Lesley Garner comenta en The Daily Telegraph (Londres, 9-XI-94):
Recientemente he participado en The Last Word,un programa de televisión dirigido por [la escritora feminista] Germaine Greer. Trataba sobrequién tenía derecho a tener hijos, y cuanto más oía a la gente hablar de derechos, tanto más me convencía de que nadie tiene un derecho absoluto a tener hijos.
Una poetisa, lesbiana y madre, protestaba con energía por el hecho de que quienes engendran por medios naturales estén libres de todas esas restricciones que la sociedad impone a los que no disponen de otro medio para tener hijos que la fecundación in vitro o la adopción. Esta postura implica que querer un hijo es suficiente razón para tenerlo.
Confrontemos esta opinión con el reciente estudio del Departamento de Sanidad sobre huérfanos rumanos. Veinte niños adoptados por británicos después de que cayera el régimen de Ceausescu y se conociera el horror de los orfanatos rumanos han sido entregados a las autoridades británicas porque resultaron tan difíciles que los nuevos padres no podían con ellos.
«Adoptar un niño rumano es como recibir un paquete envuelto en papel marrón: uno no sabe qué hay dentro», dijo un adoptante que se encontró con un hijo intratable y nada cariñoso. Bien, he aquí una idea interesante para cualquiera que se plantee tener un hijo. Tener un hijo, de la manera que sea, en efecto es como recibir un misterioso paquete envuelto en papel marrón. El niño puede salir deficiente, horrible o simplemente antipático y decepcionante. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es que la paternidad es un compromiso para toda la vida. Uno no puede renunciar por el hecho de que las cosas no salgan como esperaba.