Mark Bauerlein, profesor de la Universidad Emory (EE.UU.) y adjunto a la dirección de First Things, defiende en esta revista que los estudiantes vuelvan a escribir con lápiz y papel. Contra la tendencia que reclama más tecnología y velocidad, ese es, según Bauerlein, el camino para dominar la escritura.
En su artículo, titulado “Fenomenología de la mano”, explica que los procesadores de texto prometían mayor velocidad y correcciones automáticas, lo cual permitiría que los alumnos y profesores pudieran escribir y corregir más en menos tiempo. Sin embargo, más no siempre es mejor. Desde que se incluyó una prueba de escritura en los exámenes de aptitud al final de la secundaria en EE.UU., en 2005, los resultados han bajado todos los años menos dos, en los que simplemente no variaron. Las pruebas de lectura para el ingreso en la universidad han caído 6 puntos en los últimos cinco años. Eso hace que el autor se pregunte por qué a pesar de todas las nuevas herramientas para corregir gramática y ortografía los alumnos no escriben mejor.
“La pluma personaliza la labor de la escritura, nos recuerda que somos responsables de lo que escribimos”.
A esto responde que están aprendiendo con la herramienta equivocada. “El teclado no es la superación de la pluma. Es un avance paralelo, si no un retroceso”. Explica que el proceso para escribir una carta en un ordenador no es propiamente escritura: “Tú no haces la carta, el ordenador la hace. Se hace contacto visual pero no contacto táctil directo… En un sentido físico no es realmente escribir, como lo es trazar letras para hacer palabras. Es golpear unas teclas”.
Esculpir los textos
A diferencia de la escritura por ordenador, la escritura a mano obliga a formar la letra, lo que viene a ser un trabajo manual. Esto, según el autor, es especialmente cierto para la revisión. Al tachar las palabras y escribir otras por encima se “esculpe” el texto. La lentitud de este proceso no es entonces un “retroceso” sino más bien es la manera de relacionarse de forma más cercana y completa al objeto, tal y como proponen los nuevos movimientos slow (cfr. Aceprensa, 26-06-2017).
Este proceso, afirma Bauerlein, acerca al escritor a sus palabras y lo hace más consciente de lo que escribe. Algunos piensan que, como el proceso creativo se lleva a cabo en la mente, la labor de ponerlo en papel deja de ser determinante: cuanto antes, mejor. Sin embargo, la verdad es más bien lo contrario. “Las herramientas técnicas pueden llevar no a potenciar la mente sino a la alienación del trabajo”. Con esto el autor quiere decir que la tecnificación muchas veces aleja al trabajador del producto de su esfuerzo, de forma que ya no se reconoce como el autor de lo que ha hecho, lo ve como algo ajeno. Esto lo nota Bauerlein con sus alumnos, quienes muchas veces no saben qué querían decir con las frases que ellos mismos han escrito. Las palabras acaban perteneciendo a la máquina y no a ellos.
“¿Por qué, a pesar de todas las nuevas herramientas para corregir gramática y ortografía, los alumnos no escriben mejor?”
Las virtudes del ordenador –velocidad, facilidad y simplicidad– son vicios cuando se refieren a la escritura. “La pluma personaliza la labor de la escritura, nos recuerda que somos responsables de lo que escribimos. Les dice a los jóvenes: ‘Estas son tus palabras. Ten cuidado con ellas’”. Recomienda a los padres y profesores reforzar el hábito de la escritura a mano facilitándoles herramientas nobles: “Un ágil portaminas Montblanc o una elegante pluma Parker, junto con una libreta y papel que motiven a los jóvenes a imaginarse como hombres y mujeres de letras, no como proveedores de contenidos”.