Anu Bradford, profesora de Derecho en la Universidad de Columbia y directora del Centro Europeo de Estudios Legales, ha estudiado la influencia política de la Unión Europea (UE) en el mundo. Hace años acuñó el término “efecto Bruselas”, que en su nuevo libro (The Brussels Effect: How the European Union Rules the World, Oxford University Press) desarrolla e ilustra con ejemplos concretos de los cinco continentes. Recientemente ha concedido una entrevista a El Confidencial.
La tesis principal de la obra es que las regulaciones europeas sobre el comercio, más estrictas en general que las asiáticas o las norteamericanas, han terminado por imponerse a nivel internacional debido a que las empresas de todo el mundo se han visto obligadas a cumplirlas para acceder al mercado único europeo. En un contexto de globalización en el que la economía de escala es clave para reducir costes, muchas de esas compañías han acabado adoptando ese marco legal incluso para sus operaciones fuera de Europa.
De esta forma, explica la autora, hoy la UE “influye más con sus leyes en la vida diaria de un brasileño, un ruandés o un coreano, que EE.UU con su poder militar o China con sus proyectos faraónicos de infraestructura”. Y precisamente el carácter “aburrido” y tecnocrático del “poder blando” de Bruselas ha posibilitado que las leyes europeas no hayan sido percibidas como herramientas políticas o formas de “imperialismo legal”, lo que hubiera sido un obstáculo para su adopción fuera del continente.
Bradford señala que el “efecto Bruselas” ha sido particularmente positivo en la economía digital, mediante el Reglamento General de Protección de Datos, que ha servido para limitar el uso de información personal por parte de gigantes tecnológicos como Google o Facebook. Otros ámbitos en que las regulaciones europeas han sido beneficiosas son la ecología y la seguridad alimentaria. Según la autora, el legado del “efecto Bruselas” es “un mercado más centrado en el consumidor y más respetuoso con el medio ambiente”.