Amsterdam. A finales del siglo pasado, el gobierno holandés trató de fomentar las fusiones entre las escuelas superiores, que imparten estudios de grado sobre todo en carreras de tipo más técnico. Esta medida prometía una serie de ventajas como el ahorro de costes, en la medida en que las escuelas podrían compartir departamentos, recursos humanos, recursos informáticos, mantenimiento, servicio técnico, imprenta…
En Holanda, el gobierno financia cada institución según el número de estudiantes que se inscriben. Mientras que en una escuela pequeña la financiación está al albur del número de estudiantes que se matriculen, las fusiones darían lugar a un ente mayor, que garantizaría la continuidad de la diversidad de estudios. Después de la fusión, si en una rama había muchos alumnos, se podrían cubrir las pérdidas de otra especialidad con menos estudiantes para que siguiera funcionando.
Las fusiones se multiplicaron dando como resultado megainstituciones. En 2002 InHolland, resultado de la fusión de 6 escuelas, se convirtió en la escuela superior más grande de Holanda, con 27.000 estudiantes. Actualmente hay otras que la superan. En la Hogeschool van Amsterdam se pueden estudiar 80 carreras y Fontys tiene 40.000 alumnos en 38 institutos dispersos por la región de Brabante.
«La megalomanía y el miedo a la competencia económica han puesto en boga las fusiones entre las escuelas superiores en Holanda», dice Arjo Klamer, catedrático de arte y cultura de la Universidad Erasmus (Rotterdam). Se trata de una moda que convierte instituciones de identidades muy diversas en escuelas masificadas en las que desaparece la cultura que las originó, con sus peculiaridades en cuanto al estilo de la enseñanza y el ideario de la institución. Las fusiones se dan también entre escuelas públicas y las privadas concertadas.
La enseñanza holandesa, donde las iniciativas de diversas confesiones consiguieron ya hace un siglo igualdad de trato con las instituciones estatales, comprendía un amplio espectro ideológico de institutos y escuelas de enseñanza primaria, secundaria y superior.
Para recibir financiación pública se debe acreditar que los programas ofrecidos responden a las exigencias oficiales. En la enseñanza superior los estudiantes pagan unos 2.000 euros por año.
Acuerdos en vez de fusiones
Los defensores de las fusiones afirman que, además de las ventajas económicas, garantizan una mayor diversidad de carreras. «Es verdad, en una universidad grande hay muchas disciplinas y especialidades, pero no existe contacto entre ellas», replica Arjo Klamer. «La masificación es ineficaz en términos académicos. Nunca tuve tanto contacto con filósofos, matemáticos, politólogos y gente de letras como cuando estuve en una pequeña universidad en EE.UU.».
Paul Helping, portavoz del consejo de escuelas superiores, niega que la fusión tenga como efecto la masificación. Cada uno trabaja en su escuela y el tamaño de esta es limitado. A Fena Vergeer, parlamentaria socialista, tampoco le atraen las fusiones en escuelas superiores: «Megainstitutos como InHolland corren el peligro de perder el control de calidad y la tendencia es que las horas de clase sean cada vez menos. Con estas ampliaciones producidas por la fusión, lo que priva es el funcionamiento de la institución como empresa y no la calidad de la enseñanza». InHolland ha tenido una publicidad funesta por las quejas de los alumnos de que no se les da la enseñaza prometida.
Algunas instituciones han buscado una alternativa a la fusión. En el norte del país, cinco escuelas superiores de Friesland, Drenthe y Groningen, han creado un «Kenniscampus» en el que comparten conocimientos e infraestructuras. Se llaman Hogenscholengroep Noord Nederland. Les parece útil reforzar la cooperación para mejorar los contenidos de la enseñanza, pero no creen necesaria la fusión, que en muchos casos está ocurriendo en este país a modo de OPA hostil. En estos casos, toda la energía se pierde en adaptarse a las nuevas estructuras, pero los contenidos de la enseñanza no salen ganando.
El descontento sobre las fusiones es solo una muestra del clima general respecto a la enseñanza. Incluso asociaciones de estudiantes se manifestaron ya la semana pasada pidiendo más horas de clase. El Parlamento ha acordado llevar adelante una investigacion independiente sobre la calidad de las reformas introducidas durante los últimos 25 años.
Carmen Montón