Fotos: Santi G. Barros
Paloma Blanc Muro de Zaro (Madrid, 1979) es experta en Comunicación, esposa, madre de nueve hijos e influencer, en el sentido positivo de una expresión popular que merece una tesis y que todavía no avala la Real Academia Española. Es la sonrisa realista sin filtros que da la cara en Instagram tras la cuenta de @7paresdekatiuskas.
Una casa en efervescencia. Alegrías y agobios. Fiestas y bajones. Cumpleaños y gripes. Música y preocupaciones ordinarias. Un roto en el calcetín y una ganga de Primark. Dudas y certezas avaladas por la mili de una mamá crónica. Una receta de tortitas. Unos trucos de ahorro. Unas ideas de decoración. Rebajas. Planes familiares. Preguntas. Respuestas. Sorteos. Días agotadores. Propuestas reparadoras. Dos furgonetas con nombre propio camino de Asturias. Secretos de Reyes Magos. Actos académicos para todas las edades. Colegios, uniformes, tutorías y EBAU. Actividades extraescolares. Sugerencias para descansar. Fotos de matrimonio. Momentos de solteros. Audacias, ilusiones, horizontes, emociones, alertas, pensamientos, oraciones, chistes, ocurrencias, paseos en voz alta, confidencias y ganas de compartir lo bueno.
La productora que estudió Comunicación Audiovisual relata con arte el trajín de su once ideal más real que la ficción. Y, entre medias, muchas cuestiones de fondo que sujetan la estructura convirtiendo la maternidad en una aventura maravillosa, aunque muchas veces se tire con ojeras y se desee con todas las fuerzas del alma escaparse a una casa rural con una sola habitación, sin pisar la cocina, sin mirar el reloj y sin atisbos de cobertura: lejos del bullangueo habitual y pulsando el stop de la noria del hámster en la que ruedan, generalmente, las biografías aceleradas de las madres y padres que afrontan todas sus responsabilidades como si salir adelante con holgura y dignidad fuera una clase de triatlón olímpico con sus vallas y sus mallas de apretura.
Mix entre Madrid, Sevilla y Asturias. Centro, sur y norte. El equilibrio de la sana normalidad en el epicentro de las redes con prevención para no enredarse “en el lado oscuro”. En el mes de las matrículas de honor con “progresa adecuadamente y destaca” para todas las madres buenas que han liderado con gracia el curso de sus hijos, nos bajamos al parque a mover el balón rematando a portería. Es la hora exacta entre la media jornada laboral y la sirena para ir a por los niños al colegio. Al otro lado de las siestas, la fiesta de ser madre y disfrutar en el intento.
“La efervescencia de la maternidad en positivo que expresa nuestra cultura actual es el reflejo de una necesidad social y personal”
— España se encamina a ser el país más envejecido del mundo a partir de 2040. No será por tu culpa.
— [Risas]. Claramente, no será por nuestra culpa. Es una pena que un país con tanto potencial como el nuestro pase a liderar estadísticas de este estilo que, además, se pueden prever priorizando política y socialmente medidas que incentiven las familias amplias y la natalidad. Pero, efectivamente, los datos dibujan ese horizonte negativo. Muy probablemente, se tomarán medidas cuando ya sea un poco tarde. Ser un país joven, donde las familias crecen y donde aumenta la población infantil, trae beneficios para todos y en todos los órdenes. Yo no puedo más que recomendarlo vivamente por propia experiencia.
— Ser madre de familia numerosa es, también, responsabilidad social. Pero parece un proyecto personal muy caro.
— Ser madre de una familia numerosa es un proyecto personal que sale muy caro, pero que merece muchísimo la pena. Apostar por un hogar con nueve hijos supone un esfuerzo evidente, pero para nosotros era un proyecto fundamental. Guillermo y yo tuvimos desde siempre la idea de montar una familia numerosa y abierta, y lo hemos conseguido. Lo ideal sería que poner en marcha familias así no supusiera excesivos costes personales para quienes deciden tirar por este camino, porque yo estoy convencida de que es también responsabilidad social. Debemos convertir en prioridad política y social que ser padres no sea una carrera de obstáculos.
“La conciliación es una farsa. Las propias mujeres nos hemos puesto un listón casi utópico”
— Feria, Cinco Lobitos, La maternal, Girasoles silvestres… Últimamente, en la cultura española se habla mucho de maternidad.
— Efectivamente, en el cine y en la literatura contemporánea, al menos en España, se está hablando mucho de maternidad y, poco a poco, se está recuperando un prestigio que se había diluido por muchas razones diversas. La maternidad siempre ha sido un tema relevante en la cultura, pero sí, últimamente parece que se pone el acento en lo positivo. En las redes sociales también se observa un profundo respeto por las madres que comparten su desempeño y exponen con equilibrio todo lo que enriquece ser madres en un mundo, a veces, más individualista de la cuenta. Yo creo que esa efervescencia de la maternidad en positivo expresada en nuestra cultura actual es el reflejo de una necesidad social e incluso un deseo personal de mucha gente que no ve colmadas sus aspiraciones más profundas por otros derroteros.
— Quizás se habla menos en la cultura y en la opinión pública de natalidad, aunque, tal vez, es la mejor manera de hablar de futuro.
— Totalmente. Las sociedades que respaldan la natalidad con palabras y con hechos son las que tienen un futuro más prometedor y más estable. Es una cuestión de lógica numérica. Las tasas de natalidad en Europa y en España están como están. El feminismo, si quiere ser verdaderamente constructivo, todavía tiene el reto de conectar mujer, maternidad y natalidad. En la opinión pública, tener hijos todavía se ve mayoritariamente como una limitación y una pérdida de oportunidades personales. Esa visión cambia notablemente cuando miramos de nuestras casas hacia dentro. Los enfoques reduccionistas no suelen sacar partido a nuestras mejores posibilidades como personas y como sociedades. Para nosotros, ser padres es algo que tiene que ver con la esencia de nuestra felicidad.
— Dices que ser padres en este contexto social, económico y laboral es muy complicado. No nos enseñan a ser mujeres/hombres-orquesta. La consecuencia es que la natalidad está en 1,23 hijos por mujer y que hay pueblos de la España vacía con menos habitantes que los que vivís en tu casa.
— La conciliación es una farsa. Es imposible llegar bien a todo como madres, padres y profesionales en este mundo complejo. Ser las mejores en el trabajo, tener la casa perfecta, cuidarse, cultivarse, ser la más divertida, aportar en redes sociales, estar a la última… Las propias mujeres nos hemos puesto un listón casi utópico, y eso genera estrés, tensión y frustraciones difíciles de digerir. Aceptarlo y ser realistas es un primer paso importante para gestionar las cosas con sentido común, priorizar y organizarse. Hacen falta políticas públicas que fomenten una conciliación posible. Laboral y económicamente, a veces ser padres se plantea como un precipicio, y ese horizonte es letal.
— En tu historia como madre hay un momento de reset en el que decides que ser imperfecta no significa ser una mala madre, y que vas a poner toda la carne en el asador, pero aceptando que no eres una superwoman.
— Cuando tuve a mi tercer hijo me sobrepasó la situación, porque no me había ordenado. Volvía a estar embarazada, mis padres y mis suegros vivían en otra ciudad, yo necesitaba ayuda y no llegábamos a todo. Me pasaba el día llorando, angustiada, entre otras cosas, porque no quería ser una madre así, en constante supervivencia. En un momento determinado, la hija que gestaba dejó de crecer y los médicos me recetaron reposo absoluto. ¡La naturaleza es sabia! Así que paré. Dejé de dar vueltas como un hámster y empecé a levantar pilares sólidos para ser la madre que quería ser. Frené. Empecé a estar más pendiente de mis hijos, a escuchar, a estar atenta a las necesidades de cada uno, siendo muy consciente de mis imperfecciones. Poco a poco todo fue tomando un sentido nuevo y una ilusión renovada. Aunque sigo arrastrando muchas limitaciones evidentes, conseguimos organizarnos mejor y seguir adelante con el proyecto que teníamos entre manos. Y no nos está saliendo tan mal…
— ¿Los hijos valoran ese esfuerzo?
— No. Pero es normal. Es algo consustancial a la condición de hijos. Yo tampoco valoré el esfuerzo de mis padres con su edad, y empecé a hacerlo con el paso del tiempo. El esfuerzo de unos padres por sacar adelante a su familia es algo que das por hecho, quizás hasta que falta. Pero no me importa en absoluto, porque nosotros no nos esforzamos para que nos valoren, sino porque es nuestra manera de querer y nuestra obligación como padres, aunque a veces me queje de que un poquito de atención y de correspondencia no nos vendría nada mal… Entiendo que, a su manera, son conscientes de la suerte que tienen.
— Tus hijos convivirán con amigos con familias rotas, donde el ambiente, probablemente, es muy tenso. ¿La familia unida se valora? ¿Cómo se recupera una sociedad en la que la familia sea, de verdad, la base de todo?
— Entre los amigos de mis hijos hay familias de todo tipo, lógicamente. A mí me da mucha paz saber que ellos son conscientes de que viven en una casa en la que se les quiere como son, y donde el matrimonio funciona, y eso se nota en toda la familia. Como todas las casas, tenemos nuestros defectos, pero hay una estabilidad. A veces somos caóticos, pero divertidos. Bajo este techo, cada uno encuentra su lugar y su espacio. Creo que mis hijos están educados para valorar lo que tienen, para entender que hay familias con problemas, para no juzgar a los demás, para saber ver lo bueno de todo el mundo, para convivir con las personas que piensan o viven de manera diferente.
— Me llama la atención una cosa que dices de tu marido en más de una ocasión: “Es la persona más buena del mundo”. No es una reflexión en voz alta habitual al hablar del cónyuge.
— Es que es verdad. Guillermo y yo nos conocemos desde los quince años y nos queremos mucho. Es una persona constantemente disponible para nosotros y para los demás. Me sorprende muchísimo que nunca da cabida a la más mínima pereza. Lo que hay que hacer, lo hace. Y nos cuida especialmente a todos y a cada uno.
— ¿Estar o dar?
— Estar.
— ¿Educar o querer?
— Querer.
— ¿Aceptar o exigir?
— Exigir… De todas formas, en estos binomios lo interesante es el equilibrio, porque algunas cuestiones incluyen a las otras en su justa medida.
“El prestigio de la paternidad es una asignatura pendiente y urgente. La igualdad entre hombres y mujeres debe tender al equilibrio”
— Tú: madre, profesional, mujer, influencer. Llegas a mucho y dices que la clave es la actitud. Háblame de la actitud de madre realista en el siglo XXI.
— Quizá la actitud más importante sea el realismo: saber hasta dónde llegamos e intentar dar lo máximo, pero conociendo muy bien nuestros límites. Esto es compatible con la audacia de aspirar siempre a lo mejor. Realismo e ilusión son un buen tándem. La actitud es darse sabiendo que nosotras también debemos cuidarnos.
— ¿Y la actitud de padre?
— No sé cuál es la actitud de padre, así en abstracto, para los hogares del siglo XXI. La que expresa mi marido me parece muy interesante: nos cuida, y eso nos da a todos una enorme seguridad.
— En el discurso público, ser paternalista es negativo. Una vez que la maternidad toma vuelo y prestigio social, ¿qué hacemos con la paternidad?
— El prestigio de la paternidad es una asignatura pendiente y urgente. La igualdad entre hombres y mujeres ha de tender al equilibrio. No se trata de encumbrar a las mujeres para pisar a los hombres. Eso nunca funcionará. La única manera de avanzar honesta y sinceramente como sociedad es ir juntos de la mano. Necesitamos madres y padres en igualdad de condiciones.
— Has sobrevivido con nota a la educación de nueve hijos. ¿Qué es lo más difícil?
— Para mí, lo más difícil es disponer de tiempo de calidad para cada uno. Y eso es fundamental para educarlos con acierto: tiempo, atención personalizada y trato adecuado al carácter y a las circunstancias de cada cual. Aunque la familia numerosa es una escuela de valores que educa por sí sola, los hijos necesitan ser un poco exclusivos para sus padres, aunque haya muchos hermanos de por medio. Cuadrar todo eso con cada uno no es fácil.
— ¿Cómo se educa en el equilibrio en el uso de las pantallas desde el epicentro de las pantallas?
— Las pantallas y las redes sociales tienen muchas cosas positivas, pero exigen un manejo y un control para no convertirse en una adicción más, muy habitual en nuestros tiempos. A mí me ha costado bastante aprender a utilizarlas bien. He ido y he venido varias veces. Una de las cosas que más me ha animado a medirme es asumir la pena de que esta generación de niños y niñas recuerden a sus padres como personas que miraban más a las pantallas que a sus propios ojos. De todas formas, mis hijos saben que cuando estoy con el móvil no lo uso como ellos. Para mí el móvil es una extensión de la oficina, la manera de estar pendiente de los grupos de padres de los colegios, de estar conectados con el resto de la familia y con mis amigas… Dicho esto: es importante ser muy ejemplares en el uso de las pantallas, porque a los hijos les educa más lo que ven que lo que escuchan.
— ¿En qué otras madres te inspiras tú?
— ¡En muchísimas! Por ejemplo, aprendo un montón de la actitud sonriente ante la vida, a pesar de las dificultades, de Teresa Robles (@ponundownentuvida), madre de familia numerosa con siete hijos, alguno de ellos con necesidades especiales. El último, José María, con síndrome de Down y leucemia. Y aprendo de muchas otras: algunas me enseñan a ser mejor madre; otras, a cocinar mejor; otras, a tener la casa lo mejor puesta posible… Tengo numerosas referentes interesantísimas de las que, además, me siento muy amiga.
— Sentido del humor. Paciencia. Realismo. ¿El éxito de las redes es ir sin filtros?
— Me parece una buena trilogía para expresar mi forma de estar en las redes sociales: sentido del humor, porque reírse de nosotros mismos y sonreír es un puente maravilloso para conectar con muchas personas diferentes; paciencia, que es fundamental para construir sumando con los demás; y el realismo, que es básico para no disfrazarse, nos vender milongas, evitar las esquizofrenias y ser lo más feliz posible, siempre con los pies en el suelo. Nunca uso filtros en mis apariciones en Instagram. Es más: los combato amablemente, porque me parece que son un escaparate de mentira al que se nos conduce, en muchas ocasiones, a las mujeres. Normalmente, salgo con los pelos que tenga, con las ojeras como vengan. La vida es sin filtros. Mi Instagram, también. Realismo al poder.
— ¿Te siguen tus hijos en las redes?
— Los mayores, sí.
— ¿Y son fans, o a veces sienten alguna ligera vergüencilla?
— ¡Son fans totales! A veces tengo que pedirles que salgan, aunque sea de espaldas, para que quede claro que de verdad somos nueve. Y también me toca pedirle a mi marido que dé la cara, porque si no, puedo parecer ante la audiencia una joven viuda… De todas formas, percibo un cambio de ciclo con respecto al móvil entre las nuevas generaciones. Uno de mis hijos se ha dado de baja en Instagram hace poco, y otra ha preferido retrasar la llegada del móvil a su vida. Creo que nuestros hijos nos ven saturados de conexiones y pantallas, y empiezan a recelar de ese modo de vida. Dicho esto, nuestros hijos necesitan que los acompañemos también en el mundo digital. La tecnología está aquí para quedarse, así que aprovechémosla como una oportunidad más para educar.
— Madre de nueve en un mundo que suele recomendar: primero, tú. ¿Qué esperas del verdadero feminismo para que te eche una mano en tu tarea?
— Del feminismo constructivo espero que sea capaz de defender a los padres y a las madres en igualdad de condiciones, para que nuestra vida como padres, madres, profesionales, familiares, amigos, etc., no sea una carrera de obstáculos, siempre a contrarreloj.
— Muchas personas, cuando escuchan “tengo nueve hijos”, enseguida te pondrán en la casilla de súper-religiosa. ¿Habríais montado este once ideal sin fe?
— Pues, fíjate: ¡sí! Estoy convencida de que, sin fe, habría montado igualmente esta familia. Aunque debo decir también que, para mí, la fe es fundamental para vivir.
— Con Feria, Ana Iris Simón desmontó el tópico de que las familias grandes estaban todas cortadas por el mismo patrón. En tu cuenta de Instagram transmites que el esfuerzo evidente de criar a nueve hijos inunda de diversión muchos momentos de la vida. Ante una sociedad que se enfrenta fríamente hacia la tiranía de la soledad, ¿qué dices?
Efectivamente, las grandes familias no son una cuestión exclusivamente de personas con fe, como decíamos antes, ni de derechas, o de determinada cohorte social. Hay una enorme variedad de intereses detrás de cada familia numerosa, todos ellos muy saludables, también para el resto de la sociedad. La familia es un colchón en el que podemos ser muy felices y la soledad es una realidad que nos puede hacer enormemente tristes. La familia es un pilar básico. Cuidarla y mimarla debería ser una prioridad de todos los políticos en campaña electoral, y después.
— Probablemente, muchas personas que te siguen en las redes traten de imitar lo externo para mantener una familia en orden y en marcha. ¿Eso funciona?
— Lo externo siempre ayuda, pero no lo es todo. Lo lógico es que lo exterior sea un reflejo de lo que va por dentro. Hay cuestiones fundamentales que condicionan la manera de vivir, de estar, de expresar, de relacionarse con los demás. Hay valores que no se impostan y que, si no tienen raíces y se riegan, duran muy poco. En mi caso, Dios es un pilar clave de donde nace todo lo que refleja mi vida y la de mi familia.
Álvaro Sánchez León
@asanleo
Un comentario
valoro el estilo conversacional de la entrevista de Sánchez León, más allá del pregunta-respuesta convencional