Para evitar la incultura religiosa

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Aproximaciones laicas a la enseñanza del hecho religioso en la escuela
Junto a las connotaciones del 11-S en las relaciones entre Occidente y el Islam, Europa se replantea el lugar de la religión en la vida pública. El debate sobre la mención del cristianismo en la Constitución europea, el surgimiento de nuevas espiritualidades y la presencia social del islamismo por la inmigración, hacen que el hecho religioso cobre nueva actualidad. Francia, prototipo de la laicidad, ofrece nuevas perspectivas interesantes, mientras España introduce en los planes de estudio un área de sociedad, cultura y religión.

A comienzos de febrero, se difundía que la ciudad francesa de Montreuil había creado un «Centro cívico del hecho religioso». La idea es del alcalde comunista, Jean-Pierre Brard, ateo convencido, que ha confiado la dirección del centro al intelectual musulmán Mohamed Arkoun, profesor emérito de la Sorbona.

El centro cívico de Montreuil cuenta con un presupuesto de 75.000 euros, aportados por el Ayuntamiento de la ciudad. Su consejo científico está compuesto por universitarios de signo diverso, que diseñarán los planes de trabajo: conferencias dirigidas al gran público y cursos destinados a sectores específicos, sobre todo, profesores.

El gran objetivo es luchar contra la «incultura religiosa» -caldo de cultivo de los fundamentalistas, según los promotores del proyecto-, y fomentar el interés por las creencias de los demás. El alcalde critica a los que se han opuesto a su idea en nombre de la laicidad: «Cada religión tiene sus integristas, y la laicidad, los suyos. Siempre la misma canción: el oscurantismo». Montreuil tiene 91.000 habitantes, 20.000 de tradición musulmana y 4.500 de origen judío, aparte de la mayoría de cristianos, practicantes o no.

Un marco laico y republicano

Se sigue discutiendo la oportunidad de incluir alguna referencia a Dios en la futura Constitución europea. Pero nadie puede negar la fertilidad de la tradición judeocristiana en la cultura e historia de Europa, sin desconocer tampoco las aportaciones islámicas, especialmente a través de Córdoba y Toledo.

Régis Debray, hoy profesor de la Sorbona, publicó en 2001 un ensayo centrado en su trayectoria personal, que alcanzó amplia difusión: Dios, un itinerario. En el mes de diciembre de ese año, Jack Lang, ministro de Educación en el equipo presidido por el socialista Lionel Jospin, le encargaba un estudio sobre la enseñanza de las religiones en la escuela. Le dirigió una carta, en la que mencionaba una frase del libro: «Con razón, la República no reconoce ningún culto. ¿Significa que debe rehusar conocerlos?»

Para proseguir la renovación del sistema público de enseñanza, Lang quería abordar la presencia del hecho religioso en los programas de historia y filosofía, siempre dentro de un «marco laico y republicano». Y pedía sugerencias a Debray respecto de los programas de enseñanza y, sobre todo, de la formación de profesores. En marzo de 2002, en un dictamen sereno, Debray afirmaba que el Estado laico tiene que procurar que se comprenda el hecho religioso, como elemento cultural e histórico y, además, como instrumento de convivencia en una sociedad multicultural.

El punto de partida del informe de Régis Debray al Ministro Jack Lang era neto: «La opinión francesa, en su mayoría, aprueba la idea de reforzar el estudio de lo religioso en la escuela pública». Se imponía una aproximación razonada a las religiones como hecho de civilización, para evitar rupturas y desmemorias. Sin una información religiosa no pueden ser comprensibles ni interesantes «los tímpanos de la catedral de Chartres, La Crucifixión del Tintoretto, el Don Juan de Mozart, el Booz dormido de Víctor Hugo y La Semana Santa de Aragón».

Por otra parte, a juicio de Régis Debray, «el hundimiento o la erosión de los antiguos vectores de transmisión que constituían iglesias, familias, costumbres y urbanidad, traslada al servicio público de la enseñanza tareas elementales de orientación espacio-temporal que la sociedad civil no está en condiciones de asegurar».

Además, dentro del fenómeno creciente de la inmigración que proviene del mundo islámico, preocupa la proyección de evidentes tendencias fundamentalistas. «Está comprobado -afirma Debray- que un conocimiento objetivo y detallado de los textos sagrados como de sus propias tradiciones, conduce a un gran número de jóvenes integristas a sacudirse la tutela de autoridades fanatizantes, a veces, incultas o incompetentes».

Los programas franceses

En Francia, desde 1996, los programas escolares tienen más en cuenta la historia y los textos de las grandes religiones, para evitar «el analfabetismo religioso de los alumnos», según la tesis de la Liga de la Enseñanza, que se pronunció desde 1982 por una docencia laica y cultural de las religiones.

Por ejemplo, el programa oficial de historia de 2º -el curso anteúltimo, en torno a los 17 años- aborda «seis momentos históricos que jalonan la elaboración de la civilización occidental». Entre esos momentos figura lógicamente el nacimiento y la difusión del cristianismo. Ese programa incluye también el «mapa del Mediterráneo en el siglo XII», presentado como el carrefour de tres civilizaciones: la cristiana occidental, Bizancio y el Islam.

La estricta dimensión religiosa se considera más a fondo en 6º y 5º -hacia los 13-14 años-, con el estudio de la Antigüedad y la Edad Media, que incluyen la vida y la enseñanza de Jesucristo, y Mahoma y el Islam. En Francés, los programas de 6º insisten sobre las nociones de «patrimonio» artístico y literario. Se incluye el estudio de la Biblia en el programa de Letras, y se aconseja a los profesores de historia y de lengua que trabajan diversas cuestiones en equipo. Pero los problemas fundamentales derivan de una insuficiente formación de los profesores.

En junio de 2000, se realizó un sondeo CSA para el diario Le Monde y la revista mensual Notre Histoire. El 57% de los consultados se declaró a favor de la enseñanza de historia de las religiones. Para el 74%, permitirá mejorar la cultura general de los alumnos, y desarrollar el espíritu de tolerancia (69%). Como es lógico, en esa encuesta el hecho religioso era percibido por la opinión sobre todo desde el ángulo de la cultura y de los valores, antes que desde un enfoque «creyente» o incluso histórico.

Para fortalecer la tolerancia

El cambio de orientación del nuevo gobierno formado por Jacques Chirac tras las elecciones de 2002 no ha afectado a la enseñanza de la religión. En noviembre, en el marco de un seminario al que asistían 300 responsables pedagógicos, el ministro delegado de enseñanza escolar, Xavier Darcos, les animaba a abordar a fondo las cuestiones planteadas por la religión. El servicio público de la educación nacional debe desarrollar la enseñanza de los hechos religiosos en la escuela, para colmar un evidente déficit cultural de los jóvenes y luchar contra la ignorancia de muchos.

La escuela pública debería aproximarse al fenómeno religioso de un modo «más completo y más transversal», también para contribuir a «dar sentido a la vida». El propio presidente de la República dirigió un mensaje a los participantes, iniciativa ciertamente excepcional para una simple sesión de formación pedagógica continua. En el texto de Jacques Chirac, leído por Darcos, manifestaba su preocupación por la abundancia de prejuicios sociales, que se nutren del «repliegue sobre sí mismo y de la ignorancia». Contra ese riesgo, y para fortalecer el «espíritu de tolerancia», el presidente de la República propone mejorar la enseñanza del hecho religioso dentro de la escuela laica.

Para evitar suspicacias, el ministro se apresuraba a matizar que no se persigue un a modo de «retorno de Dios a la escuela». Ya está previsto, por lo demás, un tiempo libre para la enseñanza de la religión fuera de la escuela, a cargo de los responsables de las correspondientes confesiones. Pero no parece lógico privar a la joven generación de un mínimo de cultura religiosa, distinta de la catequesis. Porque, a juicio de Luc Ferry, no es posible profundizar en arte o en historia sin interesarse por la religión.

De la historia al presente

La dificultad está en que, como señalaba Régis Debray, «el hecho religioso no es archivo y vestigio del pasado». Se quiera o no, enseñar religión nunca será igual que enseñar historia o geografía. De hecho, en el marco escolar se plantean casi siempre cuestiones más o menos incómodas o enojosas: «uso de signos religiosos, días de examen, menús especiales, petición de dispensas». Pero a Debray no le parece lógico detenerse ante esas posibles dificultades: «Guste o no, desde hace mil años hay catedrales en las ciudades de Francia, obras de arte sagrado en los museos, gospel y soul en la radio, fiestas en el calendario, modos distintos de contar el tiempo a través del planeta» (cfr. Le Monde, 7 noviembre 2002; un amplio extracto de su intervención se publicó en El País del 21 de noviembre).

Algunas materias básicas incluyen lógicamente cuestiones religiosas en sus programas. No sólo la historia, también la lengua y la literatura. En los colegios públicos franceses se intentan enfrentar al alumno con los grandes textos, como la Biblia, la Odisea o los relatos de caballerías. Pero, en la práctica, como reconocía Dominique Borne, un inspector general del Ministerio de Educación, «a medida que se avanza en la historia, se habla cada vez menos de lo religioso, porque se plantea una cuestión difícil: ¿cómo ir del pasado al presente? Un profesor de 5º habla en clase del Islam, y un alumno salta ‘¡Bin Laden!’ ¿Cómo reaccionar?» El análisis literario de un texto en francés puede comportar dificultades semejantes: «Es preciso evitar una aproximación sacralizada a los textos, pero sin desacralizar los contenidos», concluye otra inspectora general de letras, Katherine Weinland (Le Monde, 7 noviembre 2002).

Inseguridad de los profesores

En la escuela francesa, como en Gran Bretaña, Alemania, España o Italia, crece la diversidad de los alumnos. A esa dificultad se añade el que «muchos profesores son reticentes a hablar del cristianismo -por viejas raíces anticlericales-, pero se sienten como obligados a hablar del Islam, como si fuese una religión sacrificada», afirmaba otra inspectora, Danielle Champigny. Incluso en la enseñanza primaria, a juicio de Martine Safra, «los hechos religiosos son relativamente poco abordados en las clases (…). Muchos temen traicionar la laicidad o herir a sus alumnos». Además, el problema se complica por la inseguridad intelectual de los profesores que, en el fondo, «se sienten poco seguros, justamente por su déficit de cultura religiosa» (ibidem).

Pero, como afirma una profesora en el colegio público Valmy (París), Stéphanie Morillon, «tengo una experiencia muy positiva de la enseñanza del hecho religioso en la escuela. Los alumnos tienen curiosidad y avidez por oír hablar de religión, sin juzgar las creencias».

Sin embargo, en colegios de ámbito rural, donde no suele haber alumnos de confesiones diferentes, el lenguaje meramente académico puede resultar insuficiente ante las cuestiones vitales que tienen planteadas los alumnos. Si el profesor prescinde de puntos de vista específicamente religiosos, puede no tener dificultades con los alumnos, pero sus padres pueden considerar que se trata con demasiado despego la figura de Cristo. Así lo experimenta Thierry Desvallées, profesor en la ciudad de Montebourg (Manche).

La religión en la ley española de calidad de la enseñanza

La religión no puede por menos de tener espacio en una educación de calidad del siglo XXI. Se comprende que la LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación), la última ley española que reforma la enseñanza obligatoria, configure una área de Sociedad, Cultura y Religión, con asignaturas obligatorias para los centros, pero electivas para cada alumno, de carácter confesional o no: una solución coherente con un Estado no confesional, pero tampoco laicista, como sucede en tantos países de Europa.

Los profesores o, en su caso, los alumnos pueden elegir una enseñanza religiosa confesional, entre aquellas confesiones que hayan suscrito un acuerdo con el Estado. Todos los centros educativos deben organizar ambas opciones, para que los alumnos elijan una de las dos. Como es lógico, la enseñanza confesional se ajustará a lo establecido en los correspondientes acuerdos (actualmente, con la Iglesia Católica y las comunidades hebrea y musulmana).

Las enseñanzas comunes correspondientes a la opción no confesional serán establecidas por el gobierno. De hecho, están circulando los borradores de los decretos que desarrollarán la LOCE. Del área de sociedad, cultura y religión, se dice expresamente que «deberá proporcionar al conjunto de los alumnos una formación humanística lo más completa posible»: «Deberá enmarcar la expresión religiosa en su contexto histórico y social y dotar a ésta de un sentido de evolución en el tiempo, incluida la dimensión biográfica de los fundadores de las grandes religiones. Asimismo incluirá la dimensión cultural y artística del hecho religioso, de manera que su conocimiento contribuya, en todo caso, al mejor acercamiento de los alumnos a las distintas expresiones culturales. Finalmente posibilitará el análisis comparado de los contenidos y líneas básicas de las grandes religiones vigentes hoy en el mundo y su relación con un orden político basado en los derechos fundamentales de las personas».

Una opción no confesional

Ya en el caso concreto de la opción no confesional, esta área docente, según el borrador mencionado, «entiende el hecho religioso como un elemento de la civilización, y las manifestaciones y expresiones históricas de las distintas religiones, como fenómenos que han influido en mayor o menor grado en la configuración social y cultural de los pueblos y en su trayectoria histórica».

De este modo, se pretende contribuir a la formación humanística de los alumnos, completando los conocimientos adquiridos en otras áreas. El hecho religioso se encuadra dentro de las correspondientes dimensiones históricas, culturales, científicas, morales, artísticas, literarias, sociales.

No falta, además, entre los objetivos didácticos «valorar la importancia pasada y presente de la tolerancia y la libertad religiosas para la convivencia política pacífica y libre, así como para el desarrollo intelectual, científico y cultural de los pueblos».

Salvador Bernal

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