Amsterdam. Las consecuencias negativas del divorcio sobre los hijos no se deben a que empeore su bienestar, a que la economía familiar se resienta o a que se les señale en su ambiente. «Lo peor es el ejemplo que han tenido. Parece que, en su caso, el tiempo no cura todas las heridas, pues los hijos de divorciados rompen más fácilmente sus relaciones que los demás». Estas son las conclusiones de una investigación del profesor J. Dronkers, catedrático de sociología de la Universidad de Amsterdam, que ha hecho pública en un simposio organizado por el Instituto Kohnstamm, de dicha universidad.
«He investigado mil casos de jóvenes y sus familias -dijo Dronkers- y los resultados me llevaron a tal conclusión, ahora demostrable con datos. Siempre se había tratado de achacar la inestabilidad a otros factores, por ejemplo a que había más separaciones entre gente sin religión. En mi investigación ha quedado claro que el verdadero motivo es el divorcio de los padres». Que los resultados escolares de estos niños son peores ya estaba comprobado. El problema no es que vivan sólo con uno de sus padres: es el divorcio, ya que no ocurre lo mismo en familias donde uno de los dos ha muerto.
En el simposio, cuyo tema era «Educación, enseñanza e integración social», participaron académicos, políticos y representantes de instituciones docentes. Dronkers, que ya había investigado anteriormente otras consecuencias del divorcio, ilustró su tesis con un ejemplo: «La cuestión sigue siendo delicada. Cuando hablo en clase de que los hijos de emigrantes logran peores resultados escolares, nunca se ha echado nadie a llorar; hablando del divorcio, sí». Dirigiéndose al público del simposio insistió que «ahora que el divorcio es un fenómeno de aceptación general, los científicos pueden estar seguros de que la solución que escogen los padres no siempre beneficia a los hijos».
Carmen Montón