La victoria de los partidarios del Brexit en el referéndum sobre la UE, por mayoría del 52%, envía un mensaje a Europa: en el debate político actual, el eje izquierda-derecha no parece tan decisivo como otras diferencias que dividen a los votantes en dos grupos con preocupaciones distintas.
En un artículo publicado en NewStatesman, Stephen Bush repasa algunas de las etiquetas que se han usado durante la campaña del referéndum para distinguir a ambos bandos. Las hay muy variopintas. Y, así, se ha hablado de los partidarios de la cerveza frente a los del vino; de los que se han quedado atrás frente a los cosmopolitas; de los que llenan su cesta de la compra con marcas nacionales frente a los que dan prioridad a la comida orgánica…
Para Bush, todas estas divisiones –más o menos caricaturizadas– reflejan que en la política británica está tomando cuerpo “una brecha que va más allá de la izquierda y la derecha, del conservadurismo y el progresismo, de las disputas en torno al tamaño del Estado”. En su opinión, “la nueva guerra cultural tiene que ver con la clase, la renta y el nivel de educación, pero también con la cultura, la raza, el nacionalismo y el optimismo (o su ausencia) respecto del futuro”.
Esto explicaría por qué la campaña del Brexit ha logrado reunir en un mismo equipo a gente tan dispar como el conservador Boris Johnson, exalumno del elitista Eaton College, o a un sector de la clase trabajadora que ha cambiado al Partido Laborista por el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP).
Revuelta contra el “establishment”
En efecto, señala Brendan O’Neill, director de Spiked, la disputa sobre la UE no ha dividido solo a los tories. También el Partido Laborista ha salido “vapuleado”. “Muchos de sus bastiones en el noreste y las Midlands han votado contra la UE, rehusando de plano hacer lo que los líderes laboristas les suplicaron que hicieran. El distanciamiento entre el Partido Laborista y sus bases se ha hecho explícito”.
La nueva brecha “guerra cultural tiene que ver con la clase, la renta y el nivel de educación, pero también con la cultura, la raza, el nacionalismo y la confianza en el futuro”
De modo que la mayoría de los electores, de izquierda o derecha, ha rechazado la UE “contra prácticamente todo el establishment” político, económico y mediático, que “ya no conecta con considerables sectores de la sociedad”, según O’Neill. El referéndum ha sido, así, “una revuelta, cortés y pacífica, no solo contra Bruselas, sino contra la clase política británica, contra los que mandan”.
En la misma línea van las declaraciones de John Curtice, politólogo de la Universidad de Strathclyde en Glasgow, a María Ramírez en El Español. Más que la división entre derecha e izquierda, lo que destapa el Brexit son dos posiciones enfrentadas respecto a la globalización: “De un lado, hay graduados universitarios, capaces de competir en un mercado global, que sacan partido de la libre circulación de personas y se sienten culturalmente cómodos con la inmigración. De otro, personas más mayores y con pocos estudios que se sienten amenazadas por los inmigrantes del Este o de Italia, Grecia y España y que no sacan ventajas de la globalización”.
Ramírez completa este diagnóstico con algunos datos. Los más esclarecedores son los que apuntan a una brecha generacional: “El 75% de las personas menores de 25 años votaron ‘remain’ [quedarse en la UE], según la encuestadora YouGov. También fue la opción favorita de quienes tienen entre 25 y 49 años. El ‘leave’ (marcharse) venció por 12 puntos entre las personas de 50 a 64. Donde realmente ha cosechado sus votos el euroescepticismo es entre las personas de más de 65 años, donde ‘leave’ era la opción favorita por una ventaja de más de 20 puntos respecto al ‘remain’”.
El lugar de los votantes también marca la diferencia. El voto a favor de permanecer en la UE ha sido más nutrido –añade Ramírez– en las grandes ciudades del sur de Inglaterra, en Escocia y en Irlanda del Norte.
Para The Economist, el referéndum sobre la UE deja al país “dividido por razón de edad, clase y geografía”, lo que previsiblemente conducirá a repensar las tradicionales divisiones políticas. Una cosa está clara para el semanario británico: los líderes políticos tendrán que empezar a tomarse muy en serio “la furia contra el establishment”.