The New York Times ha analizado los más de 11.000 tuits que Donald Trump ha enviado desde que llegó a la Casa Blanca, el 20 de enero de 2017, hasta el pasado 15 de octubre. El ingente esfuerzo periodístico, destinado a mostrar los deficientes hábitos comunicativos del presidente, ha recibido una inesperada réplica por parte de los lectores: ¿por qué los medios hablan tanto de ellos?
Al principio de su mandato, informa el Times, el presidente –asistido por su equipo de redes sociales– enviaba unos 9 tuits al día desde su cuenta, @realDonaldTrump. Pero ese ritmo se ha ido acelerando de forma progresiva, hasta llegar a un nuevo récord de 271 durante la segunda semana de octubre, una media de unos 38 al día.
Sobre el estilo del presidente en Twitter, sorprende lo mucho que personaliza: algo más de la mitad de esos 11.000 tuits son “ataques” a personas o cosas (5.889); y casi todos los demás, “alabanzas” (4.876). En la misma línea va su tendencia a interpretar los “me gusta” a sus tuits como “la prueba de que ha tomado la decisión correcta”, dice el diario, que ha hablado con colaboradores antiguos o actuales del presidente.
Trump no solo usa Twitter como “una herramienta política” para captar la atención mediática, fidelizar a sus bases, ensalzar a quienes le apoyan o burlarse de sus rivales: también lo emplea –paradójicamente– como “un medio de comunicación presidencial” ordinario, a través del cual anuncia medidas, cambios en su gobierno, etc.
Trump ha pasado de enviar unos 9 tuits al día, al comienzo de su mandato, a 271 semanales en su semana más activa
Pero todo esto es algo que ya se sabía. Llama la atención, en cambio, la reacción de los lectores del diario al análisis. “¿No entiende la prensa que cuanto más habla de sus tuits, más grande se vuelve su altavoz intimidatorio?”, pregunta de forma retórica JoAnneh Nagler, autora de una de las tres cartas al director seleccionadas. Y lamenta el empeño de hacer política desde una red social: “Twitter no requiere la formación de coaliciones, ni negociaciones en los pasillos, ni discusiones entre los ciudadanos sobre ideas, costumbres sociales o políticas públicas”.
Al prestar tanta atención a las declaraciones del presidente en esta plataforma, los medios están priorizando la comunicación “de arriba abajo” que era habitual en otras épocas, cuando los monarcas absolutos hablaban “desde su torre”. Mientras, el público “desempeña el papel de campesinos impotentes” ante las fanfarronadas del mandatario.
¿Oro para el periodismo?
De la misma opinión es Kim Hunter, quien echa de menos cierta autocrítica en la información del New York Times. “Imaginen qué diferente sería hoy nuestra república si los medios de comunicación se hubieran negado a cubrir los tuits del presidente Trump desde el principio. Esta administración podría haberse visto forzada a adoptar formas más tradicionales de rendir cuentas a los ciudadanos (…). Lamentablemente, nunca lo sabremos”.
Ron Meyers sí elogia el análisis del Times, precisamente por exponer la futilidad del uso que hace Trump de Twitter. Pero en el fondo coincide con Nagler y Hunter al pedir contención a los medios: “Nunca más los tuits de un presidente. El presidente tiene muchos otros canales de comunicación”. E incluso pide que se legisle sobre este asunto.
Los comentarios de estos lectores dan pie a preguntarse por la complicidad de los medios, para quienes las declaraciones de Trump son “como el oro”, como decía hace unos meses Jill Abramson, editora ejecutiva del New York Times entre 2011 y 2014. “¿Estamos hablando tanto [del mandatario] porque cada noticia tiene realmente interés periodístico o estamos persiguiendo audiencia?”.