En mayo de 2015, la OMS emitió su primera alerta sobre un virus ya conocido, pero cuya presencia resultaba extraña en las Américas: el zika. Y no hubiera pasado de ser un mal de temporada más si, con el correr de los meses, no se hubiera sospechado de su presunta conexión con el incremento de casos de microcefalia en bebés recién nacidos. Lo más extraño de todo era que estos se circunscribían –y aún se circunscriben– casi exclusivamente a Brasil…
A día de hoy, el zika está presente en 57 países; 38 de ellos, al otro lado del Atlántico. En 21 de los territorios afectados se han reportado casos de mujeres embarazadas e infectadas por el virus –en España se registran 14–, y el número de bebés que, como eventual consecuencia, muestran signos de microcefalia o padecen otras enfermedades neurodegenerativas, ronda los 1.300.
La situación, como se sabe, es especialmente difícil en Brasil. Datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), actualizados el pasado 5 de mayo, muestran que en el gigante sudamericano se han confirmado 1.271 casos de bebés con microcefalia y otras anomalías.
La mayor incidencia de la microcefalia en Brasil respecto a otros países continúa siendo un reto para los investigadores
Llama la atención, sin embargo, que en un país fronterizo con el noroeste brasileño, Colombia, los números sean asombrosamente menores. La OPS refiere que, desde la irrupción del virus, 2.004 gestantes colombianas han dado positivo en las pruebas de laboratorio, frente a 2.844 brasileñas en igual condición (esta última cifra, según el reporte del 28 de abril).
Ante datos estadísticamente tan cercanos, el contraste radica en que, si Brasil habla de 1.271 bebés afectados, Colombia ha registrado solo 7 casos con algún síndrome congénito derivado del zika. Aún más específica es la web del Instituto Nacional de Salud del país caribeño, que apenas el 14 de abril refirió los dos primeros casos de microcefalia vinculados con la enfermedad.
Las proporciones son, así, notoriamente dispares. Caso parecido al colombiano es el de República Dominicana. Tal como informa el último boletín epidemiológico quisqueyano (del 6 de mayo), desde que comenzó el año se han reportado 2.069 personas con síntomas propios del zika, y de ellas, 31 embarazadas comprobadamente enfermas. De los afectados, se han confirmado hasta 27 casos del síndrome de Guillain-Barré. Pero de microcefalia, cero: ni un solo bebé.
El enigma de los gemelos brasileños
En marzo pasado, la revista científica británica The Lancet se hizo eco de una investigación dirigida por un departamento del Instituto Pasteur de París, que había examinado la incidencia del zika en mujeres encintas, residentes en la Polinesia francesa –precisamente de donde se sospecha que el virus pasó a Brasil durante la Copa de Fútbol de 2014–. Según los expertos, la posibilidad de que la infección por zika derivara en microcefalia o en alguna otra anomalía fetal era de una entre 99 (ver Aceprensa, 16-3-2016).
En Brasil, como se ha visto, las autoridades de salud refieren otra realidad y otros números. Sin embargo, también sobrevienen acontecimientos que desmontan lo que se ha visto como una “automática conexión” entre la infección y la microcefalia.
Los casos de gemelos en que uno padece anomalías cerebrales y otro permanece sano, ponen en cuestión lo “automático” del nexo zika-microcefalia
Reuters reportaba días atrás la existencia, en el estado de Sao Paulo, de cinco casos de gemelos recién nacidos en que uno de cada pareja padecía microcefalia y el otro era perfectamente normal –con una circunferencia craneal entre los 32 y los 38 centímetros–. De resultas, los chicos están en el foco de los investigadores de la universidad estatal.
Según Mayana Zatz, directora del Centro de Investigaciones del Genoma Humano de esa institución, el estudio de los mellizos puede dar “algunas respuestas muy interesantes”. “¿Cómo podemos explicar –se pregunta– que uno de los gemelos no esté afectado? ¿Tiene algún gen que lo protege, o un genoma diferente que lo dispone o no a ser infectado?”.
La Dra. Zatz contempla, en tal sentido, tres posibilidades: o la placenta de un feto es impermeable al virus, y no así la del otro; o ambas placentas son vulnerables, pero las neuronas de uno resisten el ataque, y las del otro no; o existe una predisposición de ciertos genes, que sufren alteraciones en presencia del zika y originan la microcefalia.
¿Culpable? No solo el zika
Otras causas de la deformación, no mencionadas por la científica brasileña ni por la agencia informativa británica, sería el denominado grupo STORCH: sífilis, toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus y herpes. Dichas infecciones sí aparecen en un resumen informativo de febrero de 2015, elaborado de conjunto por la ONU y el gobierno brasileño, bajo el encabezado de “enfermedades y agentes etiológicos”.
Es de suponer, no obstante, que los expertos brasileños hayan examinado rigurosamente la incidencia real del STORCH en el terreno desde 2015, para descartarlo finalmente como causa fundamental del repunte de la microcefalia, y cargar toda la culpa al zika, que es lo que han hecho algunas instituciones de prestigio, como los CDC estadounidenses.
Aunque más de 2.000 gestantes colombianas han dado positivo en las pruebas de zika, solo dos recién nacidos están afectados por microcefalia
De todos modos, el documento de la OPS, citado al inicio de este artículo, adopta el tono de la cautela al constatar las disparidades nacionales en la incidencia de la enfermedad: “Hoy, un año después de la primera alerta, los investigadores todavía están luchando para entender cómo un nuevo virus podría causar daños tan graves en los recién nacidos en algunas áreas [geográficas], pero no en otras”.
A falta de certezas sobre este aspecto, tal vez sea mejor abstenerse de conclusiones apresuradas.
Con la ayuda del clima… y de una bacteriaA medida que llega el invierno al hemisferio sur, la actividad del vector del zika, el mosquito Aedes aegypti, se está reduciendo notablemente. En su informe, la OPS reporta una tendencia decreciente de la incidencia del virus en esa región, justo lo contrario de lo que puede esperarse en la mitad norte del planeta. Los cambios de estación no pueden ser, sin embargo, la única esperanza frente al azote de la enfermedad. En tal sentido, y como las imágenes de los bebés brasileños con microcefalia han supuesto un gran impacto mundial, están saliendo adelante varias iniciativas, como la reciente creación de un fondo “multi-partner”, por parte del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para financiar los proyectos de investigación y erradicación del virus. Asimismo, hay iniciativas ya sobre la marcha. The New York Times cita los experimentos que se realizan con la inoculación de una bacteria, la Wolbachia, en mosquitos portadores de zika, dengue y chikunguya. Dentro del insecto, el microorganismo actúa bloqueando la capacidad de transmisión del virus, y de paso, se transmite a los huevos que pone la hembra del Aedes, con lo que sus descendientes también se vuelven incapaces de contagiar. Por su parte, otros medios informan sobre el uso de la tecnología de los drones para liberar enjambres de mosquitos genéticamente modificados y detener su reproducción, o para llegar hasta los criaderos y, muy localizadamente, rociarlos con insecticida. La medida ya se está aplicando en el Mediterráneo español y en varias ciudades brasileñas. |