Entrevista con Angela Crott, autora de «¿Es mi hijo un macho?»
«Nací en el seno de una familia de tres hijas. Educada en los años sesenta y setenta del siglo pasado, estaba convencida de que las diferencias entre chicos y chicas eran resultado de la educación. Cuando empecé a dar clases y, más tarde, al tener hijos, me di cuenta de que no era así. Y nadie muestra de un modo más claro esta diferencia que un niño». Así presenta Angela Crott -49 años, historiadora, maestra y madre de dos hijos- sus inquietudes que cristalizaron en el libro recién publicado «Is mijn zoon een macho? Over het opvoeden van jongens» («¿Es mi hijo un macho? Educar a chicos») (1).
Angela Crott tiene la costumbre de confiar sus reflexiones al papel. Así lo hacía para contar a sus hijos Fabian (22) y Rutger (24) cómo habían sido de pequeños. Al escribir entremezcla su experiencia como madre y educadora. No pensaba publicar nada ni es mujer de barricadas. Pero las noticias sobre el fracaso escolar entre los chicos, la feminización de la enseñanza y los chicos incomprendidos, hicieron que sus preocupaciones fueran cristalizando en una obra que encontró fácilmente camino a un editor.
«¿Hasta qué punto es la situación realmente preocupante?»
En una investigación hecha por encargo del Ministerio de Educación, la Universidad de Nimega afirmaba que no hay que alarmarse por la feminización de la docencia y que esto no influye en que los resultados de los chicos en la enseñanza media sean cada vez peores. En este ciclo escolar, según la investigación, hay más profesores que profesoras. Pero el problema empieza en la enseñanza básica, donde hay más mujeres llevando una clase y donde predomina la visión femenina en los criterios de evaluación y de disciplina. Entre tanto, no es que los chicos hayan perdido fuerza física, ni valor, pero sí ha disminuido su espíritu de lucha y su firmeza, acoquinados por los niveles que alcanzan las niñas.
A ellos se les exige que se comporten como niñas en clase: tranquilitos, hacer juegos en grupo, recortar, pegar, coser y sobre todo no organizar follones en el recreo. Desde que son pequeños, en la guardería hay mujeres, la canguro es una estudiante, la profesora es mujer y la voluntaria que vigila en el comedor también. Además, con el aumento del divorcio cada vez hay más chicos que en casa sólo son educados por la madre. Creo que el problema merece atención.
Chicos incomprendidos
¿Pero no había que reajustar los papeles?
En la lucha por la igualdad, nos hemos olvidado de que los chicos son diferentes y que hay que tenerlo en cuenta a la hora de educar. Además, las chicas llevan ya años de ventaja en lo que se refiere a la atención a sus problemas en parte por la emancipación, y sobre todo porque son más comprendidas por profesoras del mismo sexo. Si un niño se hace el hombre, se le acusa enseguida de macho. Pero no existe ni siquiera palabra para definir a la chica que se pasa exponiendo su feminidad, pues en realidad vienen a hacer lo mismo.
Otro ejemplo de desigualdad. Mi hijo menor, cuando llegaba el verano, no se podía concentrar con las niñas medio vestidas en la clase y además no se les podía decir nada. Un día que el calor apretaba y él fue a clase con shorts, las chicas le pusieron verde.
Respecto a la enseñanza, yo también era partidaria de la hora de manualidades para los chicos en la escuela primaria, así como de enseñarles tareas domésticas en la escuela para evitar la «aspiradoritis», pero ya no pienso así. Ese tipo de tareas se aprende ayudando en casa, e incluso así con dificultad. También en países donde pensamos que la emancipación ha igualado los roles, la diferencia subsiste. En Suecia el padre puede tomar dos meses de permiso manteniendo el 80% del salario cuando nace un hijo y la mujer 11 meses pagados. Sólo un 14% de los hombres lo hace. Los hombres seguirán teniendo menos inclinación a estas tareas que las mujeres.
¿Es partidaria de la educación separada por sexos?
Quizá sería ventajoso un poco de distancia entre ambos, pues la coeducación tampoco los acerca de verdad. Por ejemplo, habría que dar separada la clase de gimnasia, por la misma razón que los deportes son o para hombres o para mujeres. Pero en otras asignaturas también puede mejorar el aprendizaje.
En Inglaterra se hizo un experimento con alumnos de 4º año que tenían muy malos resultados en lengua. Se separaron los niños de las niñas. El profesor buscó textos más adecuados para cada grupo y se centró en sus diferentes intereses. Después de dos años, el 34% los chicos tuvieron notas entre 7 y 9, mientras que en las clases mixtas sólo lo lograban el 9%, y de las chicas el 75% sacó entre 7 y 9 frente al 47% de antes. No sólo mejoraron en las evaluaciones, sino que también cambió el comportamiento: se encontraban más a gusto entre sus iguales, sin temor a llamar la atención por quedarse relegados.
Reclutar más maestros
¿Y cómo reclutar más hombres para maestros?
No es un problema sólo de Holanda. En Inglaterra llaman a la escuela primaria no man’s land por el mismo motivo. Los chicos son más inquietos, tienen más energía y necesitan utilizarla; experimentan hasta dónde pueden llegar, les atrae el peligro. Los chicos necesitan un hombre como modelo entre los 9 y los 14 años y justo tienen profesoras a las que les irrita su conducta y quieren tener todo bajo control. La falta de alumnos varones en las escuelas de magisterio no sólo se debe a cambios en el sistema de nuestro país, también influye el contenido del currículo. Se les llama, y no sin razón, escuelas «de recortar y pegar». Deberían tener en cuenta en sus currículos un tipo de tareas que atraigan más el interés de los jóvenes estudiantes. Que prepare a los futuros profesores a enseñar a los chicos con entusiasmo, a ser exigentes sin estar continuamente encima, a reaccionar con humor y dureza si es necesario, que no se pongan a la defensiva y que no midan fuerzas con los alumnos. Un tipo así sería el mentor ideal de los chavales. A ver quién se atreve.
Carmen Montón______________________(1) Angela Crott. Is mijn zoon een macho? Over het opvoeden van jongens. Editorial MOM/Unieboek. Houten (2004). 144 págs. 14,99 €.Pocos hombres en las tarimas
En todos los países de la OCDE, el profesorado de educación infantil y de enseñanza primaria es predominantemente femenino; como media, casi un 95% en educación infantil y más del 78% en la primaria.
Canadá y Francia son los únicos países donde más del 20% de los profesores de educación infantil son varones. En la enseñanza primaria, los países con más profesorado masculino son Canadá, Dinamarca, Japón y México, y aun en estos casos los varones sólo son uno de cada tres maestros.
En el primer ciclo de la enseñanza secundaria siguen predominando las profesoras (casi un 65% como media), mientras que en la secundaria superior el profesorado femenino y el masculino se equilibran.