En Gran Bretaña la defensa de la familia empieza a verse ya como una pieza central de la política social y no como un tema para moralistas. Es una de las principales apuestas de la modernización y el cambio de imagen del partido conservador. Más que una cuestión ética o ideológica, a estas alturas es ya una necesidad, y quizá se pueda convertir incluso en un problema de supervivencia.
«Las familias son la fuente última de la fuerza o la debilidad de nuestra sociedad. Las familias importan porque casi todos los problemas sociales que afrontamos dependen de la estabilidad familiar. Si los índices de matrimonio suben, si los de divorcio descienden, si más parejas permanecen juntas por más tiempo, ¿sería mejor nuestra sociedad? Mi respuesta es sí. Y por lo tanto yo estableceré un sencillo test para todas y cada una de nuestras políticas: ¿Ayuda a las familias?». Esta declaración de intenciones procede de David Cameron, el líder del Partido Conservador, embarcado en dar un nuevo impulso a los «tories».
Sus rotundas afirmaciones en defensa de la institución familiar han servido para respaldar el informe presentado por el grupo político de Justicia Social de su partido en el que se buscan las causas de la pobreza y la conflictividad social que afectan a los británicos, y en especial a los jóvenes.
Este informe, titulado «Breakdown Britain» -juega con el doble significado de breakdown: «crisis» y «análisis»-, ha sido coordinado por el antiguo líder conservador Ian Duncan Smith, y realizado por un numeroso grupo de especialistas de diferentes áreas. Se centra especialmente en los perjudiciales efectos de la crisis de las familias manifestados en la pobreza, la delincuencia, el deterioro de la salud física y psíquica, o el fracaso escolar. El estudio, dice Duncan Smith, «muestra más claramente que nunca los destructivos efectos de la crisis de la familia sobre millones de niños».
La familia, en el centro
Con el lanzamiento de «Breakdown Britain» se entiende mejor el deseo declarado por Cameron desde la convención de su partido, a comienzos del otoño, de «poner a la familia en el centro de nuestro programa». Ciertamente puede empezar por barrer la propia casa, ya que en los últimos tiempos han sido políticos conservadores los que han protagonizado algunos «affaires» matrimoniales más llamativos.
Pero el informe demuestra con datos lo que el sentido común indica: que los cambios que en las estructuras familiares no son sólo una cuestión de moral sexual privada, sino un problema de enormes consecuencias sociales.
Las 517 páginas del informe se dividen en cinco volúmenes, en un intento de mostrar lo que consideran «cinco vías hacia la pobreza»: fractura familiar, fracaso escolar, endeudamiento, dependencia de los subsidios, y adicciones al alcohol y a las drogas. El más jugoso, y en el que los mismos conservadores han puesto el acento, es el que trata de las «familias fracturadas».
El documento analiza en primer lugar los cambios demográficos producidos en la sociedad británica desde 1970. Señala el descenso del número de matrimonios (el número anual de matrimonios ha caído un tercio, y el total ha caído en dos tercios) y el significativo incremento de familias monoparentales. Los índices de divorcio se han estabilizado desde 1980, pero se corresponden con un crecimiento continuado de rupturas familiares protagonizadas por parejas de hecho, que son en términos generales dos veces más proclives a romperse que los matrimonios.
La crisis familiar pasa factura
En el capítulo dedicado a las consecuencias de la crisis de las familias, se incluyen las disfunciones familiares (problemas de salud, carencias educativas, abusos en el seno de la familia, violencia doméstica…), la pobreza y la dependencia de los subsidios, la delincuencia y el crimen, el impacto en la tercera edad, el coste para el Estado y su influencia en el mercado inmobiliario.
El informe refleja que la salud psíquica y la longevidad es generalmente mejor en las personas casadas que en las que no lo están. Y las crisis familiares elevan el riesgo de violencia doméstica. Los hechos muestran que el elemento más claro de predicción de ésta es ser una mujer separada. Un estudio encontró que el 22% de ellas la había experimentado en el año anterior, aunque no aclara si la violencia existe previamente a la separación y es causa de ella, y remite a un estudio de 1999. El documento recoge las conclusiones de otro análisis que señala cómo las mujeres han sufrido más agresiones físicas por su pareja en el caso de no estar casadas.
En lo referido a la pobreza y la dependencia de los subsidios, después de una ruptura marital las mujeres son de media un 18% más pobres, y los hombres están un 2% mejor en términos económicos. El impacto de la desmembración familiar en la delincuencia queda ilustrado por «el hecho de que el 70% de los delincuentes juveniles proceden de familias monoparentales y los niveles de comportamiento antisocial y delincuencia son más altos en hijos de familias separadas que en aquellos de familias intactas. Un tercio de los encarcelados y más de la mitad de todos los jóvenes delincuentes han pasado por el sistema de protección de menores».
Los mayores también soportan las consecuencias de la fractura de las familias, no sólo por la complicación de las relaciones familiares, sino tamsbién por un cambio ético a la hora de percibir as relaciones: «ya no se ve como un deber moral cuidar a los parientes mayores (…). La losa de ese cuidado está recayendo en el Estado».
Las parejas casadas son más estables
«Breakdown Britain» dedica gran espacio a señalar las dificultades que las políticas fiscales de apoyo a la familia imponen a las parejas estables. «Penalización a la vida en común», lo llama. El Institute for Fiscal Studies ha mostrado que las familias con ingresos modestos puede que sufran una gran penalización económica si los padres aparecen unidos ante el sistema de subsidios. Los subsidios que concede el sistema estatal están calculados en función de los ingresos conjuntos de una pareja. Las ayudas son mayores en el caso de que la pareja esté separada o al menos lo parezca ante el fisco, lo cual alienta la cohabitación frente al matrimonio.
«Además, la proporción de ingresos disponibles derivados de la protección a la infancia han crecido a lo largo de los pasados 30 años. Esta protección proporciona alrededor del 30% de los ingresos disponibles de media a las familias monoparentales, mientras que en las familias biparentales con hijos representan menos del 10%», dice el informe.
El sistema legal también tiene parte de la culpa en el desarrollo de la crisis. «Breakdown Britain» critica la extensión de derechos propios del matrimonio a parejas de hecho, ya que anima a formar relaciones claramente menos estables. El informe recuerda que «un abrumador corpus de investigaciones» demuestra la mayor estabilidad de las parejas casadas frente a las que cohabitan. Parece que el amor también es una cuestión «de papeles». Hay estudios que indican que las parejas casadas con hijos se rompieron cinco veces menos que las que no lo estaban antes del quinto cumpleaños de su hijo. El 75% de los conflictos familiares que hoy afectan a los jóvenes están protagonizados por familias cuyos padres no están casados.
Una nueva política familiar
«Breakdown Britain» pone número a los costes que supone para el país el intento de subsanar las consecuencias de las fracturas familiares. El gobierno laborista ha tratado de abordar la cuestión a través del sistema de subsidios, que ha invertido anualmente 20.000 millones de libras (casi 30.000 millones de euros): de ellos, más de 15.000 millones de libras (22.000 millones de euros) en prestaciones sociales dirigidas fundamentalmente a familias monoparentales y otros 3.000 millones de libras (4.500 millones de euros) en el programa «Sure Start», para supervisar la educación de los hijos de hogares rotos. Y, sin embargo, las cifras que dan pie a la preocupación no menguan.
El dato es una respuesta a las corrientes sociales y políticas que, contra lo que sucede en cualquier otro campo, centran sus propuestas en curar, dando por supuesto que no se debe prevenir. Piden más inversión de dinero, asumiendo que el cambio social es irreversible y no se debe hacer nada para evitar las rupturas familiares. Incluso esas ingentes sumas de dinero acaban siendo como una tirita en la brecha social abierta por la crisis de la familia.
«Rechazamos el confortable mantra de que la política puede o debería ser por completo moralmente neutral, pues en la práctica es imposible», afirman los redactores del informe. «Aunque no se debe moralizar (en el sentido peyorativo), las relaciones con compromiso son esenciales para la ecología social de la familia, la comunidad y el país, y hay que fomentar las familias que tienen este fundamento», dice el informe. Y mete el dedo en la llaga con honestidad: «La comunidad legislativa (incluidos políticos, legisladores y estudiosos), en materia de crisis familiar se ha mostrado reacia a agarrar el toro por los cuernos siendo claros acerca de los beneficios del matrimonio y las relaciones con compromiso, y las razones a favor de apoyarlas y alentarlas. (…) Son conscientes de su propia fragilidad. Muchas de sus propias familias han sufrido su disolución u otras crisis, y ellos están incomprensiblemente determinados a no moralizar».
Por otra parte, «Breakdown Britain» reconoce que tratar de subsanar la grave crisis que afecta a las familias, para parar sus consecuencias, «no debe eliminar de la agenda las preocupaciones acerca de los subsidios infantiles. Pero los subsidios a la infancia dependen estrechamente de la calidad de las relaciones paternas y son los hijos, a menudo, los más vulnerables cuando las familias se rompen».