Biden: el mesías de la clase media

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Joe Biden

Joe Biden, en un acto de campaña en Nevada. CC: Gage Skidmore

 

En la visión de Joe Biden para Estados Unidos influye mucho la situación actual de pandemia y crisis económica, que su partido quiere atajar con una política decididamente intervencionista. El modelo a seguir es el New Deal de Franklin D. Roosevelt, el plan de reconstrucción nacional que siguió a la Gran Depresión. La idea es que una crisis profunda exige una respuesta magnánima… y un Estado benefactor fuerte.

Este marco sirve a Biden para tranquilizar a los demócratas que temen que sea un presidente demasiado “centrista”. Y también a los que le acusan desde la derecha de presentar el programa más radical en la historia de EE.UU. ¿Radical? Sí, tanto como Roosevelt. Lo primero lo ha conseguido, y tanto Bernie Sanders como otros izquierdistas de línea dura están satisfechos. Lo segundo, no. Y lo cierto es que hoy sus posiciones están más a la izquierda que cuando era vicepresidente con Barack Obama.

Una economía distinta

Para mejorar las condiciones de vida de las familias modestas y de clase media, explican los responsables de su campaña al periodista de Vox Dylan Matthews, Biden ha optado por una estrategia a largo plazo. Junto a las medidas de alivio inmediato frente a la crisis del coronavirus, hay un plan para levantar algo nuevo y distinto: una economía más verde, más justa, más atenta a las necesidades familiares de la gente. De ahí el nombre de su programa estrella: Build Back Better (“Reconstruir mejor”).

El plan plantea cuatro grandes frentes de acción. El más ambicioso es la inversión de 2 billones de dólares en infraestructuras y energías limpias durante cuatro años. La idea de Biden es crear empleo mientras moderniza carreteras, espacios verdes, redes eléctricas… También impulsará el vehículo eléctrico, el transporte público sin emisiones o las viviendas sostenibles. Como meta de fondo está que EE.UU. sea un país neutro en emisiones de carbono en 2050.

El segundo frente es el cuidado familiar, para el que hay previsto un desembolso de 775.000 millones de dólares en 10 años. Biden promete educación infantil gratuita para todos los niños de 3 y 4 años; deducciones fiscales y subsidios para el cuidado infantil; mejor acceso a los servicios de atención a las personas mayores y con discapacidad…

La tercera pata del plan sigue la estela del nacionalismo económico de Trump, con fuertes inversiones en las industrias manufacturera y tecnológica: 400.000 millones de dólares en una década para incentivar la producción de bienes made in America; otros 300.000 millones para investigación y desarrollo (I+D)…

La cuarta incorpora una de las nuevas prioridades de los demócratas: la igualdad racial. Se trata de una preocupación que recorre el plan entero y aprovecha los otros tres frentes de lucha. Por ejemplo, explica Matthews, de los 300.000 millones previstos para I+D, 30.000 irán destinados a ayudar a los propietarios negros de pequeñas empresas; de los 2 billones para energías limpias, el 40% irá a “comunidades en desventaja”, etc.

Además, junto a esas cuatro prioridades, Biden promete subir el salario mínimo federal a 15 dólares la hora; reforzar el papel de los sindicatos; impulsar la igualdad salarial de las mujeres; ampliar la reforma sanitaria de Obama con la opción de un seguro público para quienes no puedan pagar uno privado; aprobar un permiso remunerado de 12 semanas por razones familiares; reducir la edad de acceso al programa de atención médica para mayores (Medicare) de 65 a 60 años; reformar el sistema penal de justicia…

Gana la clase media

¿De dónde saldrá el dinero? El Centro de Política Fiscal, un think tank no partidista, estima que Biden recaudaría con impuestos unos 4 billones de dólares en una década, más del doble de lo que pretendía recaudar Hillary Clinton en 2016 (1,4 billones en 10 años).

La carga recaerá sobre los que ganan más de 400.000 dólares al año y sobre las empresas, lo que supondrá revertir buena parte de la rebaja fiscal de Trump, aprobada a finales de 2017. Por ejemplo, Biden quiere equiparar el tipo impositivo sobre las ganancias de capital (ahora, del 20%) al de la renta (37%) y propone aumentar la tasa máxima del impuesto sobre los ingresos de las empresas del 21% al 28%.

Según The Economist, los beneficiarios directos del plan de reconstrucción de Biden serían las familias menos pudientes y las de clase media, que mejorarían en términos de educación, sueldo o vivienda. Pero la capacidad de los demócratas para gastar e ingresar como tienen previsto, advierte el semanario, dependerá de la mayoría con la que ganen.

Difícilmente puede haber unidad si la tónica general es proteger mejor a unos grupos sociales que a otros

Una misión moral

El Partido Demócrata también quiere embarcarse en una misión moral, condensada en el eslogan “Batalla por el alma de la nación”. Es una “batalla” porque trae una agenda opuesta a la de Trump. Pero la presenta, en sintonía con los medios que le son afines, como un plan para unir al país en los valores que supuestamente celebran todos.

The New York Times ofrece un ejemplo de este enmarcado en una declaración de apoyo a Biden firmada por el comité editorial. Según el diario, el candidato demócrata trae un mensaje unificador, avalado por su personal decencia y capaz de calmar “a una nación ansiosa y agotada”. Y en unos términos que sorprenden por su falta de sentido crítico, asegura que su agenda va “más allá de la política o la ideología”. Si llega a la Casa Blanca, Biden “se centraría en sanar las divisiones y en reunir al país en torno a unos valores compartidos”.

No lo ven así los del otro lado. “En la América de Joe Biden –sostiene Nathan Blake en The Federalist–, los contribuyentes financiarán el aborto a petición hasta el nacimiento; (…) se permitirá la entrada de los hombres en todos los deportes, albergues de acogida y vestuarios de mujeres; (…) los profesores de la escuela pública alentarán a los estudiantes con problemas de identidad de género a hacer la transición por encima de las objeciones de los padres (si es que se lo dicen a los padres); (…) los objetores de conciencia por motivos religiosos, incluidas las monjas, serán acosados implacablemente por el gobierno”.

En efecto, el programa electoral del Partido Demócrata –más amplio que el plan Build Back Better– promete nombrar jueces del Tribunal Supremo que protejan la sentencia Roe vs. Wade; extender la financiación pública del aborto; oponerse al cheque escolar para los colegios privados y a cualquier medida que “detraiga recursos del sistema escolar público”; garantizar a los estudiantes transexuales el acceso a las instalaciones según su género sentido; restaurar las políticas a favor del colectivo LGTB de la era Obama e impulsar otras nuevas; revocar las exenciones a los empleadores, proveedores médicos u organizaciones benéficas que se opongan por motivos de conciencia a facilitar determinados servicios, etc.

Proteger a todos

A sanar las divisiones tampoco ayudará la política identitaria, muy presente en el programa demócrata. Sobre todo, si los que se sienten fuera del reparto del pastel son los mismos que ya se sintieron así durante la presidencia de Obama. Como advirtió Mark Lilla, un izquierdista crítico con el giro identitario del Partido Demócrata, difícilmente puede haber unidad en el país si la tónica general es proteger mejor a unos grupos sociales que a otros. Y recordaba que, en la visión de Roosevelt, lo primordial era garantizar “los mismos derechos y la misma protección social para todos”.

Incluso en un asunto muy sensible para los evangélicos y los católicos, los demócratas no han podido evitar meter el dedo en el ojo: mientras en un párrafo del programa declaran el apoyo del partido a la libertad religiosa, en el siguiente anuncian la eliminación de las exenciones por motivos de conciencia aprobadas por la Administración Trump, y en un tercero exponen su preocupación por la discriminación que sufren los musulmanes en el país. ¿No sería mejor comprometerse a proteger la libertad religiosa y de conciencia de todos, con exenciones para creyentes de cualquier confesión y no creyentes?

Da la impresión de que el Partido Demócrata ha cambiado poco desde que perdió las elecciones presidenciales en 2016. Y esto es precisamente lo que temen los estadounidenses que votan a Trump.

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