Charles-Irénée Castel de Saint-Pierre (1658-1743), más conocido como abate de Saint-Pierre (en la imagen), diseñó una Unión Europea muy semejante a la actual. The Economist subraya su clarividencia y reivindica su memoria.
Como los “padres de Europa” (Robert Schuman, Alcide De Gasperi, Konrad Adenauer y Jean Monnet”), Saint-Pierre quería ante todo la paz en el continente. Su Proyecto para establecer la paz perpetua en Europa (1713) proponía, con tal fin, que las naciones se asociaran en una entidad política que llamó, precisamente, Unión Europea.
El proyecto del abbé no fue apreciado en su siglo. Voltaire, Rousseau, Federico II de Prusia, Kant lo desdeñaron por considerarlo ingenuo y utópico. Federico lo calificó irónicamente de “muy practicable: para que tenga éxito no falta más que la aquiescencia de Europa entera y unos cuantos detallitos más”.
Sin embargo, la idea de Saint-Pierre se ha realizado, en sus trazos fundamentales, en la actual Unión Europea. El parecido entre ambas es “asombroso”, dice The Economist: “En los dos casos, unos países europeos acuerdan formar un fondo común, someterse a las decisiones de un tribunal y darse reglas por medio de un parlamento continental. Los dos tienen una presidencia rotatoria. Las aportaciones al presupuesto se fijan según la riqueza de cada país”.
Sobre todo, la Unión imaginada por el abate y la existente hoy coinciden en una “idea radical”, que los autores del siglo XVIII tuvieron por imposible. “Según el plan de Saint-Pierre, los soberanos se someterían a una ley superior, que instituciones supranacionales harían cumplir. (…) Sin tal principio, sostenía Saint-Pierre, los soberanos quedarían atrapados en una pesadilla hobbesiana de lucha continua”.
Para el semanario británico, “Sant-Pierre tenía una visión sutil de la soberanía, que sigue teniendo vigencia”. Según un punto de vista, del que “los partidarios del Brexit son los mayores entusiastas, compartir la soberanía supone debilitarla”. En cambio, “para Saint-Pierre, la verdadera soberanía exige que no haya que temer a los vecinos, pues sin seguridad, la soberanía es ilusoria”. Es la idea que se aplica en la Unión Europea, que protege a los países pequeños contra abusos de los grandes, o en la zona euro, donde, a cambio de renunciar a la independencia monetaria, los miembros menos poderosos ya no están a merced de vaivenes decididos por el Bundesbank a conveniencia de Alemania.
En fin, “Saint-Pierre sabía que sacrificar en parte la soberanía puede ser la única manera de salvarla”. Se adelantó dos siglos a los padres de Europa.