Una vuelta al “cole” menos dolorosa para el bolsillo

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Muchas familias apuran estos días para hacerse con los libros de texto del nuevo curso. Aunque, según el gremio de editores, crece anualmente el número de las que se anticipan y adquieren el material en junio y julio –lo que puede suponer un ahorro significativo–, la gran mayoría aún espera hasta septiembre. Sin embargo, cada vez existen más alternativas a la compra tradicional, y todas ellas abaratan el gasto total.

Por un lado, están las ayudas públicas. En unas pocas comunidades autónomas, el formato principal son las becas para la compra de nuevos libros. Así ocurre en Cataluña, Murcia o Aragón, aunque esta última región está ultimando un sistema de préstamo gratuito, que permita a los estudiantes utilizar los libros durante un año sin pagar nada con la condición de devolverlos en buen estado a final de curso.

El préstamo es la moda

En la mayor parte del país, el sistema de préstamo ya ha desbancado a las ayudas para la compra. Existen diferencias por comunidad en cuanto a la cobertura y el coste de los programas, también llamados “bancos de libros”. El sistema más generoso es el andaluz: pueden participar todas las familias que lo deseen, en todas las etapas de la educación obligatoria, y es totalmente gratuito. La administración se encarga de renovar el material cada cuatro años, o antes si ha quedado inservible.

El verano pasado, la Comunidad de Madrid adoptó el mismo sistema, que entra en vigor este curso por primera vez. Igualmente, la cobertura es universal y la participación voluntaria. También Navarra y País Vasco han optado por una solución similar, aunque en ambas comunidades las familias han de pagar una cuota anual de aproximadamente 40 euros. Mientras que en el País Vasco la inscripción es voluntaria, en Navarra todos los alumnos están subscritos de forma automática.

La compra de segunda mano, las webs con contenidos educativos y la presencia de “smartphones” y tabletas en el aula amenazan el negocio de las editoriales

En todas estas regiones, es la administración la que avala la disponibilidad del material, de forma que todos los alumnos puedan acceder a los manuales con independencia del colegio donde estudien. En la Comunidad Valenciana, en cambio, cada centro organiza su propio “banco de libros”, y lo gestiona autónomamente hasta que se agotan las existencias. No obstante, también hay allí un programa de becas (Xarxa de Llibres), por el que a las familias que lo soliciten se les reinvierten 100 euros gastados en material escolar; si al final de curso lo devuelven, reciben otros 100 euros más y pueden participar al año siguiente en el “banco de libros”.

Cantabria también cuenta con un programa de “bancos de libros” por centro, aunque el presidente de la comunidad se ha comprometido a que el sistema de préstamo universal llegue a todas las escuelas antes del fin de esta legislatura.

Límites por renta o titularidad

En otras comunidades, los programas de préstamo tienen limitaciones. En algunas, la participación está condicionada a la renta familiar: es el caso de Canarias, Asturias o Castilla-La Mancha. En Extremadura y Castilla y León, también tienen prioridad las familias con menos ingresos, aunque si estas no agotan los fondos, estos pueden distribuirse entre las demás. En Galicia, los estudiantes con pocos recursos que no hayan podido adquirir todos sus manuales en los “bancos”, tienen derecho a que la Administración les subvencione la compra de cuatro o seis libros, según su capacidad económica.

Algunas regiones establecen, además, un límite en cuanto a la cuantía del préstamo. Por ejemplo, en Asturias, el valor de los libros no puede superar los 105 euros por solicitante, y en Castilla-La Mancha, el tope es de 90 a 240 euros, según la renta familiar. Asturias excluye del programa a los alumnos que estén repitiendo curso.

En Andalucía, Navarra, País Vasco, Madrid o la Comunidad Valenciana, los programas de préstamo están abiertos a todas las familias, con independencia de la renta

En general, tanto si existe limitación de renta como si no, en la mayoría de las comunidades los programas de préstamo están destinados únicamente a los centros subvencionados con dinero público. En cambio, en las dos Castillas, también pueden participar los privados.

Nuevos tiempos

Los gobiernos autonómicos se han ido apuntando, con mayor o menor prontitud y generosidad, a los programas de préstamo. No obstante, estos nacieron de la iniciativa de familias o centros particulares, que vieron la necesidad de abaratar la factura de la vuelta al cole, especialmente en los años más duros de la crisis. Ahora que la recuperación económica avanza, parece que los “bancos de libros” están aquí para quedarse.

Aparte de las dificultades de presupuesto, la consolidación de alternativas al libro nuevo también se debe a la expansión del mercado de segunda mano en Internet, donde se puede encontrar manuales usados a precios notablemente inferiores. Además, la presencia, cada vez mayor, de dispositivos electrónicos en las aulas ha hecho que muchos colegios se planteen prescindir de los libros de texto impresos: bien por la cantidad de material disponible en Internet o bien por la posibilidad de que el profesor cree y distribuya sus propios contenidos.

Asimismo, las nuevas pedagogías, centradas en la creación de destrezas a través del trabajo práctico (y la existencia de webs educativas especializadas en este tipo de recursos) han hecho que el clásico manual pueda parecer obsoleto.

Las ayudas directas para la compra han sido sustituidas o complementadas en casi toda España por programas de préstamo

Todos estos cambios han amenazado la antiguamente floreciente industria del libro de texto. Las editoriales están intentando adaptarse a los nuevos tiempos. Una de las apuestas ha sido el libro digital. No obstante, según la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE), la inversión en este producto no ha producido los ingresos suficientes.

Además de pedir ayudas al Estado, algunas empresas están empezando a orientar sus negocios en nuevas direcciones, por ejemplo, la creación de plataformas digitales, más flexibles y dinámicas que el clásico manual, o la formación al profesorado. Está por ver qué papel les reserva el futuro en el proceso de enseñanza, y si la calidad de la educación se resiente o no.

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