Finalmente no habrá matrimonio gay en Cuba. O sí, pero al menos no en 2019 ni en 2020. Tal vez lo haya, pero no con la prontitud que el movimiento LGTB, liderado por la hija de Raúl Castro, Mariela Castro Espín, hubiera deseado, por lo que el asunto queda ahora en un pequeño limbo temporal.
Actualizado el 26-2-2019
La legalización de lo que denominan “matrimonio igualitario” descansaba en una propuesta de artículo, el 68, que formaría parte del nuevo proyecto de Constitución (1). El texto sustituía la definición del matrimonio como “la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello”, por simplemente “la unión voluntariamente concertada entre dos personas…”. Pero a la inmensa mayoría de la gente no pareció gustarle el trueque.
¿Cómo se han enterado las autoridades? Pues curiosamente a través de un proceso democrático: se han organizado asambleas ciudadanas para pedir opiniones sobre la nueva Carta Magna a la gente de a pie, en los barrios, en los centros de trabajo, y los participantes se han explayado sobre varios temas, pero muy particularmente sobre este. Según fuentes oficiales, hubo 192.408 opiniones en torno a la formulación del matrimonio, y de ellas, 158.376 fueron a favor de mantener en exclusiva que se trata de la unión entre un hombre y una mujer.
Los cristianos cubanos no son los únicos que se oponen a la reformulación dela institución matrimonial
Que el 82,3% diga que no quiere esa modificación, ha hecho que la comisión parlamentaria encargada de la reforma constitucional tome nota. Dicha instancia publicó en Twitter una nota, el 18 de diciembre, en que proponía “diferir el concepto del matrimonio, es decir, que salga del Proyecto de la Constitución, como forma de respetar todas las opiniones”.
“El matrimonio es una institución social y jurídica. La ley definirá el resto de elementos”, señala el texto, en alusión a un nuevo proyecto de Código de Familia, que se votará en dos años.
En unos, entusiasmo; en otros, frustración
La decisión ha suscitado reacciones variadas. La ha celebrado la Iglesia Metodista, que junto con otras denominaciones evangélicas se implicó de lleno en un activismo a pie de calle contra la reforma. Además de pegar miles de pósteres “a favor del diseño original” de la familia, pidieron permiso para organizar una marcha, que no se les concedió.
“La noticia –dice el comunicado oficial– de que la Asamblea del Poder Popular ha descartado la propuesta del Artículo 68, como estaba en el proyecto, y que lo hacen porque se demostró que una parte mayoritaria de la población de Cuba lo rechazaba, da una medida de cuánto el pensamiento de la Iglesia Evangélica de Cuba representa al pueblo cubano”.
Menos festivos estuvieron los activistas del movimiento LGTB. Puede ser frustrante que después de años de publicidad explícita o encubierta, de marchas –esas sí autorizadas– a ritmo de conga por las principales arterias habaneras, y de impulso personal de Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual, la Asamblea decida no reflejar su singular definición de matrimonio en la Carta Magna.
La Iglesia Metodista ha celebrado la decisión de la Asamblea de no incluir el nuevo concepto de matrimonio en la Carta Magna
Uno de los principales activistas LGTB locales, el periodista Francisco Rodríguez (Paquito el de Cuba) se apuró a intentar consolar al público en su blog con que el “paso al lado” de la Asamblea Nacional era una vía para garantizar la unidad de los votantes en el referéndum sobre la nueva Constitución, en febrero de 2019. “Seríamos demasiado egoístas quizás si pretendiéramos anteponer nuestros derechos a otros muchos aspectos positivos de este proyecto”, argumentó. Para él, el vaso está todavía medio lleno, pues otro artículo, el 82, vendría a decir que el matrimonio es “una” de las formas de organización de las familias, y que la ley “determina la forma en que se constituye y sus efectos”. La esperanza, “diferida”, recae ahora en el nuevo Código de Familia.
Tampoco Castro Espín admite que haya retroceso alguno. En su página de Facebook, anima a sus “amigxs” a mirar las cosas de modo positivo, pues “la esencia del artículo 68 se mantiene, la lucha continúa; ahora démosle el SÍ a la Constitución y luego cerremos filas para lograr un Código de Familia tan avanzado como el nuevo texto constitucional”.
En una isla muy lejana…
En Cuba parece estar sucediendo lo que en Taiwán: que una minoría política e intelectual impulsa una causa, pero el conjunto de la sociedad no la apoya. Habiendo invitado el Tribunal Supremo a reconocer prontamente el matrimonio homosexual, miles de personas opuestas a la idea solicitaron un referéndum, que se celebró el 24 de noviembre y que ganaron los partidarios de que las uniones legales siguieran siendo entre hombre y mujer.
A los simpatizantes del cambio no les faltó el aviso: un sondeo previo de la Taiwan Public Opinion Foundation arrojó que el 77% de los consultados se decantaba por el matrimonio tradicional. El referéndum, por otra parte, no era vinculante, pero ningún político quiere arriesgarse a llevarle la contraria a sus electores cuando se acerca la hora de las urnas. Solución: las autoridades presentarán en primavera una propuesta de ley para dar otro tipo de encaje a las uniones homosexuales.
“El chantaje de los retrógrados”
En el Caribe las formas pueden ser menos amables. “No hemos cedido ni cederemos –dice Castro Espín en Facebook– a los chantajes fundamentalistas y retrógrados que se oponen políticamente al proyecto emancipador de la Revolución Cubana”. Solo que cuando en Cuba se define la acción de alguien como “oposición política”, ya puede poner las barbas en remojo: la doctrina oficial es que no existe la tal “oposición”, y los que dicen encarnarla son tildados de “marionetas al servicio del imperialismo yanqui”.
Si a ello se añade el fuerte ascendiente que tienen las Iglesias evangélicas norteamericanas sobre sus pares cubanas –la noticia de que tal o más cual evangelista de EE.UU. visitará a una congregación local, despierta casi el mismo interés que, para una parroquia católica, recibir a una personalidad vaticana–, se sospechará que el activismo protestante contra el “matrimonio igualitario” viene como por canal desde el mismísimo Cinturón de la Biblia norteamericano.
De las más de 192.400 opiniones vertidas sobre el matrimonio, más del 82% pidieron no reformular su definición
Ahora bien, lo de achacar cualquier retardo a la acción de “fundamentalistas” y “retrógrados” indica que el movimiento LGTB quiere circunscribir la oposición a su proyecto a un sector muy minoritario: el de los cristianos. Una lectura de los comentarios a la nota de Castro Espín y al artículo de Paquito el de Cuba deja ver claramente contra quiénes va dirigida la furia por el fiasco que de momento han cosechado.
Pero los “enemigos” de su proyecto no son un lobby de cristianos, sino una mayoría de ciudadanos comunes frente a las pretensiones del poder, que hoy sigue el dictado de la corrección política como manera, quizás, de lavar sus pecados del pasado: el desarraigo, el maltrato o el ostracismo a que condenaron a tantos homosexuales, disidentes, religiosos, escritores, artistas indóciles, etc.
Más adelante, cuando toque votar el Código de Familia, se verá qué tanto ansiaba el pueblo llano y sencillo que lo “pusieran al día” en semántica matrimonial.
Nota:
(1) En el referendo efectuado el 24 de febrero de 2019, la nueva Constitución fue aprobada por el 86,8% de los votos emitidos. El porcentaje, por debajo del 97,7% con que se aprobó la Carta Magna de 1976, revela el activismo realizado por activistas opositores, artistas, usuarios de las redes sociales y creyentes de diversas denominaciones, en contra de un texto que aún consagra el monopolio del Partido Comunista y restringe libertades básicas.