Desbordada por la afluencia de estudiantes, la Universidad alemana se queja de la creciente masificación y advierte al gobierno que, si no aumenta sus recursos financieros, se expone a una oleada de protestas. El gobierno de Bonn y los de los Länder, acuciados por otras muchas necesidades, exigen una reforma de las universidades antes de ampliar sus presupuestos. La cuestión deberá abordarse este año en una reunión en la cumbre dedicada a la educación, encuentro que el canciller Kohl ha ido demorando hasta ahora.
El actual malestar universitario se debe a que el aumento de los presupuestos no ha ido al paso del boom estudiantil. El número de estudiantes se ha duplicado prácticamente desde 1975, hasta alcanzar hoy la cifra de 1,8 millones de alumnos; sin embargo, los gastos universitarios sólo han crecido un 20% desde 1980. El resultado es la superpoblación universitaria: clases atestadas, falta de alojamientos para estudiantes, aumento del fracaso escolar (el 27% de los alumnos abandonan los estudios sin conseguir un título). Según reflejaba un reciente reportaje de Der Spiegel, algunas universidades han tenido que alquilar cines o cuarteles para dar clases, por insuficiencia de locales.
El problema no se plantea del mismo modo en la antigua Alemania del Este, donde las universidades -con problemas de renovación política y académica- resultan mucho menos atractivas. Pero los jóvenes del Oeste no tienen ningún deseo de ir a estudiar al Este.
Antes de abrir más la bolsa, el gobierno de Bonn exige una reforma de las universidades. Los ministros de educación de los dieciséis Länder se declaran dispuestos a realizar la reforma con tal de pasar a Bonn una abultada factura. El punto más importante es una reducción de la duración de los estudios, de modo que se pueda obtener un diploma profesional después de nueve semestres. Los estudiantes que no terminen a tiempo su carrera se expondrían a sanciones financieras o a tener que abandonar la Universidad; en cambio, los que vayan adelantados se beneficiarían de primas.
Los ministros de educación de algunos Länder sugieren también que el presupuesto de las universidades esté en función no del número de estudiantes inscritos, sino del número de alumnos que obtengan el título. El mayor control del gasto se nota también en el recurso a consultores de empresas, encargados de verificar la eficacia de los estudios especializados. Estas medidas inquietan a los profesores, que además se ven acusados por los estudiantes de preocuparse más por la investigación que por la calidad de la enseñanza.