Formación Profesional: una reforma necesaria

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Como se ha visto en la primera parte, la Formación Profesional (FP) en España ha aumentado su atractivo para los estudiantes y el mercado en los últimos años. Sin embargo, para alcanzar los objetivos marcados por la Comisión Europea y adaptarse a las necesidades laborales del futuro, todavía son precisas algunas reformas.

De los múltiples informes que han abordado esta cuestión en los últimos años, resultan especialmente interesantes uno elaborado por el IESE en el marco de la iniciativa Descubre la FP —un proyecto conjunto de la Fundación Atresmedia y la Fundación Mapfre—, y otro publicado por la CEOE, la principal organización empresarial española. Además de coincidir sustancialmente en el diagnóstico, tienen la virtud de ofrecer propuestas concretas, y de dirigirlas específicamente a alguno de los agentes implicados: la Administración educativa, los propios empresarios o los centros donde se imparte la formación. El resultado es una “hoja de ruta” clara que marca el camino para la Formación Profesional de las próximas décadas.

Atraer, flexibilizar y evaluar

La primera tarea que estos informes fijan a la Administración es la de mejorar el atractivo de la FP de cara a la opinión pública. Los autores consideran que, pese al crecimiento del alumnado en el último decenio (muy vinculado, por otra parte, a la saturación del mercado durante la crisis económica), los estudios técnicos aún arrastran una imagen negativa en el imaginario social. Incluso cuando no existen estos prejuicios, muchos estudiantes simplemente no tienen información suficiente, y como la opción del bachillerato parece más “abierta”, se decantan por ella.

Las propuestas del IESE y la CEOE a la Administración son claras: además de incrementar las campañas de marketing general, es necesario hacer un seguimiento más detallado de la trayectoria laboral de los graduados en FP (lo que contribuiría a disipar los miedos) y mejorar la función de los orientadores que trabajan en los centros escolares, para que planteen a los alumnos la cuestión profesional antes de la elección de itinerario.

Las empresas han de implicarse más en todo el proceso de formación del estudiante: docencia, evaluación y prácticas

Otra serie de reformas tiene que ver con el diseño del currículo y con la flexibilidad para adaptarlo. Por ejemplo, recogiendo los resultados de una encuesta a estudiantes de FP, el informe del IESE pide reducir la parte más técnica (sobre todo en los grados de nivel medio) y aumentar el tiempo dedicado a formar en habilidades transversales: trabajo en equipo, trato con los clientes, gestión de una empresa o técnicas de emprendimiento, entre otras. Ya habrá tiempo de especializarse durante el nivel superior o en el propio puesto de trabajo. Los empresarios, a los que también pregunta el informe, están de acuerdo en esta reclamación.

Adaptarse al lugar

Por otro lado, es necesario adaptar la oferta educativa a las necesidades locales. Para ello, resultaría útil dotar de mayor autonomía a los centros e implicar a las empresas tanto en el diseño curricular como en la gobernanza de la Formación Profesional. Además, habría que aumentar la “transitabilidad” del sistema: que un graduado del nivel medio pueda completar una especialización (equivalente al máster de los universitarios) cursando algunos módulos, no todos, del grado superior correspondiente; o que asignaturas de grados superiores puedan ser convalidadas oficialmente por créditos universitarios.

Otra forma de movilidad que habría que incentivar entre los alumnos es la propiamente geográfica, de forma que sea sencillo trasladarse tanto entre comunidades autónomas como a otros países (ya existe un “Erasmus para FP”, pero aún es poco demandado). Una última propuesta en este apartado es la de impulsar la FP a distancia, una modalidad que cada vez atrae a más estudiantes, y que, a juicio de los autores, aún guarda un gran potencial, especialmente para trabajadores que quieran continuar su formación continua o “reciclarse” hacia otro sector.

Por último, los dos informes —especialmente el de la CEOE— piden a la Administración que los mecanismos de evaluación de los estudiantes se centren en la adquisición de competencias, de forma que resulten verdaderamente útiles a los empresarios. El del IESE lanza, además, una pregunta: ¿tiene sentido la promoción automática entre niveles de FP?

Profesores preparados

Los informes también coinciden en las propuestas de mejora destinadas a los centros de FP. Por un lado, se repite la reclamación de “hacer marketing”, solo que ahora a un nivel más local: las instituciones educativas deben promocionarse mejor en los colegios, por ejemplo organizando visitas a sus propias instalaciones y a empresas cercanas, u ofreciendo tutorías personalizadas a alumnos que estén considerando la opción de la FP.

En cuanto a la calidad de la educación, los autores plantean la necesidad de una formación permanente del profesorado, más acuciante en el sector de la FP que en otros estudios. Específicamente, convendría preparar bien a los docentes que serán tutores de los estudiantes en prácticas y, si las empresas aceptan, también a los mentores externos que se encargarán de acompañarlos y evaluarlos. En cualquier caso, para mejorar la transición de la formación al empleo, la relación entre los centros y las empresas de su entorno ha de ser fluida.

Los informes piden a la Administración que “pode” el currículo de aspectos demasiado técnicos y lo flexibilice

Por otro lado, se debería estudiar la posibilidad de “sumar esfuerzos” para crear centros integrados, dedicados únicamente a la FP, donde se reuniría una oferta de grados más amplia y de todos los niveles. Además, en estas instituciones se podrían abrir departamentos de investigación o laboratorios de emprendimiento, que enriquezcan la enseñanza.

Que las empresas se impliquen

Los dos informes coinciden en que las empresas han de asumir más protagonismo en el proceso formativo de los estudiantes. Esto compete, como se ha dicho antes, a la Administración, pero también los propios empresarios pueden y deben implicarse más. Por ejemplo, reclamando a los centros que la evaluación de los alumnos esté más centrada en habilidades o competencias que en criterios puramente académicos. En contrapartida, las compañías han de comprometerse a que la formación en el lugar de trabajo se adecue al currículo establecido.

Por otro lado, sería muy positivo que algunos empresarios de prestigio pudieran impartir clases. Por supuesto, primero han de estar dispuestos (y preparados), pero quizás la Administración podría cooperar a ello ofreciendo un tipo de relación contractual y/o una serie de incentivos que ayuden a dar el salto a las aulas.

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Ver también La FP quiere dejar de ser el “patito feo” de la educación

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