición para llevar algo al límite, incluso si para nadie más es relevante.
Que se trata de un proceso dilatado, y que necesita de los precedentes, lo ilustra con el ejemplo de los músicos: antes de escribir nuevas canciones, primero tienen que saber cómo se toca, qué son las escalas, las notas, los acordes, qué tal han ido las canciones de otros y cómo las han compuesto.
Hay muchísima práctica antes de poder dominar esa expresión artística, y solo después es que puede haber innovación. “Las ideas –apunta Livni en su acercamiento a la obra de Senechal– tienen que germinar en suelo bien informado, y los conceptos valiosos no pueden generarse sin una profunda comprensión de los principios subyacentes”.
“La inventiva –añade–procede de la práctica y la variación; de los intentos de jugar con las tradiciones y transformarlas paso a paso. Nada útil es totalmente nuevo. Antes que nada, una invención es un giro en un método probado en el tiempo, nacido del conocimiento”.
Así, en vez de insistir en que las personas muestren sus aptitudes mediante la creatividad, debemos dejarle espacio a esta para que crezca. En lugar de examinar a la gente sobre su capacidad para generar tormentas de ideas, las escuelas y empresas deben permitir a los estudiantes y trabajadores que jueguen con las ideas en el modo en que lo consideren oportuno.