Ashiya. El recién elegido primer ministro nipón, Shinzo Abe, el más joven desde que acabó la II Guerra Mundial, se enfrenta al problema del envejecimiento de su población. Mientras la economía parece enfilar el «boom» más duradero de posguerra, la tasa de fecundidad se mantiene en el 1, 25, lejos del 2,1 preciso para el reemplazo generacional.
La economía en Japón se mantiene con un crecimiento anual del 1% y parece finalmente emerger de la larga enfermedad deflacionaria que arrastraba. Las cifras dadas a conocer por el Ministerio de Economía subrayan la reactivación de la segunda potencia económica mundial. Además, el ascenso político de Japón en el panorama de los últimos años sirve para fundamentar la confianza en el repunte de su economía que, incluso ahora, es más del doble que la de China, su gran rival en la balanza de poder asiática.
Mientras la economía se reanima, de los desafíos más importantes para la competitividad de Japón proviene del interior: el descenso de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la población.
Por primera vez en la historia del país, y en tiempo de paz, el número de muertes sobrepasó al de nacimientos en 2005. Por contra, en 2006 el número de nacimientos ha crecido un 2,3% respecto al año anterior durante siete meses consecutivos. El número de matrimonios ha crecido también en ese mismo período, en un 3,3%.
El Ministerio de Trabajo considera que la mejora de la economía y de la estabilidad en el trabajo, junto con la reducción del número de abortos, ha contribuido al repunte de la natalidad. «Si esto es verdad -dice un editorial del «Asahi Shimbun»- ya sabemos lo que parece ser un camino seguro para aumentar la natalidad: ayudar a los jóvenes a tener vidas estables».
Noriko Sakakibara, publicó la pasada primavera en el «Yomiuri Shimbun» una serie de artículos sobre las situaciones socioeconómicas que provocan la baja natalidad. Por lo general, dice, ha crecido el número de los jóvenes que quieren casarse y el de matrimonios jóvenes que quieren tener hijos. Sin embargo, han empeorado las circunstancias que no ayudan a lograrlo. Por ejemplo, el número de mujeres que trabajan ha crecido, pero por lo general las empresas esperan que esas empleadas sacrifiquen su vida privada en favor del trabajo. Bastantes acaban por renunciar a tener hijos. Las que trabajan media jornada o con contratos temporales están en peores condiciones, ya que no pueden tomar vacaciones por maternidad y corren el peligro de perder el trabajo si tienen hijos.
El Libro Blanco del Ministerio de Trabajo destaca 34 casos de empresas que han adoptado medidas para reducir las horas de trabajo de sus empleados con hijos pequeños, como horarios flexibles, promover el uso del permiso de maternidad y paternidad, etc.
Hitomi Nishida, un analista laboral de la Compañía Recruit, la principal empresa de colocación del país, dice que antes «las empresas que rehusaban invertir en mano de obra femenina alegaban que las mujeres dejarían de trabajar después de formar una familia. Pero con la amenaza del envejecimiento de la población, las empresas han aceptado finalmente la necesidad de ser flexibles con las mujeres o, de lo contrario, enfrentarse a una escasez de personal».
Estimulados por la política, bastantes empresas están adoptando actitudes «familiarmente responsables» («family friendly»), y las mujeres pueden ahora trabajar con un horario reducido después del parto. Algunas empresas han instalado también sistemas que les permite estar en contacto con el personal femenino en baja por maternidad, para ponerlas al día de cómo se va desarrollando el trabajo en su ausencia, de modo que puedan encajar casi inmediatamente a su regreso.
La esperanza de vida, arma de dos filos
La tercera edad representa el 20,7% del total de la población. Los ciudadanos de 65 años o más alcanzan ya los 26,4 millones, 830.000 más que en 2005. Los mayores de 75 años, 9,5%, son algo más de 12 millones, y los de 90 para arriba sobrepasan ya el millón. Según cifras oficiales, los centenarios son ya más de 28.000 en todo Japón
Un editorial de «The Daily Yomiury» (19-09-2006) apuntaba que «el incesante aumento de la esperanza de vida de los japoneses es ciertamente motivo de celebración. La cuestión es, sin embargo, si Japón puede seguir siendo una sociedad en la que una larga vida se considere como fuente de felicidad». El censo nacional del año pasado señalaba que alrededor de 4 millones de ancianos japoneses viven solos (un aumento de un millón con respecto a 2000).
Durante muchos años los ancianos japoneses vivían bajo la protección de sus familias y comunidades. Debido a la reducción del número de familias extensas, así como al escaso contacto con los vecinos en los últimos años, se hace necesario restablecer de algún modo la protección para los ancianos. Ya existen una serie de programas para llevar a cabo esta función humanitaria, pero muchos de ellos están todavía empezando a tomar forma.
Antonio Mélich