Con ocasión de la cumbre de Davos, Timothy Garton Ash advierte en un artículo publicado en español por El País que, contra lo que se esperaba, el capitalismo y el liberalismo están dejando de ir de la mano.
El triunfalismo liberal de los años noventa anunciaba que todos los viejos adversarios de Occidente, incluida Rusia y China, estaban pasándose al capitalismo, lo cual acabaría empujándoles hacia la democracia. Pero el panorama actual es bien distinto: el capitalismo occidental está renqueante, con una pesada carga de deuda, malestar social y desigualdades, mientras que otros tipos de capitalismo -chino, indio, ruso, brasileño- explotan las ventajas de su atraso y traducen su dinamismo económico en poder político. “¿El resultado? No un mundo unipolar, tendente hacia un único modelo de capitalismo democrático liberal, sino un mundo sin polos, que se diversifica en muchas versiones nacionales diferentes, y a menudo antidemocráticas, de capitalismo.”
Los países de fuera de Occidente “conjugan el dinamismo de las economías de mercado con el Gobierno en manos de un solo partido o de una sola familia, la propiedad estatal o híbrida de las empresas, una corrupción masiva y el desprecio al imperio de la ley.”
Para Garton Ash, este panorama supone que lo primero que debe hacer Occidente es ordenar sus propios asuntos. “El médico debe empezar por curarse a sí mismo. Las medidas más importantes que podemos tomar para mejorar nuestra influencia en el mundo son las que emprendamos en nuestros propios países”. En segundo lugar, “es probable que tengamos que rebajar -al menos por ahora- nuestras expectativas respecto a esas ‘normas comunes’ del orden internacional liberal”. Esas normas “se limitarían a una serie de normas mínimas para el orden internacional: comercio, tráfico aéreo, etcétera, y tendrían que dar por supuesto el respeto a la soberanía nacional, en especial la de las grandes potencias.”