El verano pasado, cuando arrancó la campaña del gobierno de la India para fomentar que más niños fueran a las escuelas, nadie se podía imaginar que la respuesta sería tan abrumadora. Pero, hace cinco años, tampoco nadie se hubiera imaginado los cambios estructurales y sociales que se están dando en la India con el inicio del milenio.
Ciertamente la apertura comercial, la entrada de empresas multinacionales, la televisión por cable y la marea de productos occidentales que han llegado hasta los más recónditos rincones rurales del subcontinente asiático, están generando una nueva forma de pensar y ver la vida.
Y la educación primaria, que hasta ahora era accesible solo para una elite, se está propagando rápidamente por todo el país, gracias también a la iniciativa privada de miles de maestros y pequeños empresarios que han visto una oportunidad de ganar dinero. El negocio supone además un directísimo servicio a la sociedad, en un país donde la acción del gobierno no ha logrado aún subsanar el analfabetismo del 40% de la población mayor de 15 años.
Escuelas privadas asequibles
El gobierno aprobó en 2002 una nueva ley que obliga a todo niño menor de 14 años a cursar la enseñanza primaria. Pues todavía 40 millones de niños no van a la escuela. Pero por más que quieran, para muchos de ellos esta ley es una utopía, principalmente por dos razones. La primera, cultural, pues muchas personas de clase baja consideran todavía que ellos «no nacieron para eso». La segunda razón es económica, ya que enviar a los hijos a la escuela, en lugar de utilizar sus manos para trabajar el campo o el taller, es un lujo que no se pueden permitir.
Pero la marginación social de las castas bajas ha ido cambiando en los últimos años. El ejemplo de varios líderes políticos, entre ellos el presidente Kalam, ha demostrado que aun siendo de una minoría o de casta baja es posible alcanzar puestos de poder político en la nueva India.
Y por otra parte, la iniciativa privada está haciendo que florezcan escuelas, que aquí se llaman public schools aunque no tienen nada que ver con el gobierno. Gracias a la eliminación de licencias y permisos gubernamentales para establecer un centro educativo, profesores de todo el país están uniendo fuerzas para iniciar estas escuelas y, de paso, generar mejores ingresos para sus familias. Se han registrado ya más de diez mil de estas escuelas en todo el país.
Las tasas -como media, unas 100 rupias mensuales, equivalentes a 2 euros-, son suficientemente atractivas para que los padres quieran enviar a sus hijos a la escuela privada, en lugar de la tradicional escuela estatal, donde los medios materiales son precarios, los profesores se ausentan con frecuencia y los niveles educativos dejan mucho que desear. Tradicionalmente la India ha descuidado el gasto en enseñanza primaria, a la que dedica solo el 1,7% del PIB, y ha empleado en proporción más recursos a la enseñanza superior.
El inglés, principal atractivo
Uno de los imanes más importantes de esta revolución educativa se debe a que las escuelas privadas imparten las clases en inglés, a diferencia de las escuelas estatales que promueven el hindi o los idiomas regionales.
«Queremos que nuestros hijos aprendan bien inglés, pues así conseguirán mejores empleos y no se quedarán rezagados como nosotros», declaraba al New York Times (15-XI-2003) Ram Babu Rai, un campesino que tiene un ingreso de 1.000 rupias al mes (unos 20 euros) y que hace un considerable esfuerzo económico para poder enviar a uno de sus tres hijos a la escuela, una inversión que representa 2.500 rupias al año (50 euros), incluyendo el modesto uniforme azul y anaranjado del pequeño.
«Por generaciones hemos estado haciendo trabajos manuales», explica Rehaman Sheik, de 35 años, un fontanero analfabeto de una de las chabolas de Mumbai (antes Bombay). «Ellos», dice refiriéndose a sus hijos, «deben de tener una profesión decente».
Para muchos padres de familia, la única educación que vale la pena es aquella en la que se invierte una cantidad razonable de dinero. Los profesores están aprendiendo este razonamiento y las nuevas condiciones brindan la posibilidad de que demanda y oferta se encuentren en un punto donde todos ganan. Sobre todo, el país.