En la multicultural Quebec, la promoción del respeto a la diversidad se ha convertido en un lugar común. Por eso, a muchos quebequenses les ha sorprendido el empeño del gobierno por imponer a un colegio católico lo que deben pensar sus alumnos sobre la religión. En una sentencia clarificadora, un juez del Tribunal Superior de Quebec da la razón al colegio Loyola, de los jesuitas, y saca los colores al gobierno.
El pasado septiembre, la asignatura de Ética y Cultura Religiosa (ERC, por sus siglas en inglés) pasó a convertirse en obligatoria para todos los alumnos de la provincia canadiense de Quebec. Su objetivo, según el gobierno, es promover el respeto a las diferencias culturales y religiosas de una población cada vez más diversa.
Ciertamente, la idea es atractiva. Pero en la práctica no todo es trigo limpio. De entrada, esta materia ha sustituido -sin pasar por un debate público- a la asignatura de religión en la escuela. Si antes existía la alternativa entre clase de religión (católica o protestante) y ética, ahora se enseña ERC a todos.
Otro aspecto polémico de esta materia es el relativismo religioso que subyace a sus contenidos. Desde la guardería hasta el final de la secundaria, a los alumnos se les explica que todas las religiones, incluyendo el animismo pagano y las sectas, son igualmente verdaderas.
Según uno de los creadores de ERC, el curso “debe sacudir en los estudiantes una identidad demasiado sólida” de modo que experimenten “la divergencia y la disonancia” a través del “cuestionamiento” (cfr. Aceprensa, 22-01-2009).
Sesgo totalitario
Contra esta curiosa forma de enseñar el pluralismo ha protestado el colegio católico Loyola, con sede en Montreal. El centro solicitó al gobierno de Quebec que le eximiera de impartir esa materia, dado que ya contaban con una asignatura que enseñaba la tolerancia de acuerdo con su ideario.
Pero el gobierno denegó la petición, alegando que una asignatura confesional no podía cumplir los objetivos que persigue ERC. La idea es que para enseñar el respeto a la diversidad es preciso pasar por el aro del relativismo, y punto.
El colegio Loyola recurrió la decisión del gobierno ante el Tribunal Superior de Quebec. La sentencia de 63 páginas, dictada por el juez Gérard Dugré, zanja la polémica en unos términos bochornosos para el gobierno: “La obligación impuesta al Loyola de enseñar la asignatura de Ética y Cultura Religiosa al estilo laicista asume un sesgo totalitario”.
Gana la libertad religiosa
La columnista Barbara Kay se ha sumado a la polémica en el diario canadiense National Post (22-06-2010): “Muchos padres comprometidos con la religión e instituciones como el colegio Loyola, fundado en 1848, creen que ‘la divergencia y la disonancia’ así como el ‘cuestionamiento’ (o sea, crear dudas sobre la propia identidad religiosa y cultural) es lo último que necesitan los niños”.
“Esta estrategia pedagógica socava la serena interiorización de la identidad religiosa que los niños aprenden en casa”. Por otra parte, “asumir una identidad propia no excluye instruirse sobre otras religiones y culturas; algo que los alumnos y las instituciones educativas como el Loyola ya hacen. El problema es que ERC quiere ir más lejos: pretende obligar a las instituciones religiosas a enseñar que todas las visiones éticas son igualmente válidas”.
Kay celebra la sentencia del Tribunal Superior de Quebec como una victoria para la libertad religiosa. “Es una decisión ejemplar que envía un mensaje alto y claro: las instituciones seculares no pueden entrometerse y decir a los niños qué es lo que deben pensar sobre la religión”.
Neutralidad kafkiana
Para justificar la imposición de la asignatura de Ética y Cultura Religiosa a todos los alumnos de Quebec, el gobierno ha terminado utilizando argumentos que resultan kafkianos. Por ejemplo, cuando alega que los colegios confesionales no serían neutrales al enseñar el valor de la religión. Todo un descubrimiento.
Para Raymod J. De Souza, la idea de neutralidad que maneja el gobierno adolece del más elemental sentido pedagógico: “¿Cómo van a ser creíbles unos profesores a los que se les obliga a enseñar a sus alumnos que la fe católica -presumiblemente, el motivo principal que llevó a sus padres a decantarse por un colegio católico- no es mejor camino de salvación que la brujería o el ateísmo?”, se pregunta en un artículo del National Post (24-06-2010).
Por otra parte, De Souza denuncia que la neutralidad exigida por el gobierno es cualquier cosa menos neutral. En realidad, se trata de “una forma de laicismo que despeja la cuestión religiosa, diciendo que las verdades de todas las religiones son relativas y que ninguna es verdad. Enseñar esto a un niño en contra de los deseos de sus padres y profesores es sencillamente un acto dictatorial”.
“La postura del gobierno de Quebec es que nadie, ningún colegio, ningún niño, por el motivo que sea, puedan ser eximidos de la enseñanza de esta materia incluso -o precisamente por eso- si vulnera la libertad religiosa. En nombre de la tolerancia hacia todas las confesiones, se enseña que todas ellas son falsas desde un punto de vista laicista”.