Enseñanza al modo soviético

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El catedrático Pedro Schwartz critica en La Vanguardia (10 marzo 2004) que la educación sea un sector sometido a imposiciones estatales que hoy se consideran intolerables en otros campos.

La libertad de enseñanza es hoy en España una mera ficción. Si miramos la realidad de frente, veremos que el sistema educativo español, como el de muchos otros países occidentales, se rige por los mismos principios que la economía de la fenecida Unión Soviética: un gran sector planificado compuesto por empresas públicas y cooperativas semiprivadas, flanqueado por algunas iniciativas privadas que venden su producto en el mercado gris de lo meramente tolerado. (…)

Marx y Engels, en el Manifiesto comunista de 1848, exigieron «la educación pública y gratuita de todos los niños». Sabían lo que estaban pidiendo. (…) El movimiento para hacer de la enseñanza obligatoria un servicio público se vio reforzado a principios del siglo XX por el nacionalismo y el anticlericalismo de liberales y radicales, deseosos de hacer de la escuela una forja de patriotas y de arrancar la formación de los jóvenes de «las garras de la negra clerecía». La educación republicana y laica podrá resultar simpática a la izquierda radical, pero los menos entusiastas no deberíamos pasar por alto los efectos la regimentación de los métodos y contenidos de la enseñanza sobre el pueblo soberano.

Hoy en día, las autoridades públicas, apelando al derecho de todos a la educación, se inmiscuyen en ella de tal manera que la autonomía personal y la empresarial casi han desaparecido. En los tramos de primaria y media, la mayor parte de los profesores reciben su sueldo directamente de los presupuestos públicos, aunque trabajen en centros privados si éstos pretenden la homologación. Los establecimientos educativos, con raras excepciones, seleccionan a sus alumnos por la proximidad del domicilio. El Estado y las comunidades autónomas determinan no sólo la programación general de la enseñanza, sino los planes de estudio de toda la enseñanza reglada hasta su más mínimo detalle.

La ley impone el idioma en que se han de realizar los estudios. Las autoridades deciden si los centros han de ser mixtos por fuerza y cómo se ha de enseñar religión en los institutos (y en Francia, si los alumnos pueden llevar símbolos religiosos a la vista). La censura previa de los libros subsiste en un único reducto de la vida cultural: la de los de texto homologados por los respectivos consejeros de Educación.

(…) En el campo de la formación intelectual y moral, como en otros muchos aspectos de la vida social de los países que se consideran adelantados, se hace todo lo posible por eliminar la competencia, la innovación, la diversidad, la responsabilidad y la autonomía individual. Los experimentos pedagógicos parciales al estilo de la Institución Libre de Enseñanza serían imposibles hoy, a menos que se les ocurrieran a algún burócrata para imponerlos por fuerza en su distrito. Los profesores nos quejamos de que las familias no nos visiten más que para echarnos la culpa de los desmanes de sus hijos, sin ver que ello es el resultado de haberles privado de toda responsabilidad sobre la educación de los hijos. Centralizada, ineficaz, desmoralizadora, gozamos de una educación a la soviética.

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