Entre los distintos “modelos de familia” actualmente vigentes, el basado en el matrimonio presenta las mayores ventajas personales y sociales, dice The Economist en un editorial. Por eso es preocupante el retroceso que experimenta en las clases modestas de los países occidentales.
En gran parte del mundo, dice The Economist, la salud del matrimonio es buena o incluso ha mejorado. Donde la revista observa tendencias más preocupantes es en los países ricos. “En Occidente –dice– el matrimonio está en excelente forma, pero solo entre las personas de mejor posición. Las parejas de élite posponen la boda para darse tiempo a establecerse en la carrera profesional, pero todavía se casan antes de tener hijos. Los de clase trabajadora, por el contrario, usan alianza antes que cuna en una proporción mucho menor que las generaciones precedentes”.
Entre los graduados universitarios de EE.UU., prosigue el editorial, solo hay un 12% de nacimientos extramatrimoniales, mientras que en la población sin título de secundaria, la proporción es del 70%, 27 puntos más que a principios de los años 80. Algo similar ocurre en los demás países desarrollados: en la OCDE, los nacimientos fuera del matrimonio son el 40%, por término medio.
Esto no importaría demasiado, dice el semanario, “si el matrimonio fuera un simple papel”; pero “es mucho más que eso”. Aunque una boda no basta para convertir una relación frágil en una sólida, sí puede servir de apoyo necesario para salvar una que esté vacilante. No es lo mismo, en este sentido, un compromiso público de la pareja que una cohabitación al estilo de los compañeros que comparten una casa de alquiler.
“Esto –añade– importa mucho si hay hijos de por medio”. Pues “los hijos de familias estables tienden a tener mejores resultados en la escuela y en la vida, y luego tienen mayor probabilidad de formar sus propias uniones estables”. Al respecto, cita un estudio efectuado en EE.UU., según el cual el 18% de las parejas casadas rompían antes de que el hijo cumpliera cinco años. Es mucho, pero bastante menos que el 47% de las parejas simplemente convivientes que hacen lo mismo.