La Habana.- “En Cuba nadie sobra”, tituló el periódico oficial cubano Granma un artículo de días pasados sobre los procesos de “idoneidad” a los que se someterán los cinco millones de personas que laboran en el abultado sector estatal. De ellas, más de 400.000 deben quedar “disponibles”, al menos en una primera etapa, a inicios de 2011.
La medida, anunciada como parte del proceso de “actualización del modelo económico cubano” (oficialmente no se emplea la palabra “reforma”), es una de las más comentadas entre la población, y despierta temores en unos y expectativas favorables en otros.
El paquete en el que se inserta el “ajuste de plantillas” es ambicioso y muy diverso. Como objetivo más inmediato, persigue sacar al país de unas circunstancias económicas particularmente dramáticas, derivadas, entre otras causas, del mayor déficit comercial por las variaciones de precios en las exportaciones y las importaciones, según explican los Lineamientos para debatir en el próximo VI Congreso del Partido Comunista, en abril de 2011.
También han influido fenómenos climatológicos intensos, como los 16 huracanes que azotaron a la Isla entre 1998 y 2008, y el efecto de sequías prolongadas.
Las licencias ya se están entregando. Hasta el 19 de noviembre se habían solicitado 80.000. Según cifras publicadas, 29.038 personas recibieron la autorización; otras 16.265 están en proceso y a las demás se les brindó “orientación”.
Algunas de las modificaciones en el trabajo por cuenta propia, y que derogan prohibiciones anteriores, son las siguientes: la posibilidad de formar cooperativas para brindar servicios en el sector urbano (ya existían en la esfera agrícola), la facultad para tener empleados sin un límite máximo (antes solo era legal contratar a familiares, por lo que los trucos estaban a la orden del día), la posibilidad de simultanear un empleo estatal con el carácter de pequeño empresario, la de vender productos o brindar servicios directamente a una empresa estatal, y la de arrendar la vivienda completa a nacionales o a extranjeros, sin tener que permanecer en ella mientras dure la estancia de los huéspedes. Se habla de aplicar “fórmulas flexibles” para la permuta y la compraventa de viviendas, pero casi todo está por concretar.
Además, para los “cuentapropistas” cuya actividad demande suministros materiales específicos (los pequeños restaurantes, por ejemplo), se irán creando redes de tiendas a precios mayoristas, con productos envasados en gran formato y a menor precio, así como con equipos eléctricos específicos. En principio, las tiendas mayoristas que proveerán a los pequeños negocios serán exclusivamente estatales. Es una red que dará sus primeros pasos en 2011.
Además, se asegura que los bancos entregarán créditos a quienes los necesiten para echar a andar su negocio. No aparece contemplada la posibilidad de créditos exteriores, al menos no de instituciones financieras, aunque es previsible que la comunidad de cubanos en EE.UU. juegue en esto un papel interesante, por medio de la transferencia monetaria a los familiares en la Isla que deseen abrir un negocio.
Por último, cada pequeño empresario contribuirá obligatoriamente a la Seguridad Social, para cubrir en el futuro su pensión por jubilación o invalidez, y el permiso de maternidad (un año desde el nacimiento del bebé), así como, en caso de muerte, una pensión para los familiares.
Entre entusiastas y escépticos
Las expectativas frente al trabajo por cuenta propia son de diferente signo. Armando Sáez, de 39 años, quien aprendió las artes de la relojería, ha debido esperar hasta este momento para poder ejercerla, pues como hacía años que no se expedían licencias, se vio precisado a trabajar mientras tanto en el sistema de regulación del agua en un hospital habanero.
“Pedí la licencia a la ONAT hace dos semanas -explica-, y ya están al entregármela. Solo tuve que presentar dos fotos y sellos de timbre. ¿El impuesto mensual? Solo 50 pesos (2 euros), y la Seguridad Social se paga trimestralmente. Al final del año entrego un impuesto por los ingresos, y ya está”.
También René Díaz, jubilado, aprecia beneficios. Desde el portal de su vivienda, en una concurrida calle del barrio obrero del Cerro, ejerce desde hace una quincena como comprador-vendedor de discos (novelas, dibujos animados, filmes, conciertos) paga un impuesto de 60 pesos mensuales y, según dice, el negocio “da ganancias: se venden de 25 a 30 discos diarios, a razón de 25 pesos los CD y los VCD, y a 50 pesos los DVD”.
Sin embargo, otros ven que los impuestos y las cotizaciones a la Seguridad Social solo les complicarían más un negocio que, hasta hoy, manejan con dificultad por debajo de la mesa. Ana, de 25 años y contadora de profesión, aprovecha su licencia de maternidad para vender postres y helados caseros, y estirar un poco más su salario de 400 pesos (16 euros).
La ayuda su suegra Andrea, dependiente de farmacia, quien no ve razón para el entusiasmo. Ambas coinciden en que, si a veces deben comerse en la cena los dulces por falta de clientes, regularizar el negocio implicaría más pérdidas, “además de los inspectores pidiéndote papeles y más papeles”. Por la cercanía al estadio de béisbol, Andrea espera alguna ganancia ahora que los fanáticos del equipo local pasan justo por frente a su casa, pero con el invierno ya encima, al menos los helados hay que dejar de hacerlos. No le ve futuro a la venta.
“No habrá soluciones espectaculares”, había anunciado ya el presidente Raúl Castro. De modo que, en el nuevo contexto, habrá experiencias de éxito, y otras quedarán por el camino. Pero Cuba se mueve, sin duda, y eso ya es, para su gente, una buena noticia.