La preocupación por la brecha digital, entendida como la diferencia de acceso a las nuevas tecnologías de la información, se ha fijado tradicionalmente en que los estudiantes acomodados tienen garantizado ampliamente dicho acceso, mientras que los de clase baja llegan tarde y, por tanto, compiten en desventaja. Pero en EE.UU., los colegios ricos están volviendo a dinámicas no tecnológicas y centradas en la interacción humana y la creatividad, y en cambio, los pobres siguen anclados a las pantallas.
Las tornas van cambiando. “No hace mucho tiempo –escribe Nellie Bowles en el New York Times–, la preocupación era que los alumnos ricos tendrían acceso a Internet más tempranamente, que ganarían habilidades tecnológicas y crearían una división digital”. Ahora, dice, “cuando a los padres de Silicon Valley les entra el pánico por el impacto que las pantallas tienen en sus hijos; cuando los inducen a adoptar un estilo de vida sin ellas, empieza a preocupar una nueva brecha digital”.
Según Bowles, puede estar pasando que los hijos de la élite estén regresando a los juguetes de madera y al “lujo de la interacción humana”, mientras los de padres de ingresos medios y bajos sigan siendo educados por pantallas.
“Ya ocurre. Las escuelas infantiles basadas en los juegos de siempre son tendencia en los barrios adinerados, mientras que Utah desarrolla una escuela infantil únicamente online y de financiación estatal, que atiende actualmente a 10.000 niños”. Se pretende que el año próximo este sistema se implante en los estados de Wyoming, Dakota del Norte y del Sur, Idaho y Montana, con ayuda de fondos federales.
Una investigación de Common Sense Media arrojó que los adolescentes de hogares pobres pasan en promedio 8.07 horas usando pantallas (si el chico está atento al móvil mientras está sentado ante la televisión durante una hora, se cuentan dos horas), y que los de familias de altos ingresos pasan dos horas menos. Asimismo, otros dos estudios han hallado que los estudiantes blancos están menos expuestos a estos medios tecnológicos que los afroamericanos y los hispanos.
Entre los de Silicon Valley que ya cuestionan abiertamente la utilidad de esta sobreexposición, está Pierre Laurent, que fue ejecutivo de Microsoft y ahora lo es de Intel. El mantra dominante, según dice, es que el niño que no esté conectado a las pantallas está en otra dimensión y terminará siendo un desvalido, “pero ese mensaje no funciona en esta parte del mundo” –o sea, entre las tecnológicas–.
Así lo explica: “La gente de esta región entiende que lo importante es todo aquello que sucede en torno al big data, a la inteligencia artificial; pero esto no es algo en lo que vayas a ser particularmente bueno solo porque tengas móvil desde los cuatro años”.