Uno de los programas de control de la natalidad presentados como un éxito por algunos expertos durante la Conferencia de El Cairo fue el de Bangladesh, ya que ha conseguido reducir el número de hijos por mujer de siete en 1975 a menos de cinco hoy. Betsy Hartmann, que pudo ver cómo se aplicaba este plan, cuenta su experiencia en un artículo publicado en International Herald Tribune (30-IX-94).
En 1975 hice una investigación en las zonas rurales de Bangladesh. Vi que hombres y mujeres estaban interesados en los métodos de control de la natalidad. Pero en los pocos lugares donde la gente tenía acceso a ellos, se los proporcionaban sin asesoramiento adecuado o sin vigilancia médica.
Que faltara atención médica no tenía nada de extraño. En aquella época, en el campo no había sistema sanitario básico, como tampoco en las demás zonas, fuera de las ciudades más importantes.
Desgraciadamente, la situación no ha cambiado. A lo largo las dos últimas décadas, Bangladesh, incitado por diversos organismos internacionales para el desarrollo, se ha embarcado en una equivocada cruzada de control de la población, que ha estorbado la creación de un sistema sanitario básico.
A principios de los 80, entidades como el Banco Mundial o la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) de Estados Unidos pidieron una drástica reducción del crecimiento demográfico en Bangladesh. Aquello se tradujo en unas enérgicas campañas que daban prioridad a la esterilización, por encima de los métodos de regulación de la fertilidad, y que prácticamente se despreocupaban de la atención sanitaria básica. Se ofrecía dinero a hombres y mujeres por dejarse esterilizar, el personal sanitario recibía una prima por cada cliente que conseguían y se pagaba a los cirujanos por cada intervención, con lo que se les estimulaba a realizar esterilizaciones a destajo.
(…) En 1983, una investigación realizada por el Banco Mundial en clínicas estatales reveló que los médicos operaban en condiciones asombrosas de falta de higiene y que a veces se esterilizaba a mujeres sin decirles que se trataba de una operación irreversible. El mismo año, funcionarios de la AID presentaron quejas ante el gobierno de Bangladesh porque llegaban informaciones de que el ejército estaba realizando una campaña coercitiva para obligar a esterilizarse a mujeres de una comunidad tribal pobre que tenían más de tres hijos.
Un año después, cooperantes británicos de ayuda al desarrollo descubrieron que, en zonas que habían sufrido inundaciones, sólo se entregaba la ayuda alimentaria a mujeres pobres a condición de que se dejasen esterilizar.
La campaña de esterilización tuvo un efecto devastador sobre el incipiente sistema sanitario del país. Por ejemplo, las primas por esterilización hicieron que el personal sanitario desatendiera sus otros deberes. Desde mediados de los años 80, los programas de control de la natalidad han absorbido un tercio del presupuesto total de sanidad. (…) Aunque han disminuido las esterilizaciones [desde mediados de los años 80], siguen siendo el método de control de la natalidad más usado.
La experiencia de Bangladesh desmiente la afirmación, tan repetida, de que el control de la natalidad es el mejor medio de mejorar la situación de las mujeres y de los niños. En Bangladesh, la mortalidad materna sigue siendo extremadamente alta, porque apenas se da atención sanitaria durante el embarazo; y si la mortalidad infantil ha descendido ligeramente, se debe sobre todo a la campaña de vacunación de finales de los 80 y a los progresos en la lucha contra la disentería.