Las propuestas de un “conservadurismo compasivo” o de una “economía con alma” despiertan la sospecha de que el lobo simplemente se ha disfrazado de oveja. Pero ¿y si la ayuda a los más necesitados, lejos de ser un barniz para tapar la mala imagen de un partido, estuviera en el corazón mismo del conservadurismo? Es lo que defiende Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute, en su nuevo libro The Conservative Heart (1).
El problema de imagen de los conservadores es que con frecuencia se les asemeja a Ebenezer Scrooge [el avaro personaje creado por Dickens]. Cuando se oponen a la subida del salario mínimo, los impuestos a las empresas, la regulación excesiva del mercado laboral o se preocupan del coste de los programas de ayud…
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