Les retiene el empleo precario y la seguridad familiar
Si en la mayor parte de la Europa mediterránea (España, Italia o Grecia) los hijos suelen vivir con sus padres hasta que se casan, en los países del Norte -Alemania, Gran Bretaña, Holanda…- es más corriente que los hijos abandonen el hogar familiar a partir de los 18 años. Al margen de esta diferencia Norte-Sur, en los últimos años se verifica la tendencia común entre los jóvenes europeos a convivir con sus padres más años, retrasando su emancipación. La dificultad que encuentran los jóvenes para incorporarse al mundo laboral es el obstáculo que se repite por doquier.
Los jóvenes españoles se emancipan, de promedio, casi a los 27 años, edad muy superior a la habitual entre los franceses, ingleses u holandeses, y más parecida a la de italianos o griegos. Entre los 20 y los 29 años, el 75% de los jóvenes varones y el 62% de las mujeres vivían con sus padres, según el Instituto Nacional de Estadística.
El retraso de la emancipación de los jóvenes se comprueba al estudiar al grupo de edades entre los 25 y 29 años, cuando, hace diez o quince años, la mayoría se casaban y empezaban a vivir por su cuenta. De 1985 a 1995 el retraso de la emancipación se ha generalizado, a la luz del estudio Independencia y Autonomía de los jóvenes, elaborado por Juan Antonio Fernández Cordón, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (El País, 28-IV-97). Así, en 1994, un 58% de los hijos con empleo vivían con sus padres, mientras que en 1986, eran sólo un 45%. La tasa, lógicamente, asciende cuando los hijos no tienen trabajo: con esas edades, en 1994 vivían con sus padres el 74%, frente al 66% de 1986.
Si se comparan la emancipación de los jóvenes por generaciones (ver tabla 1), sorprende el cambio entre los que nacieron en la década de los 50 y los de los años 60. De los varones nacidos de 1951 a 1960, a los 25 años ya se había emancipado la mitad; mientras que de los varones nacidos en la década posterior (que hoy tienen de 27 a 37 años), antes de cumplir 25 años sólo se emanciparon el 23%. La diferencia generacional en el caso femenino es similar: de la generación de mujeres nacidas en la década de los años 50, a los 25 años ya se habían independizado dos tercios de ellas (un 66%), mientras que, de las nacidas una década después, a esa misma edad sólo se habían emancipado un 38,6% de ellas. Como sucede en otros países, también en España las mujeres se emancipan en conjunto más jóvenes que los hombres.
Por qué se difiere el matrimonio
El sociólogo Amando de Miguel (ABC, 1-VI-97) piensa que la tardía emancipación real de los hijos es causa y consecuencia de la bajísima fecundidad: «Este hecho hace que haya muchos hogares con sólo ‘la parejita’ o incluso con un único vástago. Sólo por esto tenemos que muchos hijos son literalmente mimados por sus padres. El hijo mimado se resiste todavía más a fundar un hogar. El círculo perezoso está completo».
Pero en el retraso influyen otros factores. El paro, o el trabajo precario, la dificultad para adquirir una vivienda, la preferencia cultural a comprar una casa en lugar de alquilarla… La mitad de los adultos jóvenes dice encontrarse a gusto con sus padres, así que aprovechan para ahorrar dinero e ir logrando cierta estabilidad laboral.
Contra lo que ocurre en Francia u Holanda, en España el hijo soltero que se acerca a los 30 años no suele abandonar la familia si no es para casarse. El independizarse para vivir solo, por deseo de autonomía, no es lo habitual, como muestra la tabla 2.
Por lo general, los padres asumen la emancipación tardía de sus hijos. Al 50% les parece bien que sus hijos vivan con ellos hasta los 30 años, un 17% se muestra indiferente y al 33% les parece mal, según el estudio dirigido por Amando de Miguel.
Italia: como en casa, en ninguna parte
En Italia -informa Diego Contreras- el porcentaje de jóvenes-adultos de edades comprendidas entre los 18 y los 34 años que viven con sus padres pasó del 51,8 % en 1990 al 58,5 % en 1996, según el informe anual de 1996 del Istituto Nazionale di Statistica (ISTAT). El documento precisa que el aumento más consistente se ha producido entre los jóvenes de 24 a 34 años, es decir, el grupo que, por edad, tiene más candidatos naturales a iniciar una vida independiente.
Entre las razones de esta prolongada permanencia en el hogar paterno, el informe menciona los problemas económicos, lo difícil que resulta encontrar una vivienda asequible, la posibilidad de continuar los estudios y el deseo de garantizarse un nivel de vida más elevado del que ellos mismos se podrían procurar.
En el informe del año 1995 se hacía notar, a este propósito, que el apoyo de la familia resulta decisivo para que muchos jóvenes puedan superar los problemas que supone la falta de trabajo. Pero señalaba también que ese apoyo tiene a veces el efecto de retrasar su inserción en el mundo laboral, pues en algunos casos esperan hasta encontrar un trabajo que responda plenamente a sus expectativas.
El matrimonio continúa siendo el motivo fundamental de la salida del hogar de origen. Según el informe, otras formas de vida, como la cohabitación o la vida solitaria, tienen una incidencia estadística muy limitada. El vivir solos está más difundido que la «unión libre» y afecta a unos 150.000 jóvenes, de un total de 700.000, de edades comprendidas entre los 25 y 39 años.
De todas formas, en la gran mayoría de los casos, el vivir solos no es una opción por la que se abandona el hogar paterno, sino que es consecuencia de la ruptura matrimonial. Y es que, junto a la prolongada permanencia en casa de los padres, se aprecia también un aumento del divorcio entre matrimonios jóvenes.
En Francia, el freno del paro juvenil
Francia es un claro exponente de la emancipación temprana de los jóvenes. Pero también se advierte que éstos están alargando el tiempo de convivencia con la familia. Según un estudio publicado el año pasado por el Instituto de Estadística francés, casi el 20% de los jóvenes (13% de las mujeres y 26% de los hombres) de 25 a 29 años siguen viviendo con sus padres, mientras que en 1982 sólo eran el 13% (8% de las mujeres y 18% de los varones de esas edades). Entre los jóvenes de 20 a 24 años es aun más pronunciada la tendencia a prolongar la vida en el hogar familiar: ahora lo hacen la mitad de las mujeres y el 60% de los varones, cuando en 1982 sólo lo hacían el 38% y el 51%, respectivamente. La misma estadística señala que un 15% de los jóvenes vuelven a casa de sus padres después de haber vivido por su cuenta.
Según este Instituto francés, la proporción de jóvenes que viven con sus padres aumentó regularmente hasta finales de la década de los años 80, luego se estabilizó durante unos años y ha vuelto a crecer a partir de 1993. Entre las causas señala el aumento del paro juvenil, en especial entre los menores de 25 años, de los que sólo uno de cada cuatro tienen un empleo seguro.
La observación del investigador del Instituto de Estudios Demográficos francés, Louis Roussel, sigue siendo certera: «Entre la adolescencia y la edad adulta tal como se definían hasta ahora, se ha intercalado un paso que puede ser muy largo. Es un fenómeno bastante nuevo que se verifica en toda Europa» (Le Monde, 22-V-95). Si bien no en todos los países se parte de la misma situación, parece que prácticamente en todos avanza en el mismo sentido.
José María GarridoEl modelo del NorteHolanda subvenciona la emancipación juvenil
Amsterdam. Los jóvenes holandeses se independizan de la familia a partir de los 18 años, normalmente cuando empiezan a estudiar en la universidad. Se trata casi de una norma de vida con la que los padres cuentan y que los hijos esperan, soñando con la libertad de dejar el nido familiar, a veces con cierto miedo a enfrentarse a la vida solos, aunque no se atrevan decirlo en alto. A menudo alquilan una habitación sin amueblar y sin exigencias de mucha comodidad.
Se puede decir que esta independencia les hace ser enseguida responsables para salir adelante en la vida sin contar con una madre que se encargue de los quehaceres domésticos (la comida, la limpieza, la ropa…). También propicia una mayor permisividad en las relaciones con jóvenes de otro sexo; la convivencia antes de casarse está bastante generalizada.
No obstante, los datos referentes a estas costumbres no reflejan con rotundidad lo que se respira en la sociedad. Según los últimos datos de la Oficina Central de Estadísticas, el 36% de los jóvenes entre los 18 y 30 años viven con sus padres. Y de los otros casi dos tercios, el 16% viven solos, el 22% conviven con su pareja y el 19% están casados. De estos dos últimos grupos, el 10% tienen hijos, la mayoría nacidos de las parejas casadas.
La emancipación juvenil viene en gran parte fomentada por la política de ayudas familiares. Desde que el joven deja la escuela, el subsidio familiar por hijo se convierte en dinero para financiar los estudios superiores. También a partir de este momento el joven puede inscribirse en el municipio en una lista de espera para recibir una vivienda subvencionada. Eso no quiere decir que reciba una habitación inmediatamente; mientras tanto, alquila en el sector privado, pero puede pedir un subsidio complementario al alquiler.
La financiación de estudios consiste en una beca base de 400 florines (30.000 pesetas/206 dólares) que reciben todos los estudiantes, cantidad que aumenta en proporción inversa a los ingresos familiares. Los jóvenes que no estudian después del colegio, pueden acogerse, seis meses después de terminar este, a un subsidio de paro equivalente al salario mínimo. Es verdad que, aunque existe este derecho, la oficina nacional de empleo evita que estos casos se den, ayudándoles a buscar oficios con algún tipo de formación.
Trabajar a tiempo parcial es norma
Esta independencia lleva consigo la necesidad de contar con más ingresos para poder vivir y costearse diversiones, vacaciones, etc. Es muy común en Holanda combinar los estudios con un empleo a tiempo parcial. El principal grupo de clientes de Randstad, la mayor agencia de trabajo temporal del país, lo forman los estudiantes y jóvenes entre los 16 y 34 años. Ya desde la enseñanza secundaria los holandeses buscan un trabajo remunerado. En vacaciones, el 67% de los jóvenes de 18 a 21 años tiene un empleo, así como la mitad de los jóvenes de 16 y 17 años, y el 24% de chicos entre 13 y 15 años. Las actividades más socorridas son: pelar bulbos en las zonas de cultivo y otras faenas agrarias, hostelería, supermercados, repartir periódicos y trabajar de albañiles en la construcción, entre otras.
Si en los años 70, y sobre todo en los años 80, era muy marcada la tendencia juvenil de abandonar la casa familiar y marcharse a vivir a un miniapartamento propio, actualmente, quizá más entre los chicos, hay más estudiantes que siguen en casa los primeros años de sus estudios.
Como motivos podrían señalarse la menor rebeldía de los jóvenes, quizá porque la diferencia de mentalidad entre las generaciones se ha reducido; el acortamiento de los estudios y la mayor dificultad para la concesión de las becas influyen en el mismo sentido.
Otro elemento que considerar es el abono de transporte público que a partir de 1990 reciben todos los estudiantes. Al principio, con él podían viajar gratuitamente toda la semana. Más adelante tuvieron que elegir: viajar gratis los fines de semana o en días laborables. Ahora el ministro de Educación quiere, como medida de austeridad, que se adjudique el abono de fin de semana a los estudiantes que no viven en casa y el de días laborables a los que viven con sus padres. Pero el reparto y la austeridad no han sido posibles, porque el 90% de los estudiantes han solicitado el abono de 5 días, lo que facilita que los estudiantes de primeros años sigan más fácilmente en casa.
Carmen MontónEl modelo japonésBodas tardías y padres protectores
Ashiya. Hace unos años, Michiko Miyamoto, profesora ayudante en el departamento de Educación de la Universidad de Chiba (cerca de Tokio) llevó a cabo un interesante trabajo de investigación acerca de las relaciones entre padres e hijos, en el que intervinieron 1.500 familias con padres de alrededor de 50 años de edad y con hijos (hombres o mujeres) no casados de más de 20 años.
Estos padres constituyen la generación que más se ha beneficiado del fenomenal crecimiento económico del Japón de la posguerra. Sus salarios fueron aumentando de forma regular año tras año y, con la perspectiva de disfrutar de un buen retiro, no dudaron en gastar generosamente el dinero en sus hijos.
Miyamoto descubrió que a la mayoría de estos padres les parecía natural que sus hijos -ya crecidos y trabajando- continuaran viviendo en casa, dependiendo prácticamente de ellos; y que los hijos, por su parte, lo daban por supuesto. El 97% de los casos estudiados se ajustan a este modelo, y el 80% de los hijos consideran la totalidad de sus ingresos como cosa propia, para gastarlos a su gusto.
«Nuestra sociedad -dice Miyamoto- puede ser que se haya convertido en una sociedad opulenta, pero los salarios de la gente joven son más bien modestos y no es fácil para ellos independizarse totalmente de sus padres. Por otra parte, muchos padres creen que su responsabilidad por el bienestar de los hijos no termina nunca, y están gustosamente dispuestos a prestarles ayuda».
Kazuko Watanabe, consejera de un grupo de «autoayuda» compuesto por hombres y mujeres de 20 a 30 años de edad, que encuentran dificultades para abandonar la casa paterna, afirma: «Cuando uno ha sido tratado con mimo y regalo, y se ha sentido protegido continuamente por los padres durante toda su vida, es natural que no quiera interesarse por ninguna otra forma de relación humana. Yo a este tipo de personas les insisto fuertemente en la necesidad de salir del ‘nido’ cuanto antes, por su bien, pero no siempre es fácil».
El marido ideal que no llega
Cifras recientes de censos nacionales muestran que el 80% de las mujeres en la segunda mitad de la veintena estaban casadas en 1975, pero a mediados de los años 90 esta cifra bajó al 60%. En cuanto a los hombres, más del 80% por encima de los 30 años estaban casados en 1975, mientras que en los últimos años no llegan al 70%. Y estas cifras siguen bajando. Según estos datos, el mayor descenso se da en la proporción de mujeres jóvenes que creen que la mujer debe casarse. Sin embargo, al preguntarles si ellas mismas quieren casarse, el 90% responde afirmativamente.
¿A qué se debe entonces el descenso anual de nuevos matrimonios? Masahiro Yamada, profesora de sociología de Tokio Gakuin University, explica: «La gran mayoría de los hombres han buscado siempre a mujeres jóvenes, agradables y dóciles para sus futuras esposas, y así ocurre también hoy en día. Para las mujeres, en cambio, el marido ideal ha sido siempre alguien más alto que ellas, mejor educado y con un salario mejor del que ellas ganan.
«Todo esto funcionó mientras los hombres estaban en mejores circunstancias que las mujeres en cuanto a educación y oportunidades profesionales. Pero la sociedad mejoró económicamente y cada vez más mujeres empezaron a ir a la universidad, de modo que es cada vez más difícil para ellas encontrar hombres mejor educados y que puedan garantizar un tren de vida mejor del que están acostumbradas». Así que no tienen prisa por casarse.
Antonio Mélich