Contrapunto
Los resultados de las urnas centroamericanas suelen desconcertar a la prensa europea. En 1990 no había dudas: los sandinistas, que habían llegado al poder por las armas, iban a confirmar por primera vez su hegemonía en unas elecciones. Fueron derrotados. En 1994, la guerrilla de El Salvador, que no había podido llegar al poder por las armas, iba a lograrlo con los votos. En la primera vuelta de las elecciones, el candidato presidencial de ARENA, el partido en el poder, obtiene el 49% de los votos frente a un 26% del aspirante de la coalición formada por la antigua guerrilla (FMLN).
Y no cabe decir que los comicios han sido fraudulentos. Según el jefe de los novecientos observadores desplegados por la ONU, las elecciones se desarrollaron «bajo condiciones adecuadas de libertad, competitividad y seguridad», a pesar de las «serias deficiencias de organización y transparencia».
Aun con estos límites, puede decirse que con las elecciones hemos ganado en transparencia. Durante los años de guerra, el FMLN decía hablar en nombre del pueblo de El Salvador, mientras se aseguraba que ARENA sólo representaba a un puñado de ricos, aliados con los militares. Ahora sabemos que, en primera instancia, la antigua guerrilla representa a uno de cuatro salvadoreños, y ARENA al doble. Quizá es que hay muchos ricos en El Salvador. El tiempo dirá si los salvadoreños han acertado o no al elegir a sus gobernantes. Lo indudable es que los enviados especiales estaban bastante equivocados en cuanto a los deseos del pueblo.
Ignacio Aréchaga