La coeducación no es un dogma

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El sociólogo francés Michel Fize está entre los que se niegan a sacralizar la coeducación como garantía de la igualdad entre los sexos. Autor de un libro polémico en Francia, «Les pièges de la mixité» («Las trampas de la escuela mixta»: cfr. servicio 120/03), ha hecho unas declaraciones a «La Vanguardia» (Barcelona, 15 septiembre 2004), de la que entresacamos algunos párrafos.

Preguntado por qué critica la educación mixta, Michel Fize responde: «Yo no critico la educación mixta. ¡Yo critico que la educación mixta sea considerada como un artículo de fe, un dogma, un principio sagrado, intocable! El objetivo de la educación mixta, la igualdad entre los sexos, parece sensato, ¡desde luego!, pero… ¿es la escuela mixta la vía que conduce a esa igualdad? Yo discuto ese argumento. Planteo que, por el contrario, favorecer la igualdad exige en muchos momentos evitar la escuela mixta y abogar por las aulas separadas».

¿En qué momentos? «Cuando los niños son pequeños no pasa nada, pero sabemos los sociólogos que en la fase de adolescencia muchas chicas, durante su pubertad, se sienten muy incómodas, muy vulnerables a las miradas de los chicos. En las clases de gimnasia, sobre todo. ¡Muchas lo viven como un atentado a su pudor, una perturbación de su intimidad!»

Fize señala que la escuela mixta no nació por motivos pedagógicos: «Al aumentar la escolarización en los años sesenta no había dinero suficiente para hacer escuelas separadas. El pecado original de la escuela mixta es ése: es el resultado de una restricción presupuestaria. No nació para combatir la desigualdad. Eso se argumentó luego, desde el 68 y desde el feminismo: se vinculó la escuela mixta al igualitarismo. Y en 1975 se aprobó en Francia la ley Haby, que impuso ya la escuela mixta obligatoria en la enseñanza pública».

Actualmente vemos que las chicas tienen mejor rendimiento escolar que los chicos. ¿Es porque la enseñanza mixta les favorece a ellas? «No. Los chicos fracasan más en las aulas porque sienten la escuela como limitación, porque fuera viven cosas más interesantes. Tienen una rica vida ‘tribal’ fuera y, ante eso, el modelo escolar se queda arcaico.

¿Y no pasa lo mismo con las chicas? «A una chica no se le presiona tanto para que estudie como a un chico. Ese difuso machismo social familiar carga de presión escolar al chico, mientras que la chica acude más relajada. Y, así, ella se toma la escuela con más ganas: ve que la alternativa a estudiar es una vida dependiente de un hombre. De ahí que la adaptabilidad de las chicas es hoy muy superior a la de los chicos».

Fize propone que «durante su adolescencia los alumnos puedan optar libremente entre estar en un aula mixta o separada por sexos. ¡Eso sí es igualdad de opciones! Lo de hoy es violencia psíquica ejercida sobre muchos jóvenes. Además, hoy veo aulas de formación profesional con 28 chicas y dos chicos (o al revés): ¿eso es escuela mixta o qué es? Para quien queda en minoría, esto es psíquicamente muy dañino: ¡mil veces mejor le iría estar en una aula separada!».

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