Un cliché habitual en algunas películas “románticas” presenta el matrimonio como una institución donde el entusiasmo de los recién casados acaba dando paso, inevitablemente, a una relación mortecina. Pero no es esa la experiencia más frecuente entre quienes llevan muchos años casados, según un estudio dirigido por Paul Amato, profesor emérito de sociología de la familia y demografía en la Universidad Estatal de Pensilvania.
A diferencia de otros estudios longitudinales sobre el matrimonio, que se limitan a seguir a las parejas durante los cinco años siguientes a la boda, el de Paul Amato y Spencer James –titulado Changes in Spousal Relationships over the Marital Life Course– abarca un período de 20 años e incluye a 205 parejas que llevaban casadas 40 o más años al término del estudio. El conjunto de la muestra comprende a 1.617 personas casadas alguna vez, entre las que hay divorciados.
“Como la mayoría de estudios, el nuestro se basa en promedios, de modo que el rango de resultados posibles en matrimonios de larga duración es amplio”, explica Amato en una entrevista realizada por Alysse ElHage para Family Studies. “Algunas parejas permanecen en matrimonios que no son particularmente satisfactorios y las cosas no llegan a mejorar. Otras descubren que sus atribulados matrimonios mejoran con los años. Lo que sí podemos decir a partir de nuestro estudio es que ser feliz, compartir actividades con tu cónyuge y tener un matrimonio pacífico después de 20, 30 o 40 años es bastante habitual”.
En sintonía con otras investigaciones, el estudio constata que hay períodos de más esfuerzo durante los primeros 20 años de matrimonio, cuando la crianza de los hijos, las obligaciones laborales o las dificultades económicas pueden añadir importantes dosis de estrés a la relación.
Los autores del estudio no tienen recetas mágicas, pero sí observan un patrón común en los matrimonios felices. “Cuando las parejas se comprometen a seguir juntas durante las épocas difíciles, permanecen fieles y se esfuerzan de forma activa por resolver sus problemas, los resultados positivos a largo plazo –si bien no están asegurados– son habituales”, dice Amato.
A medida que la relación madura y las circunstancias vitales cambian, la experiencia más común es que la estabilidad juegue a favor de los cónyuges. “En contra de lo que mucha gente cree, la calidad de vida matrimonial no tiene por qué decaer: [de hecho,] suele permanecer alta e incluso mejorar a lo largo de las décadas”.