Científicos de la Universidad de California-Davis han hallado que la bacteria B. infantis, que ha estado presente en la flora intestinal de los niños desde los albores de la humanidad, está desapareciendo del organismo de los menores que residen en países ricos.
Según señala la investigación –citada por Kristin Lawless en el New York Times–, la B. infantis favorece la maduración del sistema inmunológico del menor, limita las inflamaciones y mejora la permeabilidad intestinal. Pero a día de hoy, se estima que 9 de cada 10 niños estadounidenses no tienen la bacteria en sus intestinos, cosa que no ocurre en países menos industrializados.
Entre las causas de que el microorganismo se esté “evaporando” se podría mencionar el empleo excesivo de antibióticos, la sustitución de la leche materna por la de fórmula y el incremento de los alumbramientos por cesárea.
El profesor Bruce German, participante en el estudio, subraya la relevancia del hallazgo: “El principal beneficio de tener una microbiota dominada por la B. infantis radica en que esta mantiene alejados a los ‘tipos malos’, en especial, a las bacterias patógenas que pueden causar enfermedades agudas e inflamación”. La ausencia de la B. infantis puede dar pie a la obesidad, a alergias diversas y a la diabetes tipo 1.
El Dr. German señala que quizás en el futuro se pueda añadir la bacteria a algunos de los alimentos que forman parte de la dieta humana, tal como hoy se hace con el yodo, pero avisa que no bastará con inocularla artificialmente en los bebés. El microorganismo se alimenta de un tipo específico de carbohidrato presente en la leche materna, que es muy difícil de replicar artificialmente.
La investigación apunta que la colonización del intestino fetal por las bacterias beneficiosas comienza cuando el no nacido traga líquido amniótico. La repercusión de estos microorganismos en la salud del nuevo ser empieza a constatarse en cuanto se rompen las membranas fetales, ocurre el nacimiento y se le empiezan a suministrar alimentos al bebé.
“Obraríamos sabiamente –concluye por su parte Lawless– si prestáramos atención a estos hallazgos en la microbiota como un presagio de lo que está por venir. La promoción de las fórmulas para bebés en lugar de la lactancia y, luego, nuestra fe en los alimentos procesados, han tenido inesperadas y temibles repercusiones en nuestra salud”.