La izquierda da la sorpresa en Guatemala

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La izquierda da la sorpresa en Guatemala
Sandra Torres (CC UNE) y Bernardo Arévalo (CC Javier Arango)

Sandra Torres (CC UNE) y Bernardo Arévalo (CC Javier Arango)

Ciudad de Guatemala.— Según el Tribunal Supremo Electoral, a pesar de que aún quedan pendientes de contabilizar algunas mesas, la tendencia es ya definitiva: Sandra Torres, del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), y Bernardo Arévalo, de Movimiento Semilla, van a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala. Ambos candidatos se reconocen como de centroizquierda en el espectro político y priorizan la justicia social. Sin embargo, sus antecedentes muestran grandes diferencias.

Sandra Torres, una vieja conocida de la política guatemalteca, participará por tercera vez en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En 2015 perdió contra Jimmy Morales y en 2019 fue derrotada por Alejandro Giammattei, actual presidente de Guatemala. Sandra Torres es, además, exesposa del expresidente Álvaro Colom (2008-2012). Ha estado envuelta en numerosas controversias y ha sido acusada de financiamiento ilícito de su campaña, de fraude electoral y también de tener nexos con el narcotráfico. Sus propuestas incluyen quitarle el IVA a la canasta básica, militarizar las cárceles y aumentar el presupuesto de Educación al equivalente del 5% del PIB. Se declara cristiana y promotora de la justicia social; asegura que como mujer se merece ganar las elecciones en esta ocasión. Torres obtuvo en esta primera vuelta un 15,78% de los votos.

Por su parte, Bernardo Arévalo se presenta como el candidato antisistema. No apareció en las encuestas en los primeros puestos y era visto por muchos como un buen candidato sin posibilidades reales. Con una trayectoria política en el Ministerio de Exteriores y como diputado, Arévalo propone seguir con el legado de su padre, el expresidente Juan José Arévalo (1945-1951). Dentro de sus principales propuestas están las inversiones medioambientales, las sanciones fuertes a las empresas que antepongan su interés comercial y secuestren los cauces de agua, una red de farmacias públicas con precios más bajos, una reforma educativa. Arévalo se define a sí mismo como un candidato diferente, ajeno a la vieja política, educado y con capacidades para gobernar, con antecedentes intachables y cercano a los jóvenes. Socialmente se declara progresista. Su partido, el Movimiento Semilla, involucra a muchos jóvenes que buscan un cambio de sistema. Arévalo recibió el 11,8% de los votos de los guatemaltecos, asegurando así su puesto en la segunda vuelta.

Hartazgo político

Pero más papeletas que Torres y que Arévalo obtuvo el voto nulo. El 17,39% de los guatemaltecos depositaron un voto inválido, muchos de ellos en señal de protesta y de desconfianza en el sistema electoral. Buena parte de ellos lo hicieron azuzados por el excandidato Carlos Pineda, que iba primero en las encuestas hasta que su candidatura fue descalificada por la autoridad electoral. En cuanto a las previsiones para la segunda vuelta de agosto, lo único que está claro es que la derecha ha perdido sus oportunidades y ahora tendrá que decidir entre la izquierda conocida o la izquierda novedosa, la izquierda segura –que mantendrá el statu quo de corrupción– o la izquierda riesgosa, que podría significar un panorama de menor corrupción pero con una tendencia ideológica bien definida. Algunos aseguran que, a pesar del gran antivoto que acumula Sandra Torres, el miedo a la izquierda es tal que podría convertirse en la nueva candidata de la derecha. El voto de Zury Ríos y Edmond Mulet, propuestas de la vieja política, probablemente se unirá silenciosamente a Sandra Torres a pesar de las muchas diferencias ideológicas.

No obstante la incertidumbre, para muchos estos resultados son ya un éxito para la democracia guatemalteca, pues es la primera vez que un candidato nuevo, con un partido pequeño y sin grandes deudas de campaña logra llegar tan lejos. Sin embargo, el voto nulo, la gran dispersión del voto y la poca participación en las elecciones (además de los disturbios, la quema de centros y de papeletas en algunos lugares del país, etc.) dicen lo contrario. Ahora los guatemaltecos deberán esperar al 20 de agosto para definir el futuro político de su país.

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