Sydney.— El pueblo australiano ha hablado: apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo. Una abrumadora mayoría, del 61,6% contra el 38,4%, se ha pronunciado a favor de redefinir el matrimonio. ¿Qué pasará ahora?
(Actualizado el 14-12-2017)
La campaña por el matrimonio homosexual ha obtenido una victoria clara. No hubo efecto Brexit, ni bomba Trump, ni sorpresa Macron. La victoria del Sí había sido pronosticada por los sondeos.
Una vez que el matrimonio homosexual sea ley del país, los colegios serán forzados a enseñar que es una alternativa legítima
Por doloroso que pueda ser para los partidarios del No, hay que admitir que hoy la mayoría de los australianos no creen que el matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer merezca protección especial, ni que los niños estén mejor si les crían un padre y una madre.
Tanto el primer ministro Malcolm Turnbull como el líder de la oposición Bill Shorten son decididos partidarios del matrimonio homosexual, por lo que muy probablemente para finales de año estará aprobado el correspondiente proyecto de ley: será el regalo navideño del Parlamento al electorado.
Malos tiempos para objetores
Ahora el debate se centrará en los pormenores de la ley. Además de cambiar la redacción de la Ley del Matrimonio, ¿habrá exenciones para los objetores de conciencia?
La respuesta simple es: no.
La respuesta matizada es que el proyecto presentado por Dean Smith (1), senador gay por Australia Occidental, que goza del apoyo de Turnbull y Shorten, permitirá a las Iglesias y a las organizaciones religiosas negarse a celebrar bodas homosexuales.
Otro proyecto, patrocinada por parlamentarios conservadores, daría un margen mucho mayor a la objeción de conciencia. Cualquiera podría rehusar participar en esas bodas si ello fuera contra sus creencias; podría exponer públicamente su postura sobre el matrimonio tradicional sin temor a sanciones legales; podría sacar a sus hijos de las clases donde no se apoyen sus criterios sobre el matrimonio.
Pero esta versión del proyecto de ley ya está siendo masacrada por los medios de comunicación y por los políticos del Sí. “Muy pocos australianos aceptarían que se elimine una discriminación y se sustituya por otras”, ha dicho el senador Smith.
Decadencia del matrimonio civil
Mientras el objeto del debate pasa de la redefinición del matrimonio a la estrategia de supervivencia, ¿qué lecciones se pueden sacar de los resultados del plebiscito?
El referéndum debería ser un despertar a la realidad, aunque amargo, para los defensores del matrimonio tradicional, especialmente para los cristianos. A fin de cuentas, han perdido la votación porque los australianos han perdido la fe en él. Esto se veía venir desde hace mucho tiempo.
Según las últimas cifras de la Oficina Estadística Australiana, el número de matrimonios celebrados bajó un 6,3% en 2015 con respecto al año anterior. El 81% de las parejas que se casaron ya vivían juntas . Los tiempos en que las parejas se preservaban para la noche de bodas han quedado atrás. Tanto hombres como mujeres se casan cada vez más tarde, alrededor de los 30 años.
Además, el matrimonio ya no es un compromiso religioso. Las bodas civiles fueron el 74,9% de las celebradas en 2015, y la proporción no deja de subir.
Es el modelo secular de matrimonio precedido de cohabitación el que está en decadencia
A la vista de ello, gais y lesbianas deberían tener sentimientos encontrados ante el resultado del plebiscito. Se han unido al club del matrimonio precisamente cuando su prestigio está en mínimos históricos y es improbable que les dé el reconocimiento que ansían. Son un poco como los niños a quienes sus padres no compran un yoyó cuando todos sus compañeros tienen uno. Cuando por fin sus padres ceden, ya ha pasado la fiebre del yoyó.
Una oportunidad para los cristianos
Se podría decir que el 15 de noviembre fue el día en que Australia se divorció del cristianismo, algo así como en el triple talaq (“te repudio”) del islam. Pero es también una oportunidad. Es el modelo secular de matrimonio precedido de cohabitación el que está en decadencia, con los hijos como un extra opcional y la tremenda posibilidad del divorcio planeando sobre la familia.
En cambio, un matrimonio cristiano comprometido y fecundo es una luz que alumbra en la altura. No hay mal que por bien no venga. Si las parejas cristianas se esfuerzan por poner en práctica sus ideales, la sociedad puede cambiar, atraída por su ejemplo. Parafraseando a Chesterton, no se ha probado el matrimonio cristiano y se lo ha encontrado deficiente: se lo ha encontrado difícil y no se lo ha probado.
Las escuelas privadas y los padres tienen motivos de sobra para temer. Una vez que el matrimonio homosexual sea ley del país, los colegios serán forzados a enseñar que es una alternativa legítima. Y de los padres se esperará que apoyen el nuevo orden social. Dos “expertos” en crianza de niños acaban de publicar en The Conversation que “es importante que los padres ayuden a normalizar todos los tipos de familia. Han de explicar que algunas familias tienen una mamá y un papá, mientras que otras pueden tener dos mamás o dos papás”. Los adolescentes con otras ideas tendrán que permanecer callados en el aula y aceptar la diversidad, o atenerse a las consecuencias. El debate sobre exenciones está centrado en los derechos de las instituciones religiosas; los padres estás siendo relegados a un segundo plano, por no hablar de los pasteleros y los floristas.
Una propuesta de ley eximiría a Iglesias y organizaciones religiosas de tener que celebrar bodas homosexuales, pero no reconocería la objeción de conciencia a los particulares
El ganador se lo lleva todo. Los LGTB y sus simpatizantes no están de humor para ser magnánimos. A sus ojos, discrepar es discriminar, no apoyar implica intolerancia. Como dice una periodista lesbiana en The Guardian: “Estaré feliz por tener los mismos derechos que mis amigos heterosexuales, pero no daré por garantizada mi igualdad”. Para los activistas gais y lesbianas, este es solo el comienzo de la batalla.
Y para las familias y los defensores del matrimonio tradicional, también.
© Michael Cook
Versión española, publicada con autorización, del original aparecido en MercatorNet.
(1) Nota añadida el 14-12-2017: el proyecto de Dean Smith fue finalmente aprobado por el Parlamento el 7 de diciembre.