Montevideo. En la región ya no quedan dudas. Brasil se va para arriba. Y el propósito del presidente Luiz Inácio Lula da Silva de reducir la pobreza está avanzando. La estabilidad económica, ayudada por una coyuntura mundial favorable y la perspectiva que genera el hallar más petróleo, ha puesto al gigante de América Latina como una real potencia emergente y como líder indiscutido del Mercosur.
Mientras Estados Unidos y parte de Europa luchan contra la recesión y las consecuencias de la crisis inmobiliaria y el mundo se desgañita por la subida del precio de los alimentos, Brasil vive su expansión económica más grande en tres décadas. El país ya se encuentra en condiciones de “pelear” en la liga de los grandes países.
Los años de crecimiento económico que ha mostrado la potencia sudamericana desde la devaluación de 1999, están dando sus frutos: entre 2004 y 2007 el PIB aumentó a una tasa del 4,5% anual frente al 2,8% del período 1984-1993. Hay más empleo y los pobres son menos, uno de los objetivos primordiales del presidente Lula cuando asumió hace más de cinco años.
Más clase media y menos pobres
Un estudio divulgado a principios de agosto reveló que más de la mitad de la población brasileña ya pertenece a la clase media, luego de décadas de estancamiento en la desigualdad social. Por primera vez la clase media supera la mitad de la población económicamente activa con un 52%, según el informe “La nueva clase media” de la Fundación Getulio Vargas. El estudio incluye en esa franja social a las familias que ganan entre US$ 677 y US$ 2.921.
Cuando Lula sumió el poder el 1º de enero de 2003 la clase media representaba el 42,5% de una población total de 187 millones de habitantes. En ese tiempo la clase baja se redujo del 46% al 32,5%. Incluso aumentó la clase alta: del 11,6% al 15,5%. Según la Fundación Getulio Vargas, las razones se encuentran en que aumentó el empleo formal, lo que facilitó, entre otras cosas, el acceso a los planes de salud privados o a los estudios terciarios.
Otra encuesta, realizada por el Instituto de Investigación Económica, aseveró recientemente que el número de pobres se redujo en un 20% en las ciudades más importantes: São Paulo -donde vive la mitad de los ricos del país-, Río de Janeiro, Porto Alegre, Recife, Salvador y Belo Horizonte. Al iniciarse el primer mandato de Lula, un tercio de la población de esas metrópolis era pobre. En cinco años tres millones de personas abandonaron la pobreza y 2,4 millones salieron de la indigencia en esas seis grandes ciudades. El crecimiento económico, los programas sociales y el aumento de la renta fueron los motivos esgrimidos por el presidente del Instituto de Investigación Económica, Mario Pochman, para justificar el resultado del informe.
“Boom” de consumo y de empleo
Al asumir el poder en 2003, Lula se convirtió en el primer presidente de izquierda del país tras lograr la mayor cantidad de votos en unas elecciones presidenciales (52,4 millones de sufragios). A pesar de su filiación de izquierda, este tornero mecánico de profesión se colocó lejos de los gobiernos populistas de Venezuela, Bolivia o Ecuador y sus políticas económicas no difirieron de las de su predecesor de centroderecha Fernando Henrique Cardoso: siguió la línea de responsabilidad fiscal, y colocó a un reconocido derechista, Henrique Meirelles, como director del Banco Central do Brasil. Rápidamente, ahuyentó el temor que existía entre los inversionistas hasta llegar hoy día a que Brasil ostente la mejor calificación crediticia de su historia.
El impresionante mercado interno también hizo su trabajo, impulsando un boom de consumo entre una población cuya renta per capita asciende ya a 9.700 dólares. Además, se duplicó la inversión extranjera hasta alcanzar los 34.600 millones de dólares en 2007.
Según datos oficiales, en el primer semestre de 2008 se creó un récord de 1,3 millones de empleos formales, un 5% más respecto al mismo período del año pasado. La agricultura y la construcción han sido los sectores más favorecidos. Además, desde 2002, el real se revalorizó en un 124% frente al dólar. El real encabeza la lista de monedas de naciones emergentes más fuertes y por ello Brasil se ha tornado un país muy caro para cualquier visitante de la región. São Paulo y Río de Janeiro son las dos ciudades más caras de América Latina.
La elevada demanda de biocombustibles -etanol obtenido a partir del azúcar- disparó la producción de la caña de azúcar. El desarrollo en torno a los cereales también le ha generado cuantiosos dividendos. La soja y el maíz totalizaron el 83% de la cosecha nacional.
Y además encuentran petróleo
El presidente Lula aguarda a que la bonanza económica se sienta más entre las familias de ingresos menores. En este sentido, se aferra a lo que pueda recaudar del petróleo para incluirlo en un fondo de riqueza soberana de 8.500 millones de dólares, que también deberá financiar la expansión de empresas brasileñas en el exterior.
Junto a políticas económicas inteligentes, al gobierno de Lula le tocó un golpe de suerte: el hallazgo de petróleo en el océano Atlántico -el mayor descubrimiento del continente americano desde 1976- que permitirá a Brasil triplicar sus reservas, actualmente con 12.600 millones de barriles. Eso sí, llevará tiempo para poner a punto los mecanismos de extracción, pero colocará a la nación sudamericana entre los 10 primeros países en suministro de petróleo.
No obstante, el Brasil de Lula -quien ostenta un 55% de popularidad- está presentando problemas para controlar la inflación. En 2007 tuvo un alza del 4,5% y hoy se encuentra en el 6,06%, según el índice oficial. La canasta básica pasó a costar el 25% más. Pero los brasileños no desesperan, pues supieron de inflaciones mucho peores: en la década de 1980 llegó a colocarse en un 80% o más.
Planes sociales
El mandatario marcó su sello con los programas sociales que apuntaron a reducir la brecha entre ricos y pobres, la más amplia en el continente. En el primer año de gobierno echó a rodar el programa “Hambre Cero”, un plan que consistía en la transferencia de dinero a familias de bajos recursos para que tuvieran acceso a los alimentos, la salud y la educación básica.
Más tarde implementó el llamado “Bolsa Familia” -cada familia necesitada obtiene 30 reales por hijo para que asista a la escuela- y luego el “Beca Escuela”, que entrega subsidios en forma individual para los niños. Estos planes impulsaron a Lula a ser reelegido en las elecciones presidenciales de octubre de 2006, para un nuevo período que se prolongará hasta 2011. No hicieron mella los escándalos de corrupción que salpicaron a su Partido de los Trabajadores y a algunos ministros de su confianza.
En el actual mandato, Lula incorporó a sus planes sociales el programa “Territorio de Ciudadanía”, que busca que los trabajadores no abandonen sus regiones de origen. Se trata de evitar la fuerte migración interna que existe en el país, donde los ciudadanos se trasladan de estado a estado en busca de mejores oportunidades de empleo.
Las iniciativas no se acaban aquí. El gobierno, a través del Banco Nacional de Desarrollo, anunció a fines de agosto un ambicioso plan de inversiones por 900.000 millones de dólares que se escalonará hasta 2011. La economía brasileña recibirá una inyección de US$ 225.000 millones al año en promedio. El programa pretende favorecer a las industrias del petróleo, petroquímica, siderurgia, minería, naval, automotriz, autopartistas (piezas de recambio), textil, calzado y alimentos y bebidas.
Líder regional
En ese contexto local, el liderazgo de Brasil en el Mercosur es cada vez más patente. Ni Argentina ni Venezuela -que lucha por entrar al bloque comercial- tienen la capacidad para destronar a la ex colonia portuguesa. Hace cincuenta años, Argentina superaba a Brasil en varias facetas; en la actualidad, los argentinos han quedado muy atrás en lo económico y político. Si bien han dejado la rivalidad que los caracterizaba, el país más grande se despegó con claridad.
Brasil, que aspira a ocupar un lugar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que pretende agrandar el G-8 como potencia emergente, ha encabezado las negociaciones en la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio. A pesar del fracaso de las consultas a principios de agosto – truncadas por las diferencias entre Estados Unidos e India en torno a los subsidios agrícolas- Lula afirmó que insistirá en lograr una liberalización comercial en todas las instancias multilaterales y en los acuerdos entre el Mercosur, que integra junto a Argentina, Paraguay y Uruguay, y bloques como la Unión Europea.
Brasil procura la expansión del Mercosur en América del Sur y la integración de las naciones del subcontinente: ha sido uno de los principales promotores de la inclusión de la Venezuela de Hugo Chávez.
Si bien necesita cada vez menos del bloque comercial, el Mercosur -sociedad poco provechosa para los países chicos- es un buen ámbito para marcar su liderazgo de cara al mundo. Como potencia que es en la región, Brasil marca la cancha: las asimetrías con Argentina no se han acabado para perjuicio de Uruguay y Paraguay.
Incluso, Brasil ha gestionado la creación de los flamantes Parlasur (Parlamento del Sur), Banco del Sur y Unasur (Unión Sudamericana de Naciones, concebido para crear una OTAN de América Latina). El gobierno brasileño está muy interesado en estas iniciativas, que significan marcar distancias de la expansión de Estados Unidos y oponerse a la propuesta del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).
Deudas pendientes
Mientras los economistas trabajan para arreglar los problemas de la inflación y la reducción de las exportaciones debido al fortalecimiento del real, la deuda social aún debe ser saldada. En Brasil todavía viven 36 millones de pobres, hay entre 25.000 y 40.000 personas trabajando en condiciones de esclavitud, y el racismo está lejos de ser superado. Los negros representan casi la mitad de la sociedad brasileña -es la mayor población de esta raza fuera de África-, pero los mejores trabajos los siguen teniendo los blancos. Éstos ganan el doble; los negros apenas ocupan el 3,5% de cargos ejecutivos.
Ante estos desafíos, Lula se encuentra además ante una disyuntiva de carácter ético y moral. La liberalización del aborto ha ganado fuerza en el ambiente gubernamental -promovido por el Ministerio de Salud-, más allá de que la gran mayoría de la población se opone a ello (ver Aceprensa 12-05-2008).
El presidente también ha dicho que a partir de 2010 el cambio de sexo será gratis, financiado con fondos públicos, para personas mayores de 21 años. Son políticas que pueden empañar notoriamente la gestión de un presidente que, luego de poner la casa en orden, ha sabido aprovechar las enormes riquezas del país y una coyuntura internacional a su favor.