Análisis
Los eurodiputados de los nuevos países de la UE introducen una visión distinta en los conflictos sobre valores
El «fontanero polaco» se ha convertido en Francia en la figura -más simbólica que real- de los trabajadores de los países recién ingresados en la Unión Europea que al prestar un servicio por menos dinero pueden quitar trabajo a los nacionales. Del mismo modo, el eurodiputado polaco, croata o eslovaco empìeza a ser visto como el competidor que pone en cuestión el predominio liberal que algunos creían ya conquistado en las confrontaciones sobre valores en la UE.
Se esperaba que los 10 países que entraron en la UE en 2004 lucharan por recibir los fondos necesarios para reducir la brecha económica con los otros más desarrollados. Pero lo que algunos grupos del Parlamento Europeo no esperaban y llevan muy mal es que sus colegas de estos nuevos países miembros tengan sus propias ideas en cuestiones de valores y no se limiten a ocupar su sitio en el coro.
¿Cuáles son las cuestiones espinosas? A fin de cuentas, no son tantas. «En lo que se refiere a los derechos de la mujer y en la igualdad para los homosexuales estamos dando batallas que creíamos ya ganadas hace años», declara al «International Herald Tribune» (24-11-2005) el eurodiputado británico Michael Cashman, que se ha destacado por su militancia a favor de los derechos de los gays. Los derechos de la mujer (léase aborto) y de los homosexuales se han convertido para algunos en la piedra de toque del europeísmo.
Por eso les molesta especialmente el caso de Polonia, que con una población de 40 millones, católica en un 90%, es el mayor de los nuevos Estados miembros de la Europa Central y del Este. Al menos antes estaba gobernada por ex comunistas. Pero la victoria el pasado octubre del conservador Lech Kaczynski, del partido Ley y Justicia, dejó descolocados a quienes habían apostado por un triunfo de la liberal Plataforma Cívica.
El partido de Kaczynski, como la mayoría de los polacos, no está dispuesto a reconocer el aborto como un derecho ni está a favor del reconocimiento de las parejas homosexuales. De hecho, algunas informaciones insisten en destacar que cuando era alcalde de Varsovia retiró la participación municipal en la «marcha del orgullo gay». Para más escándalo, otros subrayan que ha abolido en su gobierno el Ministerio de la Mujer, aunque en esto no es una excepción en la UE.
El problema es que la UE plural y multicultural tiene que aceptar que buena parte de los nuevos países miembros (Polonia, Lituania, Eslovaquia) son de mayoría católica, lo que se nota también en los valores que defienden. Y esto puede dar nuevas alas a las fuerzas del Parlamento Europeo que están en la misma sintonía.
Así se ha notado también en algunas reacciones ante los nombramientos que ha hecho el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en el Grupo Europeo de Ética de las ciencias y de las nuevas tecnologías. Este grupo asesora a la Comisión en cuestiones éticas relacionadas con estas materias. Está formado por expertos en disciplinas como biología y genética, derecho, ciencias sociales, filosofía y teología. En los nombramientos hechos en octubre de 2005 para un periodo de cuatro años, el número de asesores se amplió de 12 a 15, para cubrir una gama más amplia de cuestiones y dar cabida a expertos de los nuevos países miembros.
Los nombramientos han provocado polémica en el Parlamento Europeo («Le Monde», 8-12-2005). Los críticos deploran particularmente el nombramiento de Carlo Casini, presidente del Movimiento Pro Vida italiano y miembro de la Academia Pontificia por la Vida; o el del polaco Krzystof Marczewski, endocrinólogo, jefe del departamento de ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lublin. También está el eslovaco Jozef Glasa, farmacólogo de la Universidad de Bratislava, católico; y la teóloga alemana Hille Haker, profesora de filosofía moral de la Facultad de Francfort.
«Hay demasiadas personalidades próximas al Vaticano», critica el socialista luxemburgués Robert Goebbels. Por el contrario, Peter Liese, de la democracia cristiana alemana, se felicita de que el Grupo europeo de ética tenga «a partir de ahora una composición más equilibrada» para contrarrestar la presencia de «numerosos liberales». Cada uno tiene su propia visión de qué platillo de la balanza debe pesar más . Pero es indudable que con la apertura de la UE hacia el Este se han modificado los equilibrios precedentes.
Juan Domínguez