Olga San Jacinto: “Ser referentes éticos es un valor competitivo”

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Olga San Jacinto

Olga San Jacinto es el rostro de un sí-se-puede rotundo. Ejecutiva en Google entre 2004 y 2018, con experiencia en Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Directiva. Asesora. Consejera. Marca España por el mundo con una experiencia elocuente en negocios, tecnología y estrategia que, además, comparte con una pedagógica sabiduría práctica.

Una speaker de lujo. Habla el idioma de la innovación con la madurez y el realismo de quien lo radia desde dentro. La transformación, el cambio, el futuro, el liderazgo de alto rendimiento, el talento en 3D y la visión global parafrasean su nombre en las tarjetas de visita. Universidad Complutense de Madrid, Harvard, Instituto de Empresa, IESE. Google Maps, Netflix, Uber, Starbucks, Telefónica, Astara, BBVA…

Una mujer en la cima de un ochomil laboral nos atiende desde California. Entre call y call, miramos al futuro social, empresarial, profesional y formativo con los ojos de una ejecutiva en medio del tráfico aéreo de este contexto que hiperventila novedades de última hora, incertidumbres de siempre y oportunidades como nunca.

Con calma y una sonrisa. Como si el vertiginoso atrezo no despeinara sus reflexiones, volamos hacia el mundo que viene en casual business.

— Su formación y su experiencia laboral son una atalaya interesante para ver el presente y atisbar el futuro. ¿Qué tendencias sociales se observan desde ahí arriba?

— Socialmente se observa una tendencia muy fuerte y necesaria entre los jóvenes de empatizar con el cuidado del planeta, lo cual nos llevará a formas de trabajar y consumir muy distintas y más conscientes. En el horizonte se intuyen también cambios políticos y económicos, porque el crecimiento de los mercados internos en Asia nos habla de otros escenarios. Económicamente, China adelantará a Estados Unidos en 2028, antes de lo que pensábamos. Por números, ese partido ya está ganado. En 2040 se espera que el poder económico conjunto de China, India, México, Brasil, Turquía y Rusia supere al del G-7. Este cambio de epicentro transformará las dinámicas mundiales.

“El cambio siempre ha sido constante, pero ahora va a muchísima más velocidad. Ante una realidad así, debemos capacitarnos para aceptarlo y disfrutarlo como una oportunidad”

En el mercado laboral de Occidente observamos que los boomers se retiran y se avecinan generaciones jóvenes con expectativas y prioridades diferentes, con otra conciencia social. Para ellos ganarán peso las empresas fluidas que sean ágiles y las condiciones de trabajo flexibles. Ya no perdura eso de tener un trabajo para toda la vida. Aprenderemos mucho de esta evolución, aunque, como siempre, algunas conclusiones las sacaremos a posteriori. Gestionar adecuadamente todo este cambio requiere un nuevo liderazgo empresarial fuerte y generalizado.

— Estamos en medio de un bucle de incertidumbre global. ¿Es posible ver el cambio en positivo?

— El cambio siempre genera incertidumbre y siempre ha sido constante, lo que sucede es que ahora va a muchísima más velocidad. Ante una realidad así, debemos capacitarnos para aceptarlo de tal manera que la evolución lógica se dirija hacia su disfrute activo, porque, en realidad, un cambio es una oportunidad.

— ¿El cambio será la tendencia absoluta de la próxima década?

— Si nos transportamos al año 2000 sabiendo todo lo que nos ha pasado desde entonces, probablemente no tendríamos miedo al contemplar los cambios, porque veríamos toda la oportunidad que nos ofrece el contexto. Invertiríamos en móviles, en pantallas táctiles, en e-commerce, en empresas tecnológicas, en automatización, big data, inteligencia artificial… Veríamos la transformación como una ola que viene, pero como surfistas que se centran en la parte positiva.

Si observamos los cambios entre 2000 y 2022, entenderemos que la transformación que viene ahora será mucho mayor, y es importante que estemos preparados. Lo que hemos vivido en estas dos décadas ha sido solo la punta del iceberg. Solo las novedades en el ámbito de la inteligencia artificial tendrán un impacto equivalente al descubrimiento del fuego o la electricidad. Viene un tsunami de cambio que debemos ver como una oportunidad, especialmente en áreas como la salud, la educación, el big data, la energía, la sostenibilidad del planeta. ¿Se atisban peligros? ¡Claro! Lo importante es estar informados, porque el mayor riesgo es crear un mundo con distintas velocidades en el que haya personas que forman parte de la fuerza laboral que está al tanto de la tecnología, y otras que se van quedando descolgadas. La ética no cambia: velar por el respeto de los derechos y las obligaciones sigue siendo esencial para que el progreso no deshumanice el futuro, limitando el éxito de la oportunidad.

Tecnología, ciencia, trabajo, educación, familia, sociedad, medioambiente… ¿Cuál es el cambio que más nos transformará y para el que conviene prepararse mejor?

— Todos esos aspectos llevan el cambio en sus genes… Quizá el más cambiante de todos sea el escenario tecnológico, sobre todo en lo relativo a la inteligencia artificial, la democratización de los datos, y la capacidad de procesamiento. La ciencia va evolucionar de manera impresionante, porque estará en el foco de la inversión y será protagonista de la revolución tecnológica creciente.

En el sector del trabajo se va a tambalear todo, y eso tendrá su efecto en la educación, que es inconcebible que siga como está ahora mismo. La familia se resiente, pero creo que las nuevas generaciones han aprendido a valorarla más y mejor, con una empatía que también muestran con la necesidad de cuidar el planeta.

La sociedad sufrirá cambios y se notarán especialmente en el medioambiente. Allí veremos las transformaciones más destacadas para las que debemos prepararnos. Dicen que una persona con salud tiene muchos problemas, y una persona sin salud, solo uno. Lo mismo le pasa al planeta. Resolver su estado de salud es una prioridad absoluta. Entre los escenarios de alta probabilidad e impacto masivo, la emergencia climática ya se ve como una hecatombe que nos hará girar bruscamente. Sabemos que es una realidad que viene, pero no estamos actuando con proporcionalidad y el planeta nos va a parar los pies.

Con toda la experiencia de estos años en la cúpula empresarial internacional: ¿la ética es una herramienta para el éxito profesional y personal, o es un adorno para escrupulosos con el que solo se gana la paz de una conciencia?

— La ética es, cada vez más, una herramienta de logro y de realización personal en el trabajo. En la empresa la ética afecta al consejo, a los líderes, a los recursos humanos… y no solo por cuestiones reputacionales. El comportamiento ético debe estar en su ADN. Si no, se notará. Se pueden hacer transiciones hacia ciertos valores, pero nada ético puede hacerse exclusivamente de cara a la galería, entre otras cosas porque estos aspectos cada vez son más importantes para empleados y consumidores. Crece el número de personas que toman decisiones mejor informadas sobre dónde trabajar o qué consumir. Respetar una ética honesta y coherente es una obligación de toda la organización: por eso, debe comunicarse adecuadamente y alinear esos principios con los objetivos del negocio. Aunque algunas indicaciones generen fricciones al principio, hacer lo correcto y comunicarlo bien es esencial a largo plazo. Más del 50% de los empleados, o bien han sufrido algún tipo de comportamiento incorrecto en la empresa, o han sido testigos: por eso conviene vigilar y accionar la responsabilidad de comportarse bien, también a nivel micro.

“El líder ya no es una autoridad, sino parte del equipo. Debe ser muy generoso, aprender mucho, evolucionar constantemente, y generar diversión y ambiente de retos conseguidos”

En el ámbito personal es clave que la ética persista con perseverancia, especialmente en entornos competitivos donde se piden resultados muy agresivos. En las cúpulas directivas a veces se observan malos ejemplos, porque sus miembros han perdido este ADN por el camino. La cultura adecuada y los pasos necesarios en positivo conllevan un efecto de círculo virtuoso. El líder actual está más en el escaparate. Sus empleados y sus equipos son sus clientes internos, y por eso merece la pena que su ética y su profesionalidad estén a la altura.

Con respecto a la ética en el mundo de la innovación y la tecnología, conviene tener mucho cuidado, porque la innovación va por delante de la regulación. Cada vez más personas combinan sus estudios tecnológicos con filosofía, y eso tiene mucho sentido. ¿Es ética una inteligencia artificial autónoma? ¿Qué debemos decir sobre el uso de la tecnología entre jóvenes? Desde hace diez años sabemos que la ética es fundamental en los campos de la innovación y la tecnología, porque podemos dar los pasos incorrectos, y merece la pena adelantarse y prevenir.

— Ante este escenario de cambios, es posible que el liderazgo empresarial, político y social de verdad asuman un protagonismo especial. Posiblemente se enseñan muchas cosas en las escuelas de negocios que después se convierten solo en teorías… ¿Cómo debe ser el líder del presente para construir un futuro humano?

— Acumulo más de treinta años de experiencia profesional, quince de ellos en Google, y he trabajado en Estados Unidos, Europa, Latinoamérica. No hablo de teorías, aulas y artículos de expertos en liderazgo que dialogan sobre estudios y encuestas. Hablo de mi experiencia tratando a cuatro generaciones distintas y a personas de más de veinte nacionalidades. Mi primera reflexión es que el líder no tiene superpoderes ni está ungido de un poder especial. Es parte del equipo. Antiguamente estaban el jefe y el equipo, y ahora el jefe está con el equipo. Son miembros de la misma familia, y eso es muy democrático. El líder sabe que tiene mucha responsabilidad, por supuesto, pero eso no le encumbra a una posición de beneficio, entre otras cosas, porque el equipo se alineará con él y con sus valores si trae impacto y resultados, y si les ayuda. El líder no es una autoridad. En Google, por ejemplo, tuvimos que despedir a personas porque pretendían ser jefes con una autoridad por rango, y eso no funciona con el talento. El líder debe ser muy generoso. Tiene que pensar en cómo querría haber sido tratado, porque así se gana el respeto y la atención. Además, debe ser capaz de crear una visión común para conseguir que se logre lo que pensábamos que era imposible. Esto, que es precioso, quizá sea lo más importante.

Olga San Jacinto.

El líder sabe ayudar a los demás del equipo para que desarrollen sus pasiones en su puesto de trabajo, pero nosotros no somos los responsables de su recorrido profesional. Somos facilitadores, pero no subvencionamos a nadie, porque si no, las personas pueden pensar que su futuro está en manos de su manager, y no es así. El líder debe cohesionar a sus equipos. Cuando llega alguien nuevo, la disposición ha de ser: “Aquí estamos todos para ayudarte. Cualquier tema personal que se te presente, saca bandera y te cubrimos, que para eso somos un equipo”.

“Bastantes mujeres achacan su éxito a su suerte, y no a su valía. ¡Las mujeres debemos creer en nosotras mismas mucho más!”

El líder debe aprender mucho y evolucionar constantemente. Debe tener en mente la visión de todo lo que le queda por aprender y por crecer, lo cual motiva y retiene mucho más que un sueldo. El líder genera diversión y ambiente de retos conseguidos, y es bueno que sobrecomunique para que cada uno de la empresa sepa perfectamente qué parte del todo le compete, qué pasa en el mundo y qué tiene que hacer la empresa, porque eso sirve para que las cosas tengan sentido. Así se trabaja con inteligencia. El líder, al final, debe respetar, valorar y apreciar a cada una de las personas de su equipo.

— Ha conseguido estar en la cumbre empresarial durante muchos años y ha dejado un presente más fácil para las mujeres con una vocación profesional sin fronteras. ¿Qué retos laborales tienen pendientes las mujeres del siglo XXI?

— A día de hoy, la igualdad no existe en el ámbito laboral, tampoco en instituciones públicas. Lo vemos en los números de representación en puestos de responsabilidad o en creación de empresas. No podemos normalizar la situación ni en la sociedad, ni en la familia. Nosotras también debemos otorgarnos permiso para dar rienda suelta a nuestras ambiciones y ejercer trabajos interesantes con el equilibrio adecuado de vida y familia.

El primer reto es darnos cuenta de lo que está pasando. El segundo, ser conscientes de la responsabilidad que tenemos de abrir camino a las demás. Yo tengo que hacerlo muy bien por mi empresa y por mí, pero también por todas las mujeres que vengan detrás. Vemos a mujeres que están marcando la pauta con una enorme profesionalidad, y ese es el camino. Tercer reto: ¡Creérnoslo! Muchos hombres vienen a pedirme ascensos y promociones, pero mujeres, ni una. Muchas veces las mujeres achacan su éxito a su suerte, y no a su valía. ¡Las mujeres debemos creer en nosotras mismas mucho más! En cuarto lugar, pienso que no hace falta que nos prestemos siempre a todo. Es importante saber hasta dónde llegamos, qué podemos hacer y qué no. Si hay una comida en casa y tengo mil reuniones de trabajo, o se come fuera, o asume su peso el resto de la familia. Para eso, nosotras también tenemos que dar juego, no responsabilizarnos voluntariamente para asumirlo todo.

“La receta del éxito profesional implica interés genuino por las personas, disfrutar con lo que hacemos, aspirar a generar un impacto positivo en la sociedad… Hay trabajos que son servicios que cambian vidas”

Hay muchos retos, la verdad. Aspirar a un trabajo que nos guste y nos satisfaga, porque el coste de oportunidad es muy alto. Cuando dejas en casa a un bebé pequeño por tu trabajo, más vale que te creas lo que haces y que te motive con quién lo haces para que el esfuerzo merezca la pena. Añado un reto de máxima actualidad: las mujeres estamos muy pocos representadas en el ámbito de las STEM (science, technology, engineering and mathematics) y normalmente asumimos puestos de menor calibre. En este futuro laboral donde habrá destrucción de trabajo, si no estamos más posicionadas en esas áreas no vamos a ser parte del futuro laboral puntero. Esto puede frenar nuestros avances profesionales, e incluso puede hacer que perdamos todo lo que hemos ganado.

— ¿La conciliación es la gran estafa?

— Es importante distinguir entre las ideas románticas y la realidad. Yo misma, cuando era jovencita, me fui a vivir a Nueva York y tuve una experiencia con una idea romántica, y más adelante volví con mi hija para trabajar como ejecutiva en Google Maps y la realidad era distinta. Vivía en la Quinta Avenida y tenía ayuda en casa, pero aquello era muy competitivo. No ves la naturaleza a diario y te mueves entre gente estresada, entre otras cosas, porque todo es muy caro. Allí vi que la realidad y la idea romántica chocan, algo que sucede también con la conciliación. Crees que vas a poder compaginarlo todo y después se impone el día a día.

El mix de responsabilidades laborales, personales y familiares depende mucho de lo que sea más importante para cada una y de los objetivos que nos propongamos. Es una alquimia compleja, pero yo aspiro a tenerlo todo. ¡Claro que quiero ser madre! Pero también quiero protagonizar un reto intelectual, faltaría más, igual que necesito cuidar mis inquietudes espirituales, físicas y emocionales. El trabajo genera una independencia económica, y eso da mucha paz interior, y ofrece un marco relacional muy interesante. Por eso yo lo quiero todo, pero las diferentes facetas de la vida implicadas son vasos comunicantes con limitaciones, sobre todo, el tiempo y la energía.

“Una buena ética aumenta la productividad. La ética y la eficiencia de los recursos humanos no tienen por qué estar reñidas. Una ética laboral y productiva trae más talento”

En el ámbito de la conciliación no existe un equilibro perfecto. Lo importante es disfrutar de la familia y hacer lo que se pueda, sin echarse en cara las cimas a las que no hemos llegado. Para eso es fundamental tener claras las prioridades y no hacernos trampas. Si damos el paso, debemos estar listas para pedir ayuda cuando la necesitemos. La familia es un trabajo en equipo. Hay que hablar, hay que pedir, y creo que es posible conseguir que las cosas cuadren. Es muy rico haber alcanzado un estatus profesional e intelectual cuando los niños han crecido. Es habitual pasar una época en que se consigue conciliar la parte laboral y la familiar a costa del tiempo y de la energía, y la esfera personal se queda un poco atrás, pero se puede retomar ese espacio cuando los hijos son mayores y ver, después, que todo ha merecido la pena.

¿Se puede hablar de una ética de los recursos humanos en estos años de idolatría de la eficiencia? ¿Cuáles serían sus “mandamientos”?

— Una buena ética y una buena actitud en la empresa aumentan la productividad. La ética y la eficiencia de los recursos humanos no tienen por qué estar reñidas. Una ética laboral y productiva trae más talento.

Entre esos “mandamientos” éticos que enriquecen el bienestar de las plantillas poniendo siempre al empleado por delante, incluiría: que se comparta una misión, que todos vivan unos valores comunes, que todos vigilen y salvaguarden un código ético y de conducta… El talento ético va a tener muy buenas ofertas. La conexión con las personas es seña de identidad de las empresas que tienen alma.

Recursos Humanos es un departamento clave y dinamizador en cualquier empresa, pero el ambiente de cuidado del personal no es su responsabilidad exclusiva. La responsabilidad ética en cada empresa es muy capilar.

¿Hemos aprendido que la digestión del fracaso forma parte de nuestro progreso profesional y humano?

— Si la felicidad es igual a la realidad menos las expectativas, en términos matemáticos, si nuestras expectativas incluyen no tener fracasos o errores, nunca seremos felices. Fracasar es un proceso de aprendizaje. Un niño que aprende a andar va a caerse muchas veces, pero esas caídas no son fracasos, sino un itinerario necesario hacia el éxito que no se puede penalizar. Esta misma idea nos afecta a nosotros a lo largo de la vida. Solo el 20% de los emprendedores continúan con su proyecto después de un año, y de esos, solo un 30% siguen adelante en el segundo año. Si penalizamos los fracasos en cualquier proceso, nunca veremos innovación. El éxito laboral y el éxito personal son dos cosas diferentes. Al final, el verdadero éxito es un equilibrio de vida con valores. El camino prueba-error sirve para entender qué es el éxito para cada uno.

Muchos jóvenes acaban en estos días su etapa formativa y se adentran en la selva laboral. ¿Qué aconseja para que no pierdan el tiempo y acierten en sus decisiones?

— Nadie acaba nunca su etapa formativa, porque la formación es continua y dura toda la vida. La información fluye, y la curiosidad no muere con la edad… Más que ver el panorama como una selva, los animaría a verlo como los surfistas: siempre hay buenas olas que navegar. Cada uno deberá emprender un camino y es importante que acierten en sus decisiones, que no se penalicen sus errores y que los fallos se conviertan en aprendizaje, aunque haya que pasar por lugares que nos dejen claro que ese no era el futuro. Que vean sus puntos fuertes y sus pasiones. Que estén atentos al futuro en campos como la salud, la prevención, la biotecnología, la alimentación sostenible, la energía, la inteligencia artificial, la digitalización, la educación…

Vienen muchísimas olas. Deberán valorar qué les apasiona y cuál es el gap con la formación extra que necesitan. Los jóvenes son talento y pueden trabajar para una empresa, pero también pueden emprender, e incluso desarrollar, a la vez, un proyecto con amigos… Ahora todo es más fluido. Nadie tiene que pedir permiso para empezar. Ya no hay que esperar a que se abra la gran puerta. Urge despertar el espíritu emprendedor, porque existen grandes oportunidades. Además, los de otras generaciones estamos aquí para ayudarles y aconsejarles.

¿Qué nuevas cualidades serán las estrellas del currículo desde ahora?

— La pandemia ha sido un acelerador de cualidades que ya están siendo demandadas desde hace tiempo en un clima de alto rendimiento y adaptación al cambio constante y que tienen que ver, sobre todo, con la innovación y la creatividad (resolución de problemas, pensamiento analítico…). Aumenta la consideración de competencias técnicas, como data science o programación a diferentes niveles. Los nuevos currículos piensan en ciudadanos más globales, aunque pongan el foco también en capacidades personales, como la cooperación o la empatía.

Álvaro Sánchez León
@asanleo

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