J.K. Rowling
J.K. Rowling, la conocida autora de la saga Harry Potter, está en el centro de los ataques del movimiento trans. La increpan, entre otras cosas, por haber apoyado la afirmación de una feminista de que una lesbiana no debía ser tildada de “intolerante” por no querer citas con mujeres trans (biológicamente hombres).
De un tiempo a esta parte, el acoso y las acusaciones de “transfobia” por parte de activistas de ese colectivo han ido en aumento, por lo que la autora acaba de publicar un breve ensayo en su web, en el que explica sus razones.
Ante la imposición que, dice, se les hace hoy a las mujeres para que acepten que no hay ninguna diferencia material entre ellas y las trans, la escritora británica acota: “Como he oído decir a muchas mujeres, ‘ser mujer no es un traje’, ‘no es una idea en la cabeza de un hombre’, ‘no es un cerebro de color rosa’ (…). El lenguaje ‘inclusivo’ que denomina a las mujeres como ‘menstruantes’ o ‘personas con vulva’ les choca a muchas como deshumanizador y degradante”. No es, añade, una forma “neutral, sino hostil y alienante”.
Para Rowling es preocupante, entre otras cosas, la explosión de casos de chicas menores de edad que han pedido en el Reino Unido la “transición” al sexo masculino: en diez años, las solicitudes se han disparado un 4.400%, con un buen número de casos correspondientes a muchachas con trastornos del espectro autista.
La autora dice no estar en principio contra los procesos de “reasignación de sexo”, sino contra la facilidad con que se diagnostica “disforia de género” y se asiente a la voluntad de quien la demanda, máxime cuando “estudios exhaustivos han mostrado de modo solvente que entre el 60% y el 90% de los adolescentes dejarán de experimentarla”.
También rechaza que no acceder a la petición de cambio de sexo derive en tentativas de suicidio para los más jóvenes, pues –según un experto psicoterapeuta londinense al que cita- “ello no concuerda con ningún estudio ni con datos serios en esta área”. Al respecto afirma que ella misma experimentó trastornos severos en la adolescencia: “Si me hubiera encontrado con la simpatía y la comunidad online que no podía hallar en mi ambiente inmediato, creo que me hubieran persuadido de convertirme en el hijo que mi padre, abiertamente, decía que hubiera preferido”.
La narradora alerta de que el activismo trans está pugnando por la eliminación urgente de casi todo el sistema de salvaguardas que debía pasar un candidato al cambio de sexo. En la actualidad, “un hombre que no pretenda siquiera someterse a una cirugía de reasignación ni tomar hormonas, puede hacerse de un Certificado de Reconocimiento de Género y ser una mujer a los ojos de la ley”.
Su queja es que regulaciones de este tipo ponen en peligro a las mujeres: “Quiero que las mujeres trans estén seguras, pero al mismo tiempo, no quiero que se reste seguridad a las niñas y mujeres biológicas. Y cuando abres las puertas de baños y vestuarios a cualquier hombre que se cree o se siente mujer, entonces se la abres a cualquiera y a todos los que deseen entrar. Esa es la pura verdad”.
Pero no todos la expresan. Según explica, muchas mujeres están aterrorizadas por los activistas trans. “Temen que publiquen datos personales de ellas en Internet, o perder el empleo o sus medios de subsistencia, o ser objeto de violencia”.
No es, sin embargo, su caso. “Me niego –dice– a bajar la cabeza ante un movimiento que creo que está haciendo un daño patente, al buscar erosionar el concepto ‘mujer’ como categoría política y biológica, y al ofrecer cobertura a depredadores”.
“Estoy –añade– junto a las mujeres, hombres, homosexuales, heterosexuales y trans valientes que se posicionan del lado de la libertad de expresión y de pensamiento, y por los derechos y la seguridad de los más vulnerables de nuestra sociedad”, entre ellos, “las mujeres que confían y desean mantener los espacios propios de su sexo”.