En el diario La Croix, Emmanuelle Lucas analiza la influencia de los cuentos infantiles. Desde tiempo inmemorial, El Gato con Botas, La Cenicienta o La Bella Durmiente, junto con ogros, monstruos y brujas, llegan al cuarto del niño a la hora de dormir. Pero algunos padres dudan de leérselos, por si pueden provocar ansiedad o parecen estereotipados.
Dos jóvenes lectoras, de once años, cuentan su experiencia a las puertas de una mediateca local: una leyó muchos cuentos cuando era pequeña, especialmente Los tres cerditos, cuya moraleja le gustaba: “No hay que burlarse de los que se toman tiempo para hacer las cosas bien”, resume. La segunda, en cambio, los descubrió a través de Disney y luego en el colegio, donde el profesor de francés les hizo estudiar a Perrault. Sus padres no le leyeron ninguno, porque los consideraban demasiado violentos.
Según la psicóloga clínica Geneviève Djénati, hay que leer a los niños, porque esas historias de princesas y ogros llegan a los más pequeños. Oír cuentos ayuda casi siempre a crecer. Ofrecen puntos de referencia difícilmente sustituibles. “La trama suele ser la misma –describe–: un héroe tiene que asumir un reto, a pesar de su impotencia y precocidad, y lo consigue, y acaba haciendo grandes hazañas. El niño lo ve como una imagen de su propio reto: crecer”.
A través de su lenguaje simbólico, las historias proporcionan claves para entender el mundo, afirma la escritora Florence Dutruc-Rosset: “Al abordar todos los temas, incluidos los más difíciles, como la muerte, el cuento enseña a afrontar y superar las dificultades, del mismo modo que el héroe sale airoso de sus pruebas”.
Por eso, según Dutruc-Rosset, es un error privar al niño de los contenidos duros o desagradables de los cuentos: “Los dragones y los monstruos son exutorios, curan. El niño puede proyectar en ellos sus enfados o sus tristezas. Sería una pena negarle esa experiencia”.
Otros malentendidos derivan de estereotipos de género. Muchos padres consideran anticuadas los modelos de princesas pasivas y príncipes valientes, y buscan cuentos modernos con otros tipos de personajes. “Es un enfoque interesante para ayudar a los niños a salir de condicionamientos innecesarios”, dice Florence Dutruc-Rosset, pero a la vez advierte del peligro de proyectar interpretaciones de adultos en las percepciones de los niños.
En el mismo número de La Croix, la cuentacuentos Isabelle Sauer subraya la importancia de los cuentos para desarrollar la imaginación. “A los niños les gustan los cuentos porque les gusta lo que las palabras hacen ver. Cada uno siente que la historia es solo para él”. Esto es posible si el oyente se identifica con el héroe protagonista. “En cuanto se establece este vínculo, se pueden tratar los temas eternos: la vida, la muerte, la dificultad de crecer, la rivalidad entre hermanos. Los niños pueden proyectarse en relatos escritos en la Edad Media o contemporáneos, en cuentos amerindios o australianos, porque los temas son universales”.
Por otra parte, para desarrollar la imaginación, “la lengua es esencial. A través del lenguaje y su ritmo, el cuento traslada a un viaje imaginario que fascina a los pequeños. Por mi parte, nunca intento simplificar demasiado los textos, porque a los niños les gustan las palabras un poco complicadas”. Sauer concluye: “Los niños que tienen más imaginación son los que han escuchado muchos cuentos, porque se les ha dado la libertad de recombinar entre ellos las historias escuchadas. La imaginación del niño, aunque se diga que es desbordante, necesita ser alimentada”.
Un comentario
Súper!!!