En breve, podría llegar al Tribunal Supremo de Canadá uno de los casos más rocambolescos en la historia del Derecho de Familia. Mientras el fiscal general de British Columbia aboga por levantar la prohibición de la poligamia, la Asociación Canadiense en Defensa del Poliamor pide la legalización de los matrimonios de grupo (“multi-partner unions” o “poliamory”).
Estas peticiones siguen la trayectoria abierta por la legalización del matrimonio gay. Defender que dos personas del mismo sexo tienen derecho a casarse sólo porque se aman es quedarse sin argumentos para prohibir la poligamia… y el “poliamor”. Si el matrimonio no es más que un contrato de convivencia entre personas que se quieren, ¿por qué a las parejas del mismo sexo no se les va a permitir casarse? Y si pueden casarse dos personas (heterosexuales o no), ¿por qué no pueden hacerlo tres o más?
También la poligamia
El fiscal general de British Columbia acaba de pedir al gobierno canadiense que legalice la poligamia en esa provincia. Uno de sus argumentos es que, siempre que medie el consentimiento entre adultos, no hay por qué prohibir esas relaciones amorosas. A su juicio, la exclusividad en el matrimonio está de más.
A esta petición se opone la Asociación Canadiense en Defensa del Poliamor, pues cree que el estigma social que acompaña a la poligamia puede hacer peligrar la causa “poliamorosa”. Su argumento es que a veces la poligamia conlleva coerción y, en todo caso, vulnera las relaciones de equidad entre los esposos.
En cambio, el “poliamor” no presenta ese inconveniente. Al revés, los matrimonios de grupo -dicen- son perfectamente igualitarios. También aducen que mientras las conclusiones de las ciencias sociales demuestran que la poligamia es perjudicial para los niños y la sociedad, no hay estudios que revelen los efectos negativos del “poliamor”.
Diversidad de situaciones
En un artículo publicado en The American Spectator (2-09-2010), William C. Duncan -director de la Marriage Law Foundation- explica que la ausencia de estudios sobre las consecuencias nocivas del “poliamor” responde sencillamente a que una investigación sobre esta cuestión estaría llena de dificultades metodológicas.
Basta pensar en la diversidad de situaciones que pueden darse. En las cuatro declaraciones juradas que han llegado a los tribunales canadienses sobre esta cuestión, aparecen las siguientes variedades: 1) una mujer y su novio que conviven y tienen relaciones sexuales con otros dos adultos (en un hogar con hijos de por medio); 2) una mujer con otros dos hombres (y dos hijos adolescentes); 3) un marido y su mujer con otro hombre (ellos tienen dos hijos; y él otro, adolescente); y 4) un hombre que convive con una mujer y otro hombre (con un hijo de dos años).
“Aunque falten estudios -objeta Duncan-, no se entiende por qué estas uniones ‘multi-conyugales’ habrían de ser más beneficiosas que la poligamia. Sobre todo, si se tienen en cuenta las funciones principales del matrimonio: promover la fidelidad, establecer un vínculo entre padres e hijos, y garantizar la estabilidad de los cónyuges y de los hijos”.
“También hay que pensar en lo complicado que sería para los niños la convivencia diaria con unos adultos que hacen de ‘padres’, o en las dramáticas consecuencias que traería la ruptura de este tipo de relaciones. Los niños tendrían que dedicar más tiempo a visitar a cada uno de los ‘ex cónyuges’ y se multiplicarían los pleitos para ver quién se queda con la custodia”.
“Claramente, cuando se trata de matrimonio -concluye Duncan- no se puede aplicar el viejo lema ‘cuantos más, mejor’”.