La mortalidad infantil ha tenido un importante descenso en la presente década, según anunció Unicef el 10 de septiembre. Ha pasado de 90 muertes de menores de 5 años por mil nacidos vivos en 1990, año de referencia para los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), a 65 por mil en 2008, un 28% menos. La meta fijada en 2000 por la Cumbre del Milenio de la ONU es una reducción de dos tercios, hasta 30 por mil, en 2015.
Los datos recién difundidos por Unicef no son una verdadera novedad, pues simplemente actualizan y afinan ligeramente los publicados hace unos meses por la OMS (cfr. Aceprensa 22-05-2009). La misma OMS ha participado, junto con otros organismos, en la elaboración de las últimas cifras, que se diferencian poco de las anteriores. El cálculo de muertes de niños baja de 9 millones en 2007 a 8,8 millones en 2008. En todo caso, conviene recordar que son estimaciones, no estadísticas, pues en los países o regiones donde se concentran la mayor parte de esas muertes no hay registros sanitarios completos.
El progreso se ha acelerado en los últimos años, pues fue del 1,4% anual entre 1990 y 2000, y del 2,3% desde entonces. Como hizo la OMS en la anterior ocasión, también Unicef subraya que la mejora se debe a intervenciones como campañas masivas de vacunación, distribución de mosquiteros impregnados con insecticida o administración de suplementos vitamínicos. Pero quizá la más simple y barata de todas, y en cambio muy eficaz, sea el empleo del zinc contra la diarrea.
Aunque no se organicen conciertos por ella ni figure en el nombre del Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, la diarrea mata más niños que cualquiera de esas enfermedades. Según las estimaciones de la OMS, la mayor parte (37%) de mortalidad infantil es neonatal; pero después del primer mes de vida, la primera causa de muerte hasta los 5 años son las infecciones respiratorias agudas (17%), seguidas a muy corta distancia por la diarrea (16%, o sea alrededor de 1,4 millones de muertes de niños al año). La malaria (7%) aparece en cuarto lugar, tras otras enfermedades infecciosas o parasitarias (9%); el sida (2%) es la octava causa.
Contra la diarrea en niños de regiones pobres, en las últimas décadas la principal arma ha sido la terapia de rehidratación oral, de la que se han distribuido millones de unidades. Las bolsitas de azúcar y sal para tomar disueltas en agua remedian la deshidratación que acabaría causando la muerte del niño, pero esta terapia no para por sí sola la diarrea. Quizá por la falta de resultados visibles, la rehidratación oral es usada por solo un tercio de las familias en los países más afectados, pese a la distribución masiva de unidades. Así lo cree Eric Swedberg, de la ONG Save the Children: “Las madres no ven que la terapia de rehidratación oral sea un verdadero tratamiento” (Time, 17-08-2009).
En cambio, los suplementos de zinc causan una mejoría rápida y a menudo curan por completo la diarrea al cabo de unos días. El tratamiento normal (20 mg diarios durante dos semanas o menos) cuesta solo 0,30 dólares, cantidad al alcance de prácticamente cualquier familia. Y como los usuarios lo pueden comprar, el suministro puede ser un negocio rentable que se mantenga sin necesidad de ayuda exterior.
La eficacia del zinc contra la diarrea fue descubierta a principios de los pasados años noventa por investigadores norteamericanos de la Johns Hopkins University, que lo experimentaron primero en niños de Nueva Delhi. Comprobados los resultados, se empezó luego a distribuirlo también en otras zonas de la India, así como en Bangladesh, Pakistán y Mali, con donaciones de organizaciones de ayuda extranjeras, oficiales y particulares. Para que esta terapia llegue a extenderse a todos los lugares donde la diarrea causa estragos entre los niños hará falta que la industria privada se meta en el negocio.
Junto con el zinc, otro remedio del que se espera un drástico retroceso de la diarrea es la reciente vacuna contra el rotavirus, que causa alrededor de un tercio de los casos mortales en niños. Los ensayos realizados en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos mostraron que reduce en un 85% las infecciones de rotavirus. En junio pasado, la OMS aprobó la primera modalidad de la vacuna para que se use en todo el mundo.