Retrasar la entrada al colegio para que los estudiantes puedan dormir un poco más, puede tener efectos beneficiosos en su rendimiento académico y mejorar su índice de asistencia a clases. Así lo constató un equipo de la Universidad de Washington y del Salk Institute, tras un experimento desarrollado entre 2016 y 2017 con estudiantes de escuelas secundarias del distrito de Seattle, en EE.UU.
Según los expertos, que publicaron su investigación en Science Advances, postergar el momento de inicio de las clases (en torno a las 8 a.m.) permitiría a los estudiantes despertarse más tarde sin cambiar la hora de irse a la cama, “que está determinada biológicamente por el reloj circadiano”, y ello resultaría “en un aumento neto del tiempo de sueño”.
Luego de que las autoridades del distrito retrasaran casi una hora el comienzo de la sesión en varios centros, los investigadores detectaron que los alumnos habían incrementado su horario de descanso unos 34 minutos de media, así como que sus notas habían mejorado un 4,5%, y que habían disminuido las ausencias y las impuntualidades.
En uno de los colegios, el Franklin High School (FHS), por ejemplo, el número de ausencias promedio por alumno bajó de 15,5 días a 13,6 al año, y las tardanzas, de 6,2 a 4,3. Los encargados del experimento hacen notar, en este punto, que el FHS tiene muchos más alumnos en desventaja económica y pertenecientes a minorías que otros colegios de la zona.
Según explican, los adolescentes tienen preferencia por mantenerse activos hasta tarde y por despertarse más tarde, algo que no es únicamente consecuencia de los cambios en la vida social o del uso de dispositivos electrónicos que los mantienen despiertos más tiempo: es también el resultado de modificaciones en la regulación del reposo nocturno que ocurren durante la pubertad.
En tal sentido, incrementar el tiempo de sueño de los jóvenes no es solo fundamental para evitar las consecuencias físicas y mentales de la privación de este, sino por el papel que desempeña el descanso nocturno en la consolidación del aprendizaje y la memoria. “Cualquier acción que derive en una extensión de la duración del sueño, debe resultar igualmente en un mejor desempeño académico”, señala el reporte.